La historia de los Barreiro en el deporte porteño y nacional empieza en la década de los años 20 con la aparición en nuestro fútbol de Elí Barreiro Solórzano, quien llegó de Manabí para estudiar en el colegio Vicente Rocafuerte y se incorporó a la Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil para pasar luego al Oriente. Barreiro jugaba de alero derecho y por su fortaleza provocaba que en las tribunas del estadio de Puerto Duarte el público le gritara “¡Jo, jo, jo!”, interjección con que los vaqueros arrean el ganado. El grito se le pegó y quedó para eternas memorias como Jojó Barreiro.

“Me lo pusieron por montuvio manabita”, nos contó una mañana. Fue el pionero de las grandes travesías cruzando a nado Guayaquil-Punta de Piedra, Pascuales-Guayaquil y Guayaquil-Punta de Piedra-Guayaquil. Con las divisas de béisbol de Liga Deportiva Estudiantil y Emelec fue uno de los mejores lanzadores, virtud que transmitió a su hermano Rubén, quien, según contó alguna vez Ricardo Chacón García, fue el primero en lanzar curvas. Jugó básquet en LDE y formó en este deporte a su hermano menor Augusto. Jojó es considerado el deportista ecuatoriano más completo, pues fue también consumado ornamentalista, waterpolista, nadador de sumersión, ciclista y tirador.

La natación le dio su mayor fama, pero sus hijos no eligieron las piletas sino las canchas de césped. Al mayor de ellos, Pancho Barreiro, lo conocimos en las aulas vicentinas como arquero de la mejor selección de la historia: la de 1959 que estaba integrada por once jugadores de la primera división del fútbol nacional, entre ellos Jorge Bolaños, Juan Moscol, Tomás Jordán, Walter Arellano, Teodoro Ruiz, entre otros. Para aquel 1959 Pancho ya jugaba en Español, de máxima categoría, y destacó rápidamente en una época en que el balompié porteño tenía los mejores porteros ecuatorianos: Alfredo Bonnard, Pablo Ansaldo, Hugo Mejía, Cipriano Yulee, Hugo Cortez y Luis Alberto Sotomayor.

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En 1961 su pase fue adquirido por Barcelona; en 1964 pasó a Liga Deportiva Universitaria y en febrero de 1965 regresó al equipo amarillo, donde estuvo brevemente pues en junio de ese mismo año pasó al Patria. En febrero de 1967 se produjo su tercera llegada a Barcelona, equipo en el que realizó la mejor campaña de su carrera. Jugó la Copa Libertadores de 1967 y fue protagonista de aquel día memorable en que por primera vez una escuadra ecuatoriana derrotó a una uruguaya en la historia del certamen.

Fue el 26 de febrero de 1967, en el estadio Modelo Guayaquil, cuando Barcelona venció 2 -1 a Nacional de Montevideo con una formación en la que estaban Barreiro, en el arco; Walter Cárdenas, el uruguayo Héctor Abbadie, Luciano Macías y Miguel Bustamante; Mario Zambrano, Rubén Ponce de León y Jorge Nene Espín; el charrúa Julio César Berrueta (Félix Lasso), Enrique Raymondi y Armando Chivo Echeverría. Nacional había superado en el mismo escenario una semana antes a Emelec por 4-1, en una muestra de su poderío.

Barcelona de la temporada de 1967, cuando venció a Nacional de Montevideo. Aparecen arriba Alfonso Quijano (i), Vicente Lecaro, Miguel Bustamante, Luciano Macías, Rubén Ponce de León, Francisco Barreiro. Abajo: Washington Muñoz, Walter Cárdenas, Félix Lasso, Enrique Raymondi, Moacyr. Foto: Cortesía

El día 26, en el Modelo, Nacional puso a Sosa; Cincunegui, Manicera, Álvarez (Techera) y Mujica; Viera, Rubén Sosa y Montero Castillo; Urruzmendi, Celio Taveira y Morales.

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A los 29 minutos Berrueta abrió el marcador con un tiro de emboquillada que sorprendió a Sosa, describiendo una curva para colocarse en el arco y levantar de los asientos al público. A los 48 minutos un remate de media vuelta del brasileño Celio originó una volada de Barreiro, quien manoteó el esférico, rebotó en el horizontal, golpeó en el piso y fue rechazado por Macías. El árbitro decretó gol sin que los locales reclamaran.

A los 63 minutos vino el gol histórico. Lasso, que había ingresado por Berrueta en el segundo tiempo, corrió por la derecha y cedió para el Maestrito Raymondi recostado por la izquierda. Amagó el gran futbolista criollo y retrasó el balón para Echeverría que venía embalado y despidió un cañonazo que alojó el balón en el ángulo superior derecho de Sosa. Fue una acción impresionante por la limpieza de la jugada y la culminación rotunda y espectacular. Nacional se lanzó con todo, pero Barreiro se mostró inderrotable, sobre todo en dos acciones: a los 75 minutos cuando bloqueó a medias un tiro de Morales y se anticipó al remate de Celio; y a los 90, cuando Nacional puso a todos sus hombres a cabecear un córner, Barreiro se elevó para alejar la pelota para el rechazo definitivo de Cárdenas. El juez peruano Montes levantó los brazos segundos después y un rugido de alegría sacudió los cimientos del Modelo.

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‘Barcelona doblegó a un prepotente adversario: Nacional. Se acabó el mito: a los uruguayos se los puede derrotar’, decía en un título EL UNIVERSO. La crónica era toda una pieza de fervor deportivo: “Barcelona logró un triunfo para la historia derrotando y humillando a la prepotencia y agresividad del campeón uruguayo Nacional, que con sus jugadores mundiales y sudamericanos quiso dar una lección de ‘machismo’ y a cambio recibió una de hombría, decencia y garra del campeón ecuatoriano (...) Se rompió además un mito: la invencibilidad de los equipos uruguayos frente a los nuestros en partidos de Copa”.

Barreiro volvió más tarde a Patria y en 1971 formó filas en 9 de Octubre. Por razones de trabajo Pancho Barreiro, graduado de ingeniero en la Escuela Politécnica del Litoral, debió radicarse en Cuenca, donde fue protagonista de grandes campañas con la divisa del Deportivo Cuenca, equipo al que llegó en marzo de 1974 y en el que puso fin a su notable carrera.

Surgieron después, también como arqueros, otros dos hijos de Jojó: Xavier y Gustavo Barreiro Patiño, con quienes se dio el curioso caso de tres hermanos atajando en tres equipos distintos al mismo tiempo. Gustavo fue un destacado golero que mostró sus grandes cualidades desde su inicio en julio de 1962, en el Boca Juniors de la serie de Ascenso.

En mayo de 1965 fue transferido al 9 de Octubre, de Guayaquil, en la primera categoría, luego, en junio de 1967, pasó al Norteamérica. El mismo año aceptó defender la valla del Manta Sport Club en el campeonato nacional. Era un arquero volador y espectacular, cualidades que se complementaban con su seguridad.

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El tercer guardameta de los Barreiro Patiño fue Xavier, quien formó filas en Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil, desde agosto de 1965 hasta agosto de 1970 en que pasó al Luq San. Como sus hermanos, era muy ágil y rápido y muy seguro de manos.

Es una historia futbolística hoy olvidada, pero que queremos reverdecerla en homenaje a Jojó y a Pancho, mi compañero vicentino, ya fallecidos, y a Gustavo y Xavier, mis queridos amigos. (O)