Los dos equipos más populares de Guayaquil y Quito serán actores de una final imprevista del campeonato nacional de fútbol 2022. ¿Por qué es imprevista? Primero porque Barcelona, ganador de la primera etapa, obtuvo ese derecho por haber sido líder al lograr 30 puntos acumulados gracias a 9 victorias y 3 empates. Solo perdió tres partidos, anotó 24 goles y recibió 11 para una diferencia de más 13 y un porcentaje de efectividad de 66,66%.

Más que merecido, pese al acoso de Universidad Católica y Liga de Quito, que sumaron 29 puntos. Más lejos estuvieron Independiente del Valle (27 puntos) y Aucas -que mostraba ya su poderío-, con 26 unidades.

¿Clasificó Barcelona “con algo de suerte” a esta final como opinó el entrenador de Gualaceo Leonardo Vanegas? Apreciación injusta y fuera de foco, indudablemente. La buena fortuna existe en el fútbol, pero puede incidir en un partido, a lo sumo dos, pero difícilmente en una campaña de 15 encuentros. Barcelona ganó la etapa, aunque sólo una mente oscurecida por el fanatismo puede asegurar que estamos ante un gran equipo. El ídolo del Astillero no tiene la fuerza colectiva de otras épocas cuando su rendimiento apuntalaba épicas victorias que provocaban estallidos emocionales en graderíos atestados de seguidores.

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Estamos hoy ante un equipo menos que regular. Carece de figuras que hacen la diferencia sólo por sus jugosos contratos. Y hablamos de jugadores nacionales y extranjeros que fueron bajando en su rendimiento a medida que avanzaba el torneo, al punto que debió despedir a su técnico, el argentino Jorge Célico debido a la pésima campaña de la segunda ronda, calificada de desastrosa por un amplio sector del periodismo.

Se trajo a Fabián Bustos, quien fracasó dirigiendo al Santos de Brasil, como boya de salvación, pero tal boya luce hoy bastante desinflada. Queda como último recurso su coraje, una virtud que pertenece al pasado en un presente bastante desteñido. Puede ser campeón, pero no quedará en la historia, sólo en la estadística.

Aucas viene atropellando con la conducción del venezolano César Farías que tiene la experiencia de técnico de selecciones, aunque carece de temperancia cuando le ponen cerca un micrófono. Innegable que le cambió la faz a un equipo perdedor que no respiraba bajo la dirección de César Bidoglio, cuyos resultados fueron negativos durante sus trece meses en la banca del ídolo capitalino. Diario EL UNIVERSO dijo en una nota que Farías podría ser uno de aquellos entrenadores “rompe maldiciones” en nuestro fútbol, como lo fueron el mismo Fabián Bustos, con Delfín de Manta; otro argentino, Julio Asad con Olmedo de Riobamba y Deportivo Cuenca; y el recordado Mariano Larraz, con Everest.

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“Vengo a Aucas a hacer historia”, dijo Farías al ser presentado en abril del año en curso. Llevarlo a una final ya es un episodio histórico. No solo ha influido en sus jugadores en lo técnico, sino también en lo anímico. Aucas luce embalado, mientras a Barcelona le chirría el switch cuando quiere prender el carro. Pero, la verdad, está a 180 minutos de distancia del título y los hinchas toreros confían en superar la mala racha y volver a ser campeones, una vitamina que necesita el alicaído balompié guayaquileño.

Y a propósito de esta final me es inevitable recordar a mi inolvidable amigo Pedrito Mata, El memorioso. Hace ya algunos años vino a mi casa con un recorte de un viejo diario en el que se anunciaba la iniciación del llamado Torneo del Pacífico, en mayo de 1949. “Fue para mí una alegría poder asistir a la tribuna del estadio Capwell y ver jugar esos partidos en que se ponía vergüenza y corazón en cada jugada”, me contaba, mientras desde el pasillo de mi departamento frente al Centro Cívico disfrutábamos de una fresca brisa que soplaba desde los cerros de Chongón. Yo fui a mi biblioteca y le mostré el borrador de un libro que nunca pude editar y cuyo original tengo hoy en mi mano. Allí estaba una breve historia del Torneo del Pacífico que El memorioso evocaba con su proverbial entusiasmo de apasionado del fútbol que supo jugar a gran nivel en el desaparecido Reed Club.

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El dinámico presidente de Emelec de aquel entonces, Luis Enrique Baquerizo Valenzuela, concibió la realización del primer certamen internacional e invitó a cinco equipos para jugar a doble rueda. Estos equipos eran Emelec, Barcelona y Aucas de nuestro país, más Magallanes de Chile y Alianza Lima de Perú. Los del Astillero pasaban por un gran momento. Emelec había sido campeón de 1948 y había jugado el Campeonato de Campeones en Santiago de Chile, antecedente de la actual Copa Libertadores de América.

Para el torneo los eléctricos contrataron a cuatro jugadores argentinos: César Che Pérez, Manuel Clemente Bravo, Atilio Tettamanti y Juan Avelino Pizauri. Barcelona era ya el ídolo de la ciudad y estaba próximo a lograr aquella victoria ante Millonarios que hizo crecer el favoritismo popular a escalas siderales. Emociona recordar los nombres de Enrique Romo, Carlos Pibe Sánchez, Juan Benítez, Jorge Cantos, Fausto Montalván, Heráclides Marín, Manuel Valle, Galo Solís, Enrique Cantos, José Jiménez, Jorge Mocho Rodríguez, José Pelusa Vargas y Guido Andrade.

Aucas era el mejor equipo de la capital y contaba con jugadores que hoy se recuerdan con emoción: Zurita, Lovato y Bermeo que habían sido seleccionados nacionales al Sudamericano de 1949 en Río de Janeiro, Torres, Salgado, Mejía, Garnica, Maldonado, Gavilánez y el inmenso Gonzalo Pozo, Pocito, cuyo nombre luce hoy el estadio auquista en justo homenaje a uno de los mejores futbolistas nacionales de todos los tiempos.

Magallanes estaba encabezado por Carlos Orlandelli y Luis Orlando, argentinos que pasaron por equipos porteños, y el artillero chileno Luis Dinamita Méndez, apodado así por su mortífero disparo. En Alianza brillaban los hermanos Nicolás y Abelardo Lecca y Teófilo Talledo, quienes llegaron dos años más tarde a Reed Club, y el arquero Teódulo Legario.

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Gonzalo Pozo Ripalda, ídolo de Aucas. Foto: Archivo

Los dos duelos de 1949

El 18 de mayo de 1949 chocaron por primera vez Barcelona y Aucas, los hoy finalistas de la LigaPro. El ídolo porteño alineó con Romo; Marín, Sánchez y Valle (Solís); Montalván (Luis Ordoñez) y Jorge Cantos; Jiménez, Cantos, Enrique Raymondi (Chuchuca estaba lesionado), Rodríguez y Andrade. Por Aucas estuvieron Naranjo; Lovato y Bermeo; Torres, Salgado y Mejía; Cevallos, Garnica, Maldonado, Gavilánez (Espinoza) y Pozo (Escobar). Aunque el marcador fue 2-1 (goles de Raymondi y Vargas, por los toreros; y de Pozo por los de la capital), la superioridad porteña fue notoria.

El segundo partido entre estos rivales se jugó el 8 de junio. Por los porteños jugaron Romo; Marín, Sánchez y Valle; Jorge Cantos y Montalván; Jiménez, Raymondi, el jovencito Isidro Matute, Vargas y Rodríguez. Naranjo; Lovato y Basantes; Celso Torres, Vásquez y Luis Torres; Cevallos, Garnica, Maldonado, Acevedo y Pozo. El resultado se repitió. Goles del Maestro Raymondi y Matute sellaron la victoria guayaquileña. Descontó por Aucas Rafael Gato Maldonado.

El Torneo del Pacífico de 1949 terminó con un triple empate entre Magallanes, Barcelona y Emelec. Los que presenciaron los partidos no dejaron de recordarlos nunca. (O)