Los ‘analistas tácticos’ a los que el colega Jorge Barraza zurró en su última columna dominical (titulada ‘El fútbol está sobreanalizado’) se quedaron sin discurso después de la victoria de Barcelona sobre Universitario de Deportes, en Lima. Y es que ¿cómo hablar de variaciones tácticas si solo quedaba como alternativa defenderse con orden, tratar de retener el balón y, cuando era posible, tratar de sorprender al rival con un pelotazo en busca del gol?

Defender la ventaja lograda en Guayaquil, sin renunciar al ataque, debe haber sido el planteo inicial en el vestuario y en la charla técnica. Pero todo el emborrachante palabrerío de los ‘sabios’ sobre cómo iba a desarrollarse el partido quedó en cero. Una falta del zaguero argentino Luca Sosa determinó su expulsión y allí concluyó la charada seudocientífica de los agoreros y videntes que nos dicen a diario lo que va a ocurrir en los 90 minutos de un juego, como si todo estuviera previsto en un guion que trata de explicar lo que es, naturalmente imprevisible: un partido de balompié.

Para Dante Panzeri, en su libro Fútbol, dinámica de lo impensado, es “una crítica a la parafernalia del espectáculo, del periodismo, del intelectualismo, de la falsa profesionalización del deporte, que nombra las cosas de forma complicada para que parezcan nuevas. Por más orden que busquemos, por más ciencia que hagamos, el partido se decide por el arte de lo imprevisto, y porque el chico del barrio se despierta con buen pie”.

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Barcelona logró el miércoles anterior en Lima un triunfo resonante. Lo hizo ante Universitario, de larga trayectoria, por más que el fútbol peruano no esté en su mejor momento. Por historia será siempre el club donde brillaron Teodoro Lolo Fernández, Jorge Alcalde, Alberto Terry, y más cerca en el tiempo Héctor Chumpitaz, Oswaldo Cachito Ramírez, Juan Carlos Oblitas, Germán Leguía y otros cracks. La ‘U’ comparte con Alianza Lima la idolatría de la afición peruana y es un club orgulloso de su fama.

Orden sin temores, nada de encerrarse fue el planteo torero.

Universitario es el escolta de Sport Huancayo en el certamen peruano de primera división y su optimismo para enfrentar con éxito a Barcelona estaba basado en la contundencia de sus delanteros que habían anotado diez goles en sus últimos cuatro partidos. No era, entonces, fácil el compromiso torero en estas fases preliminares de la Copa Libertadores.

Barcelona lo solventó con clase en el partido de ida en el Monumental del Salado. No brilló, pero tampoco dio facilidades a su adversario. Universitario disparó solo seis veces al marco canario, cuatro sin destino y dos atajados por Javier Burrai. La entrada de Erick Castillo y la eficiencia de su arquero permitieron una cómoda ventaja para el partido de vuelta. Nada iba a improvisarse en el estadio Nacional limeño. Orden sin temores, nada de encerrarse para que peloteen la valla del Astillero. Es lo que presumimos que se habló en el camerino de Barcelona.

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El periodismo peruano oscilaba entre un tibio optimismo y un claro pesimismo. No iba a estar en el campo Leonai Souza, de notable desempeño de local, y eso suponía una ventaja. Yendo al ataque Universitario iba a hacer valer la contundencia de sus artilleros. Peter Arévalo, de ESPN Perú, fue contundente. En su opinión, Universitario sí podía voltear la serie, debido “al bajo nivel” del ídolo del Astillero. “Este Barcelona es un equipo del cual se esperaba mucho más. Tuvo dos actuaciones poco convincentes ante Montevideo City Torque, al cual tuvo que ganarle por penales. Va a estrenar técnico porque Fabián Bustos dejó Barcelona, que está en una crisis. Barcelona no jugó bien ante Universitario. Le alcanzó con los cambios. No es el Independiente del Valle, que hoy es el rostro del fútbol ecuatoriano. Es un Barcelona que corre, que trata de imponer su superioridad a partir del estado físico de sus jugadores. Universitario, en la tarea primaria cuando juega en Guayaquil, neutraliza a sus extremos, tanto a (Leonel) Quiñones como a (Byron) Castillo. Pero ahora deberá afrontarlo de manera distinta porque es el necesitado”, comentó Peter Arévalo.

El miércoles resucitó en el estadio limeño la garra amarilla.

Percy Olivares, exjugador de Sporting Cristal y la selección peruana, fue más recatado y objetivo: “Barcelona tampoco es que juega muy bien, pero físicamente quedó muy demostrado que nos pasan por encima. El problema más lo veo en Universitario, ¿con qué armas salimos a buscar el partido? No sé si ahí estamos bien”. Por su parte, Alexandra Hörler, de DirecTV Sports, siguió en esa línea y tampoco consideró que a sus compatriotas les iba a alcanzar su esfuerzo por superar a Barcelona. ¿La razón?: “El imponente juego físico. Me parece que no le alcanza a Universitario. Por el juego que vi, no le alcanza. (Álex) Valera estuvo muy desconectado del partido. Vi desconexión y desorden. Y por más que Barcelona no sea el de antes, es un equipo mucho más intenso, más físico. Ahora, en el fútbol todo puede pasar, pero en banca tampoco le alcanza para los recambios”, dijo la periodista Hörler.

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La garra torera

“Goles que no haces, goles que te hacen. Universitario tuvo la fortuna de tener un hombre de más por casi 70 minutos, pero no logró ser efectivo de cara al portero Burrai”, dijo el diario deportivo limeño Líbero. ¿Cómo pudo Barcelona evadir ese obstáculo aparentemente insalvable de jugar 70 minutos en inferioridad numérica? Con eso que lo llevó a la idolatría popular: el carácter indómito de sus hombres en el césped. Eso que un desadaptado grita en un micrófono que ya no existe. Vocifera que eso pertenece a una ‘época romántica’ sobrepasada por el mercantilismo que él admira por sobre el amor a la divisa. Aquello que un día se llamó “la garra torera” ha estado largamente ausente, pero el miércoles pasado resucitó en el estadio limeño.

No me resisto al impulso de reproducir el fragmento de una columna del admirable Dante Panzeri (1921-1978): “El fútbol se divide en pasión, en técnica, en juego (coordinación), en lucha, en resultados, en amistad, en dolor, en goce, en alegría, en furia. Es un juego con el que se puede ganar dinero. Pero para ganar dinero tiene que ser juego. Y con dinero solo, no es juego ni es ganancia. Es una pasión que puede dar espectáculo. Pero no puede ser espectáculo sin pasión. Da espectáculo con pasión, si hay técnica y belleza y juego (técnica la individual, belleza la coordinación). Es lo que sale y se presenta, mucho más que lo que se piensa o se planea. Es una camisa de sangre y no de género. El profesionalismo exige separar sentimientos. Pero sin sentimiento no puede haber profesión. (…) Con el que se puede llegar a la guerra. (…) Esa es la guerra que paga el público y quiere el público. Y a la que hace honor el jugador que concreta un gol por gran jugada de un compañero y corre a abrazarlo diciéndole: Me daba vergüenza hacerlo; el gol era tuyo. Fútbol es recuerdo de lo que jamás se repetía”.

Este párrafo lo dedico a los jugadores de Barcelona que produjeron un gran momento de nuestro fútbol. Que sirva de lección a los papanatas que niegan el valor del espectáculo y el poder de la indoblegable garra que condujo a Barcelona al amor popular. (O)