El sábado se cumplieron 70 años de una de las victorias más trascendentes de la historia del ídolo del Astillero, el equipo más popular del país. La idolatría había nacido en 1947 cuando el que fuera hasta entonces un modesto cuadrito incorporó a jovencitos del Panamá SC y con el concurso del mítico Sigifredo Chuchuca, llegado del recinto Buenavista, Pasaje, provincia de El Oro; de Juan Benítez, descubierto por Rigoberto Aguirre en el Juvenil España de las Ligas de Novatos; y de Guido Andrade, alero zurdo milagreño que sorprendió a la afición porteña por su juego elegante, al que agregó lo que hoy se llama ‘actitud’, y para la época se conocía como garra, ingrediente que enamoró pronto a los asiduos a las graderías del viejo estadio Capwell.

El favoritismo popular se engrandeció cuando venció, en agosto de 1949 al ya famoso Millonarios de Bogotá en el campo de la calle San Martín por 3-2 en un encuentro que por poco termina en bronca. Los bogotanos no digerían la vergüenza de caer ante un cuadro desconocido; ellos, que eran el símbolo del poderío de la legendaria época de El Dorado y tenían en sus filas a los astros argentinos Adolfo Pedernera, Alfredo Di Stéfano, Néstor Raúl Rossi y Pedro Cabillon. Fue el clímax del proceso idolátrico que dio origen a grandes celebraciones y hasta a una canción que se entonaba en las calles y plazas y que empezaba así: “Me van a matar con un pelotazo...” y seguía con un estribillo: “Que Barcelona ganó, que Millonarios perdió, que 3 a 2 le ganó, en el juego de futbol”. La interpretaba un grande de la música boricua, Chivirico Dávila, quien estaba presentándose en Guayaquil y fue convenido para grabarla con el respaldo de la gran orquesta porteña Costa Rica Swing Boys, con arreglos y dirección del maestro Rosendo Chendo Pino. La canción estuvo perdida por más de medio siglo hasta que un barcelonés de cepa, Winston Andraca, me llamó para darme una sorpresa: la había encontrado en un viejo long play de Chivirico. Fue un hallazgo histórico.

Millonarios regresó en 1952 en pos de revancha. El presidente torero de la época y prócer de Barcelona, Wilfrido Rumbea León, contactó al empresario guayaquileño Mauro Mórtola, dirigente del club bogotano, para invitarlo a presentarse otra vez en Guayaquil. Si el de 1949 era un conjunto de gran calibre, el de 1952 había al menos triplicado su poderío. Contaba ahora, además de Pedernera, Di Stéfano y Rossi, con el arquero argentino Julio Cozzi, el brasileño Danilo Mourman, los peruanos Ismael Soria y Alfredo Castillo, el paraguayo Julio Ramírez, el uruguayo Alcides Aguilera (ex Río Guayas) y los argentinos Hugo Reyes, Felipe Steinberg y Reinaldo Cara de auto Mourin.

Publicidad

Jorge Delgado (i) y Enrique Romo, goleros de Barcelona para 1952. Foto: Archivo

Dos meses antes Millonarios había sido invitado a la capital española por Real Madrid para celebrar su cincuentenario e inaugurar su lujoso estadio bautizado con el nombre de su gestor y presidente: Santiago Bernabéu. Los bogotanos aguaron la fiesta merengue goleándolos con una actuación descollante de Di Stéfano, quien fue luego el artífice de cinco copas de Europa para el cuadro español. Era tanta la grandeza de Millonarios que esa formación de 1952, con el agregado del húngaro Ferenc Puskas, el uruguayo José Santamaría y el ibérico Paco Gento es clasificado por la Enciclopedia Océano del Fútbol como uno de los mejores equipos de toda la historia del balompié mundial.

Barcelona recién iba a iniciar sus entrenamientos para la temporada 1952. Su arquero Enrique Romo y el zaguero central Carlos Pibe Sánchez no estaban en las prácticas. Tampoco su mediocampista estrella Jorge Cantos y su artillero Chuchuca. El ídolo apeló a los refuerzos -una medida usual en aquel tiempo- y se eligió a los argentinos Eduardo Tano Spandre, Jorge Caruso, Héctor Pedemonte y Juan Deleva. El arco se lo confiaron a Jorge Delgado Guzmán, de 19 años, salido de las filas de la selección del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte. EL UNIVERSO del 17 de mayo comentaba: “Desde la época brillante en que los jugadores barceloneses superaron por 3 a 2 a los técnicos jugadores rioplatenses, no se ha visto a los criollos demostrar el mismo virtuosismo, el mismo temple y la misma garra para doblegar a otros cuadros de similar jerarquía que el campeón colombiano”. Y agregaba: “¿Podrá Barcelona reeditar su brillante triunfo?”.

Con un lleno hasta las banderas el 21 de mayo de 1952 salió a la cancha el equipo local con Delgado; Juan Benítez, Spandre, Heráclides Marín; Caruso, Pedemonte; Jorge Mocho Rodríguez, Enrique Pajarito Cantos, Juan Deleva, José Pelusa Vargas y Andrade. Por Millonarios Cozzi; Soria, Steinberg, Ramírez; Rossi y González; Reyes, Mosquera, Di Stéfano, Castillo y Mourin.

Publicidad

En los primeros minutos el intenso dominio colombiano provocó el lucimiento de Delgado con una salvada ante un disparo de Reyes, a dos pasos de la valla. Las veloces incursiones de Di Stéfano eran bien controladas por Spandre. Violentos tiros de la Saeta Rubia y de Mosquera eran conjurados por Delgado. “La buena labor de la defensa de Barcelona, en la que sobresalían Delgado y Benítez, mantenían la igualdad en el marcador, pese al ligero dominio millonario”, comentó al día siguiente EL UNIVERSO.

Aviso en EL UNIVERSO del duelo entre Millonarios y Barcelona. Foto: Archivo

Barcelona se repuso y empezó el baile de Andrade a Soria y las incursiones de Cantos y Deleva, incontrolables. Un cabezazo de Pajarito superó a Cozzi, pero el balón se estrelló en un poste al final del primer tiempo. Barcelona se imponía en el segundo tiempo. Andrade eludía a Soria, pero se encontraba con agresiones de Rossi lo que provocó un conato de bronca. A los 54 minutos, un foul del técnico pero violento mediocampista argentino a Andrade provocó un tiro libre que cobró Caruso. No pudo atajar Cozzi, el balón salió del área y Soria detuvo a Deleva con falta que fue cobrada con maestría por Vargas. Se lanzó Cozzi a una esquina, alcanzó a manotear el esférico y aprovechó Deleva para anotar el gol que sería el de la victoria.

Publicidad

Espoleado por el tanto, Millonarios se lanzó a la ofensiva. El portero Delgado era un bastión en lo que era el mejor partido de su larga vida futbolística. Rossi no podía detener a los atacantes toreros y apelaba a brusquedades. A los 25 minutos elevó a Guido Andrade con una falta intolerable que causó su expulsión. Benítez había anulado a Mourin y debió ser cambiado por Aguilera. A propósito del recordado defensor guayaquileño Diario EL UNIVERSO afirmó: “El zaguero barcelonés Juan Benítez es entre todos el mejor de la partida y a su denodada acción se debe que el arco barcelonés se mantuvo invicto”.

El final del cotejo motivó un gran festejo. Hoy debe recordárselo como uno de los mejores momentos de la gloria torera. En este tiempo en que hay gente de los medios que grita contra el espectáculo que tanta falta hace en un fútbol mediocre, ausente de estrellas del gol y de creadores inteligentes. De los protagonistas hoy solo vive nuestro antiguo y admirado amigo Jorge Delgado Guzmán, a quien dedicamos este recuerdo. (O)