“La experiencia es un peine que te dan cuando ya te quedaste pelado”, filosofaba Ringo Bonavena en una de sus tantas sentencias barriales cargadas de humor. Con el liderazgo sucede algo similar. Cuanto menos fútbol hay sobre el campo de juego más aflora el tema del liderazgo, un tópico de insistente actualidad. Naturalmente que es una importante virtud, como otras tantas. Entre dos futbolistas de iguales capacidades sobresale quien tiene mayor personalidad para llevar el cuadro adelante. Pero cuando uno busca un crack no le mira el liderazgo sino la habilidad, el remate, el cabezazo, la técnica, la inteligencia. Luego se entera, por los compañeros, de que además tiene ascendiente sobre el resto del plantel, que maneja el vestuario, lo siguen.

Garrincha no tenía liderazgo, solamente era un genio. Si a Houseman o a César Cueto le hubiesen preguntado a los veinte años por el liderazgo hubiesen respondido: “¿Con qué se come…?”. Ni idea tenían de eso. Habían pasado toda su infancia y adolescencia con una pelota en los pies y poseían una relación íntima con ella, la amaban y esta les obedecía. Les daba resultado. ¿Alguien le pidió alguna vez liderazgo a Tostão, a Coutinho, a la Bruja Verón…? En la época del Estudiantes campeón de América y del mundo, los partidos eran así: Estudiantes 2 - Palmeiras 1. (Goles: Verón 2). Manchester United 1 - Estudiantes 1. (Goles: Bobby Charlton y Verón). La Bruja poseía un producto más apetitoso que el liderazgo: genialidad y goles. Bochini se cambiaba en un rinconcito del vestuario, sin hacer ruido, después entraba y ganaba los partidos. Y hacía delirar a decenas de miles en las tribunas. Ellos lideraban desde el juego.

Esta es una moda del periodismo de nuestros días. Jamás hubo un grupo de treinta individuos con treinta líderes, hay uno. En una tropilla hay seiscientos caballos y uno solo comanda.

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Antes no se hablaba de liderazgos, uno esperaba eficiencia, que el lateral marcara, que el arquero tapara y que el nueve hiciera goles. Kempes dijo de Maradona (ahora ungido rey del liderazgo) “Maradona no tenía liderazgo”. ¿El arquero también tiene que tener liderazgo… o atajar las que van adentro…? ¿Qué es mejor, que el lateral marque o que tenga liderazgo…? En Brasil del ‘70 el mandamás era Gerson, Pelé jugaba nomás. Gerd Müller casi no hablaba, pero era una fiera humana. E inventó un club llamado Bayern Munich. Zidane siempre fue un sujeto retraído, sin embargo, es uno de los grandes de la historia. Bobby Charlton fue el último miembro de una célebre familia futbolera de Inglaterra: la de los Milburn y Charlton. Sus tíos y primos, y su hermano Jackie fueron grandes jugadores. Por su timidez y falta de chispa nadie pensaba que Bobby seguiría los pasos hasta que una jauría de ojeadores y buscadores de talentos se apersonó en la casa materna a pedir la firma de su madre para ficharlo. Fue el mayor artista del fútbol inglés en todos los tiempos. Hay centenares de casos idénticos. ¿Era importante que Bobby diera la arenga antes de salir al campo o fuera a pelear los premios ante los dirigentes…?

El ser humano es una especie, siempre hubo líderes naturales, machos alfa, pero fueron uno entre tantos. Nunca en un plantel de 25 futbolistas puede haber 25 líderes, hay uno o dos, los demás agregan cualidades técnicas, incluso espirituales, pero no son jefes de manada. Hay elementos de extraordinario carácter (Haaland), de una garra fenomenal (Kimmich) o de personalidad avasallante (Dibu Martínez), pero no necesariamente llevan la voz cantante en el camarín.

En todo grupo humano hay algún líder, a lo sumo dos, el resto aporta otras facetas. Antonio Ubaldo Rattin fue un jugador discretísimo con la pelota, pero un tremendo líder. “Pocho” Pianetti pateaba los penales; tenía patada de mula. Cierta vez falló un penal, a la fecha siguiente otro y luego uno más. Tres al hilo. Dos domingos después sancionaron otro penal a favor de Boca y fue Pianetti a acomodar la bola. El Rata lo frenó: “¿Qué hacés, Pocho…? Dejá esa pelota ahí…” Pianetti no dijo ni mu, se apartó y pateó un compañero. Ahí está la importancia del liderazgo.

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Otra vez que Boca andaba mal, volvieron un martes a los entrenamientos y, en el vestuario, ya prontos a salir al campo, Rattin le dice a la tropa: “No se vayan que vamos a hacer una charla”. “¿Para qué…? Vamos a pelotear” respondieron dos o tres. Y ahí le salió el capitán de adentro al gran Antonio: “No, no, cerrá la puerta, vamos a hablar porque andamos mal, esto es Boca, no podemos perder todos los partidos, hay que enderezarlo”. Y ahí nomás encaró a uno por uno. A Mourinho, un centromedio magnífico que fue capitán hasta de la Selección Argentina y murió en Chile en la tragedia del avión del Green Cross, le espetó: “Vos, Gallego, no estás marcando a nadie”. Y así fue recorriendo el espinel. No tenía el tono acusador o delator ni del reproche personal, enfocaba el problema, los compañeros lo entendían, era el líder frontal que con palabras francas pretendía el bien común. Él también exponía sus propias deficiencias. Y Boca empezó a salir del pozo.

El Rata fue un líder fenomenal y se lo respeta por tal. Pero Rattin hay uno en cada plantel, no veinte. Y jugaba por eso. Con la pelota hablaban los otros.

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Desde luego se trata de un gran atributo. Es mejor tenerlo. Pero pareciera que ahora tiene que ser líder hasta el utilero. “Sí, es buen utilero, tiene el vestuario impecable, pero le falta liderazgo”. ¿El plomero también necesita liderazgo…? ¿Y el que vende zapatos…? ¿No se exagera con esto…? (O)