En un año pandémico es casi imposible exigir que el campeón del torneo nacional de fútbol sea aquel equipo que hubiera evidenciado la mayor regularidad en la campaña.

Es posible que el futuro campeón muestre en la tabla de posiciones la mayor cantidad de puntos; pero, si analizamos y desmenuzamos cuándo y cómo los consiguió, confirmaremos que quien levante la copa será quien aproveche rachas intermitentes o muestre mayor resistencia que otros equipos que no pudieran presentar los estándares que exigía este atípico certamen.

En la práctica, aquellos equipos más opcionados con ganar el título han usufructuado de sus potencialidades, pero ninguno de ellos ha mostrado rendimientos óptimos en forma mantenida.

Publicidad

Está claro que en el fútbol no existe lógica y su mundo es impredecible, con mayor razón si las circunstancias han obligado este año a modificar planes de trabajo, y la suspensión de las actividades futbolísticas. Esta temporada es imposible exigir regularidad si en pleno camino las reglas se modificaron. Ante el riesgo y el temor a contagios, se debieron aprobar protocolos sanitarios, también jugar sin público en los escenarios deportivos. La suspensión también obligó a modificar y reprogramar el torneo. Con estas premisas, es imposible desconocer el mérito del campeón y tampoco es dable criticar despiadadamente a los que se mostraban favoritos y fracasaron en el propósito.

El ámbito económico, seguramente, mostrará números rojos. Los esfuerzos de los equipos por seguir en la competencia, con balances de mayores egresos que ingresos, avizoran que está por llegar una crisis financiera de grandes dimensiones en los clubes que pasará facturas implacables en las finanzas de todos aquellos que con el tiempo no han sabido armar estructuras institucionales. Pero no es solo la pandemia la responsable. Todos sabemos que algunos clubes antes también vivían entre incumplimientos, sumado a la mediocre gestión de dirigentes improvisados en estos menesteres, que han decidido poner en riesgo el futuro de equipos históricos a cambio de un cuarto de hora de fama.

Los canarios ahora miran de reojo a los equipos que les siguen.

Barcelona se afianza

El campeonato ha sido muestra de irregularidad competitiva. Hoy nos encontramos con un Barcelona que ha podido rediseñar sus actuaciones y ha obtenido puntos valiosos en esta última milla del torneo. Ahora depende mucho de lo que pueda mantener, tan solo mirando de reojo lo que puedan hacer sus celadores. Esta cercanía con la gloria obligará a concienciar sobre sus responsabilidades y deberes.

Publicidad

Las razones del privilegio que goza Barcelona tienen sus explicaciones, desde lo futbolístico, en Javier Burrai, un arquero seguro, y en que el sector defensivo es el menos vulnerable, sobre todo cuando están vigentes Pedro Velasco, Darío Aimar, Williams Riveros y Mario Pineida. También la inclusión de Byron Castillo como volante por derecha le ha dado a Barcelona recursos ofensivos inagotables. A Bustos hay que reconocerle que buscó y encontró una primera línea muy trabajadora con Bruno Piñatares y Nixon Molina.

También se han confirmado la influencia y dependencia del nivel de Damián Díaz y el buen año de Emmanuel Martínez. Y lo de Jonatan Álvez, que, aunque siempre es un disparo el aire, el delantero se acordó de que fue contratado para hacer goles.

Publicidad

Persistencia azul

El otro candidato es Emelec. Juega y apuesta con un calendario que todavía le da opciones. Desde los papeles, por supuesto, porque en la cancha es una muestra de lo abstracto que puede ser el fútbol y sobresale la incertidumbre por la reiterada inclinación a la experimentación de los hermanos Rescalvo. Tienen opción, porque es el equipo que más aprovechó la irregularidad de los competidores. Con esas contrariedades anotadas, su hinchada sigue confiando en que se produzca el milagro.

El City, inédito

Guayaquil City, sorpresivamente, participa en lo que significa la mejor temporada en su corto tránsito por la Serie A. Justifica su expectativa en las incorporaciones importantes en el plantel, que le dieron la forma a ese fútbol que hoy propone, alejándose de lo especulativo, como acostumbraba. La mezcla de jugadores experimentados con jóvenes canteranos ha ubicado a su técnico Pool Gavilánez como un estratega de mayores consideraciones. La dirigencia ha realizado una inversión importante, apostando a que la participación en los torneos internacionales los pueda compensar.

Algo interesante sucedió la semana pasada, cuando los tres equipos de Guayaquil lideraban la tabla de posiciones. Coincidió con un hecho sucedido en 1991, cuando también los equipos guayaquileños compartían los primeros lugares. Fueron Barcelona, Emelec y Valdez, que se disputaban el campeonato, ganado al final por el club torero.

Independiente y la Católica conllevan poca amenaza ya.

Albos ceden

Liga de Quito, que goza por méritos propios estar en la final al haber ganado la primera etapa, también sucumbió a la irregularidad, perseguido por lesiones y contagios, y con un calendario forzado por la participación en la Libertadores. Apremiado por estas causas, se olvida de a poco de quedar campeón sin jugar finales; pero, sin lugar a dudas, posee la plantilla más cara y mejor del torneo, con Adrián Gabbarini, que es un excelente arquero y con una defensa como la de Pedro Perlaza, Franklin Guerra, Moisés Caicedo y Christian Cruz, de quienes muchos pensábamos que iba a ser la defensa titular de la Selección.

Publicidad

El DT Pablo Repetto no pudo contar con todos ellos en los momentos importantes de esta segunda etapa y eso produjo un bajo nivel en la competencia y una caída de expectativa. Liga, además, tiene al máximo artillero del torneo, el colombiano Cristian Martínez, quien se ha dado el lujo de dejar en el banco al uruguayo Rodrigo Aguirre, considerado uno de los mejores jugadores extranjeros en 2019. Si alcanza a recuperar y estabilizar a su equipo titular, Liga de Quito volverá a ser gran favorito para ganar el campeonato.

Ahí están los cuatro clubes que apuestan por el campeonato. Los otros dos que siempre son opcionados, pero pocas veces llegan a esos lugares estelares, son Independiente del Valle y Universidad Católica.

Tal vez el equipo del Valle, fiel a su filosofía de presentar rostros frescos en el campeonato y convertirlos en jugadores de exportación, descuidó la copa que le hace falta en sus vitrinas, la doméstica. Este año priorizó ganar la Libertadores y, como van las cosas, parecería que se puede quedar sin pan ni pedazo. Católica –que se ha convertido en protagonista permanente en los últimos años, pero pierde pista en las instancias decisorias– goza de una economía sana y un cuerpo técnico importante. Ya son lejanos sus subcampeonatos de 1973 y 1979, logros máximos.

En fin, es un año complicado por la COVID-19. Nuestro campeonato, a la medida de las circunstancias, se ha mostrado interesante, con críticas por la mediocridad arbitral, por supuesto, con las debidas excepciones. Se pide a gritos la implementación definitiva del videoarbitraje (VAR).

A pocos días de conocer quién será el campeón, quedará en los libros que en 2020 el campeonato ecuatoriano rompió aquella regla infranqueable que sostiene que en el fútbol la regularidad es garantía y sinónimo de títulos. (O)