Jugadas ya las dos primeras fechas de la eliminatoria sudamericana al Mundial de 2022, la cual otorga cuatro cupos directos y otro para el repechaje, tanto Brasil como Argentina han vuelto a recordarnos que ellos gozan del privilegio de ser casi siempre los preclasificados. Colombia mete miedo por la cantidad de jugadores de altísimo nivel. Las restantes siete selecciones se disputarán los cupos sobrantes. No hemos incluido en esta ocasión a Uruguay, porque su cuerpo técnico, liderado por el maestro Tabárez, tendrá que soldar mucho y apostar por el costoso cambio generacional. Lo más probable es que lo logre y sea un candidato fuerte a clasificar.

De acuerdo con estos cálculos conjeturales y tomando en cuenta que tanto Bolivia como Venezuela han mostrado severas dificultades, no solo desde lo futbolístico sino también organizativo, existirían cuatro selecciones que entrarían a una plena disputa por la clasificación. Me refiero a Chile, Perú, Paraguay y Ecuador.

Me he permitido ubicar a nuestra selección en este grupo de opcionados, no tanto por lo visto futbolísticamente en estos primeros partidos, lo cual nos volvió a ilusionar, sobre todo lo realizado en Quito, sino por otras razones que refuerzan esa esperanza, tales como que el cuerpo técnico realizó las convocatorias sin ninguna presión dirigencial o empresarial, como era habitual en anteriores eliminatorias.

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Gustavo Alfaro y su nutrido grupo de colaboradores y asesores superaron esa etapa de desconocimiento que tenían de nuestro fútbol, lo cual nos hacía dudar sobre que en tan pocas horas de prácticas pudieran conseguir una idea clara de lo que debían hacer, sobre todo jugando en su debut en la Bombonera de Boca (sin público) y ante el tan promocionado equipo argentino. El resultado, caída por 1-0, terminó superando el recelo lógico que sentíamos por un resultado adverso y desmotivador. Sobresalió en algo la estructura y organización del equipo, sin olvidarnos que tuvo dos errores, como el de ubicar al joven Ferigra como lateral derecho sin serlo y a Mena con perfil cambiado. Pero, en fin, pudo más el consuelo de haber terminado con un resultado honroso, así se haya perdido.

Convicción ante charrúas

En el partido contra Uruguay vimos un cuerpo técnico empoderado y convencido de cómo conseguir el resultado. Quizás sea una razón de peso la que nos permitió constatar lo expeditivos que estuvieron nuestros jugadores en la cancha y el ordenamiento táctico, que no es fácil concebir en los equipos ecuatorianos salvo excepciones. Parte del éxito fue presentar una alineación que mezclaba experiencia y juventud y una gran mayoría debidamente aclimatada, factor que no es menor y que muchas veces el propio equipo ecuatoriano lo ha sufrido cuando técnicos obstinados y comprometidos en apellidos alinearon en Quito jugadores inadecuados, con los resultados conocidos.

Desde lo subjetivo de los valores, lo que más relució fue la firmeza con que la Tricolor enfrentó a un apergaminado Uruguay. Y cuando me refiero a la firmeza relaciono a la que se deriva de la confianza, la voluntad y el conocimiento. Todo conjugado a la vez permitió obtener el resultado altamente eficiente. Tras el partido las explicaciones sobran, pero como la emoción del triunfo a veces las hace omitir, siempre es útil documentarlas.

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¿Por qué califico al triunfo sobre Uruguay de magnífico e incuestionable? 1. La visualización de Alfaro fue la correcta al hacerse fuerte posicionalmente para hacer daño al rival; 2. El concepto de cómo activar el fútbol ofensivo, rectificando sobre la ubicación de Mena y con la presencia de dos delanteros rápidos y complementados, como fueron Valencia y Estrada; 3. Confiar en jugadores jóvenes que están en pleno proceso, pero que demostraron que son capaces de saltar etapas; 4. Utilizar los recursos naturales de nuestros jugadores: potencia, velocidad y técnica, que terminan siendo más determinantes que los beneficios de la altura de Quito; 5. Desde lo táctico, Ecuador hizo ver muy mal esa repetida memoria colectiva que siempre hizo fuerte a Uruguay cuando debimos enfrentarlos en la capital. La presión media que aplicó Ecuador, desajustó el departamento defensivo rival. El propio entrenador uruguayo Tabárez, parafraseando el descalabro, recordó la letra de una canción: “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí”.

‘Cuestión de creer’

Luego del éxito conseguido y sobre todo de haber obtenido tres primeros puntos como locales, convalida la ecuación ya comprobada de equivocarnos muy poco en casa y acertar algo de visitante, lo cual nos sirvió para obtener la clasificación a tres mundiales, creo que es interesante resaltar una frase de Alfaro en rueda de prensa: “Esto es cuestión de creer. Estoy orgulloso de este equipo y puedo decirle a la gente que se quede tranquila, porque estos jugadores están predispuestos y comprometidos”.

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Alfaro debe tenerlo claro y también demostrar que para ser el líder de este proyecto, que trae como principal objetivo la clasificación al Mundial, más importante es la práctica que la teoría.
Alguna vez declaraba el español Vicente del Bosque, nada menos: “Un entrenador debe ser íntegro, recto, ejemplar; su poder depende menos de su palabra y más de su ejemplo”. Así conseguirá gobernar a sus dirigidos, quienes deben concebir que el ser seleccionado por tener cualidades y capacidades futbolísticas también exige disciplina, que las prioridades no sean las económicas o si tiene o no voluntad de concurrir al llamado, que el fin es mucho más que sus intereses, porque está en juego el sentimiento popular.

Olvidarse de indignos

Que recuerden quienes tengan el honor de ser convocados y también el cuerpo técnico de la Selección que no queremos que se repitan esos hechos vergonzosos que se dieron antes y hace poco también, como, por ejemplo, el informe público que presentó Gómez Nogueira sobre las inconductas y repetidos actos de indisciplina graves que incurrieron jugadores de la Selección de 1969. No está lejano el caso de la eliminatoria a Rusia 2018, cuando tras ganar la totalidad de puntos en las primeras cuatro fechas, terminó siendo un fracaso, con una actuación ignominiosa de varios futbolistas, antes del partido final con Argentina, transformándose en escapistas descubiertos. Deshonraron al fútbol ecuatoriano a nivel mundial. No hay cómo olvidar tampoco el evento bochornoso de los insensatos del piso 17, en la Copa América de 2019.

Ojalá que en esta nueva experiencia los discípulos de Alfaro entiendan que la propuesta, la prueba y el resultado están íntimamente ligados con la preparación externa e interna y que el juicio público por su naturaleza ocupa un espacio notorio. Este será implacable y deja huellas. Por todo aquello, si son responsables y respetan la causa, se los recordará siempre como héroes; y si hacen lo contrario, como indignos.

Que se olviden en la Federación Ecuatoriana de Fútbol, y se sume a esto Alfaro, de aquellos futbolistas que usaron la Selección para catapultarse internacionalmente y hoy tienen la voluntad perdida. Para ellos, la indiferencia. Que la nueva generación de futbolistas y los experimentados, entre ellos unos cuantos redimidos, tengan muy presente que con la ilusión del pueblo no se juega. Queremos el compromiso formal, que tanto en la victoria como la derrota nunca les puede faltar el esfuerzo y la lealtad a la causa. Solo así todos seremos una Tricolor sin temor ni condición encima. (O)

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