“El récord que perdió Faryd Mondragón”, informaron varios medios la semana anterior. Se referían a que el peruano Leao Butrón superó su marca de ser el arquero más longevo en disputar un partido de Copa Libertadores. Fue con Deportivo Cali y tenía 42 años y 291 días. “Butrón acaba de tapar para Alianza Lima frente a Nacional de Montevideo a un día de cumplir 43”, agregaban.

No es la canchita de la esquina, jugar a tal nivel con esas edades es altamente meritorio, casi un milagro; habla de jerarquía, voluntad, disciplina, profesionalidad. Pero, en verdad, Faryd no perdió ningún récord, nunca lo tuvo. Y Butrón tampoco lo ganó. El arquero –y el futbolista en general– más veterano en más de seis décadas de Copa es Luis Esteban Galarza, quien el 17 de abril de 1995 se retiró de la Libertadores actuando para Jorge Wilstermann con 44 años y 81 días. Fue una injusta despedida para el mejor golero de la historia del fútbol boliviano: esa noche limeña, Sporting Cristal les ganó 7-0. Lucho no merecía esos siete cachetazos como adiós, no condicen con su grandeza. Pero la noticia sirvió para exhumar una bella novela humana y deportiva, la de una dinastía como no se ha dado en un siglo y medio en este deporte. Lucho Galarza o el Mono, como le decían sus compañeros, es el personaje central de esta increíble saga.

Que comenzó en 1950, cuando Ramón Mayeregger, el hermano mayor de una fecunda familia futbolera, debutó bajo los tres palos de Nacional de Asunción, el club de Arsenio Erico. El joven Mayeregger destacó rápidamente por sus voladas espectaculares y fue titular de la Selección paraguaya en el Mundial de Suecia 1958. Luego sería transferido al Emelec, donde alcanzó la idolatría. El Candado Mayeregger, lo llamaron, porque cerraba el arco.

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Ramón fue el inspirador de sus dos hermanos menores por vía materna, Arturo y Luis Galarza Mayeregger, quienes de pequeños se volcaron al oficio de atajar, y entraron también en el club Nacional. Arturo llegó a primera división y en 1969 emigró a Bolivia, contratado por el Bolívar de La Paz. En esas estaba cuando el 26 de septiembre se produjo el trágico accidente aéreo en el que pereció todo el equipo del The Strongest, el más popular del país por entonces. Caló tan hondo en el sentimiento que prácticamente toda Bolivia ayudó en la reconstrucción del Tigre Paceño. Fue cuando Arturo se cruzó con un directivo atigrado y le comentó: “Tengo un hermano menor que ataja en Asunción, es muy bueno”. “Dígale que se venga”, fue la respuesta instantánea.

Lucho ni siquiera había debutado en Paraguay, tenía 18 años. Cuando lo vieron en La Paz, los dirigentes dudaron: “¿Podrá jugar…? Es un chico”. Pero el técnico Freddy Valda lo puso a prueba y enseguida lo recomendó a los directivos: “Si lo trabajan bien, tienen arquero para quince años”. Se quedó 18.

Arrancó en 1970 y no paró hasta fines del 87. Se convirtió en un histórico del club por fidelidad y por sus notables condiciones. “Tenía una personalidad increíble y nos transmitía su garra y confianza a los compañeros”, dice Luis Liendo, volante que compartió añales con él. Pero al llegar a La Paz, en noviembre de 1969, vivió un suceso tragicómico: arregló contrato y le ordenaron ir a entrenar, y fue, pero eran tres jugadores nada más, los otros habían caído en la montaña, con el avión. “Estaban los dos que no habían viajado junto con el equipo, Rolando Vargas, porque pidió permiso para trabajar, y Luis Gini, que estaba lesionado. No se podía hacer fútbol, nos juntábamos los tres, dábamos unas vueltas a la cancha, unos ejercicios y nos íbamos a casa”, cuenta Luis.

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Durante diez años se dio un suceso extraño: Arturo y Luis fueron los dueños del arco de Bolívar y The Strongest, el gran duelo del país, como si dos hermanos se enfrentaran en un Boca-River o en un Barcelona-Emelec. Y eran los capitanes. “Con Arturo estábamos todo el día juntos, y cuando llegaba el clásico, no hablábamos de fútbol para eludir el tema. Ambos éramos los capitanes, así que, aunque habíamos compartido hasta un rato antes, nos saludábamos en el medio del campo”, evoca Lucho.

El arquero –y el futbolista en general– más veterano de la Copa es Luis Esteban Galarza. El 17 de abril de 1995 se retiró de la Libertadores con el Jorge Wilstermann. Tenía 44 años y 81 días.

Se miraban seriamente y se intercambiaban banderines, que luego iban a parar a la misma pieza. Los dos queríamos ganar y lo único que nos decíamos era “Vos tapá todo lo que puedas, yo haré lo mismo, y ojalá empatemos”. Después tomábamos mate, cenábamos juntos y comentábamos el cotejo hasta las dos de la madrugada, fumando un cigarrillo…

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Se nacionalizaron y defendieron a la selección boliviana, sobre todo Lucho, quien enfrentó varias veces a Paraguay por Eliminatorias y Copa América. Fueron pasando los años y los clásicos. Ambos se casaron y tuvieron hijos varones. ¿Qué fueron ellos…? Arqueros también, como casi todos los Galarza Mayeregger. Una vasta simiente futbolera: Arturo es papá de Carlos Rolando, hoy con 35 años, quien disputó la Libertadores para Real Potosí en 2002. A su vez Luis es padre de dos guardametas: Sergio Daniel Galarza (35), quien también llegó a la selección boliviana y actuó en el máximo torneo continental de clubes para Oriente Petrolero y Jorge Wilstermann (6); y Luis Eduardo Galarza, con larga trayectoria en Wilstermann, Strongest, etcétera.

Seis arqueros profesionales en una misma familia, varios con brillantes trayectorias, cinco protagonizaron la Copa, tres fueron internacionales por Bolivia y uno por Bolivia y Paraguay. Y mil anécdotas adornando la historia, como la que relata Sergio Daniel… “Hacía un mes que había cumplido mis 18 años y jugaba en Metalsan, cuando me avisan que voy a debutar en primera. Era un miércoles por la noche y enfrentábamos a Wilstermann, donde actuaba mi padre, Luis. En ese tiempo, 1993, muchos clubes no concentraban antes de los partidos, así que ese día estuvimos juntos en casa con papá, a la tarde salimos con el auto, cada cual pensando en lo suyo. Llegamos al estadio, él se fue al vestuario de Wilstermann y yo al de Metalsan. En la Liga coincidimos unos tres años. En todo ese tiempo creo que nos enfrentamos tres o cuatro veces y nunca pude ganarle un partido”. Antes de emigrar a Bolivia, Arturo Galarza fue una docena de veces internacional con la selección paraguaya y el 31 de marzo de 1965, en un partido amistoso en Guayaquil, enfrentó a su hermano Ramón Mayeregger, que militaba en Emelec. El club de Capwell venció 2-1 a Paraguay en el Modelo.

Otro hermano de madre, Hipólito Recalde Mayeregger, el tío Poli, como lo llama la familia, fue un gran volante derecho de Olimpia que marcó el gol franjeado a Peñarol en la primera final de la Libertadores en 1960. La señora Mayeregger había tenido tres hijos de soltera y cinco de casada con el señor Galarza.

De los siete miembros de la dinastía Mayeregger Galarza, dos ya han fallecido, Ramón y Arturo. Los otros siguen en distintas funciones en el fútbol.

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Falta un capítulo más: los nietos. Y ya están golpeando la puerta del fútbol: Lucas Galarza, nieto de Arturo, llegó a la primera de San Lorenzo, en Asunción. ¡Y es arquero…! Su hermanito Matías fue el 10 de Paraguay en el último Sudamericano Sub-17.

Por su parte, en Santa Cruz de la Sierra asoman otros dos, Sergio y Esteban, nietos de Lucho, aunque son chicos de momento. No es realismo mágico ni tuvo que ver la imaginación de García Márquez. Es real. (O)