Nos da la impresión de que el fútbol ecuatoriano en la actualidad estaría debutando entre tormentas, y que un 70% de sus escenarios/dirigencia torturan lo natural que tiene el balompié, desde sus bases hasta llegar al profesionalismo. Es una lástima que no aparezcan una ley, un ministerio o una asamblea que paren a quienes tratan de debilitar y oscurecer los sueños de centenares de jóvenes ávidos de alcanzar una meta profesional.

¿Y a qué se debe esto? Primero, al hecho de permitir que los clubes profesionales de la primera categoría puedan tener hasta cinco futbolistas extranjeros en su plantilla (algunos de los cuales llegan al país con la etiqueta de paquetes); y segundo, a la situación de que algunos jugadores foráneos, a través de tremendos compadrazgos, han logrando obtener, en los últimos tiempos, la nacionalidad ecuatoriana dizque por méritos deportivos, habiendo incluso equipos que suman dos, tres y hasta cuatro futbolistas nacionalizados, regalándoles lo más sagrado de un país: su himno y su bandera.

¿Y qué originan estas tormentas de moda? Una adversidad al desarrollo, eclosión y masificación infanto-juvenil del fútbol; el ocaso de figuras que llegan tempranamente a colgar su camiseta, pantalón y polines; en taparle espacio a los talentos para sonreír con la gloria; en tenerles una luz roja permanente a los valores en potencia y en reducirles en un 70% el podio del profesionalismo.

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Y a estas tempestades se suma la llegada en días anteriores de entrenadores extranjeros “chichones” en encontrar falencias en divisiones menores; por cierto muy distante a la realidad de la teoría y de la práctica de la enseñanza/aprendizaje. Y en este mismo terreno un organismo que imparte cursos de balompié quiere implementar una metodología a los niños que no cabe en el medio.

Tenemos que hacernos respetar, Ecuador está en un buen concepto debido a sus éxitos mundialistas, por su exportación de jugadores y por su trabajo en las formativas con técnicos nacionales. El mundo del fútbol lo sabe, lo aplaude y lo admira.

¿Y cómo nos alejaremos de las tormentas? Cuando tengamos dirigentes con temple, carácter y firmeza; cuando se note la integración de los entrenadores, cuando los gobiernos no entreguen cartas de naturalización como barajas de naipe; cuando no más de dos o tres extranjeros o nacionalizados estén en cancha; y cuando se fomenten con veracidad torneos juveniles hasta las series de reserva.

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“Si no aparecen rectificaciones, el fútbol del ayer, de hoy y del futuro calificará estas letras…”. (O)