En el buen sentido de la palabra, pasión es el afecto que una persona demuestra hacia otro ser que admira, o el cariño que profesa por una divisa o por una actividad que le gusta observar o practicar.

En el campo del fútbol, los referentes de la pasión por el balompié se observan desde el instante en que los padres le compran un balón a un niño, para que él vaya desarrollando sus aptitudes motrices, y luego lo inscriben en alguna academia o escuela del deporte más popular del mundo.

Entre la juventud, ¿quién no querría ser un talento del esférico en el campo de juego? ¿Lucir en su piel la camiseta de su cuadro preferido? ¿Llegar a ser integrante de una selección? ¿Aprender de este deporte viendo por televisión los partidos de las diferentes ligas internacionales? Y también por cierto, ¿convertirse en un analista del balompié?

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Los jóvenes, de entre 18 y 23 años, mantienen aún vivas sus esperanzas de llegar a ser figuras en el fútbol; pero al pasar ellos esas edades y no destacar, le dirán adiós a la posibilidad de llegar al balompié profesional; aunque luego se convertirán en seguidores de algún conjunto y también participarán en tertulias futbolísticas a diario.

Y quien ostente el distintivo de hincha será un incesante apasionado al fútbol, a su camiseta preferida y a su selección; será crítico y analista, además de razonable, según su cultura y educación, para debatir temas inherentes al balompié local e internacional; y por su carácter, en alguna ocasión, se “pasará de la raya”.

Quien no ha jugado con un balón, quien no dialoga sobre fútbol, quien desconoce de notas periodísticas balompédicas, quien se aleja de los “dimes y diretes” del deporte, y quien no distingue un esférico, simplemente vive en otro mundo… (O)