La demanda de cobro por valores adeudados que tiene el jugador argentino Ariel Nahuelpán contra Barcelona no puede ser consumida tan solo como una facultad que le permite al futbolista acercarse ante la justicia deportiva de la Ecuafútbol y así cobrar el monto convenido. Y que está en mora de pago, no importa si la cantidad es de mil dólares o que pase del millón, que es el caso que hoy tratamos, el tema tiene de por sí connotaciones dignas de analizarlas a profundidad.

La legitimidad de la obligación, en vista de que Barcelona en ningún momento negó dicha deuda, que proviene del convenio de trabajo firmado entre el club y el jugador, consta en una parte del mismo que la institución suscribía a favor de Nahuelpán cinco letras –las cuales fueron registradas en la FEF– con el expreso consentimiento. Hasta ese momento todo el procedimiento era ajustado a la práctica normada en los reglamentos de nuestro fútbol.

Con estos antecedentes desde el punto de vista legal, en caso de vencimiento, el procedimiento que consta en los reglamentos de la FEF otorga la facultad a quien se sienta perjudicado de requerir el pago por la instancia deportiva local. O sea que se dé el plazo de 30 días para que se llegue a un acuerdo o el pago en sí, caso contrario solicitar la suspensión del club, lo que efectivamente sucedió. Y la pregunta es ¿por qué el Comité Ejecutivo de la FEF niega al jugador Nahuelpán ese derecho consagrado en los mismos reglamentos?

Publicidad

En el mismo contrato firmado por las partes consta la respuesta: el Comité Jurídico de la FEF, en el informe que se le solicitó a este organismo, reafirma que la FEF no tiene competencia ni jurisdicción para tratar el tema y que por ende deje sin efecto el plazo de 30 días que dio la Comisión Disciplinaria para que Barcelona le cancele lo adeudado a Nahuelpán.

Desde mi criterio esa posición es la adecuada, porque revisando la cláusula del contrato las partes claramente convienen: “Jurisdicción y competencia: Las partes acuerdan que en caso de conflicto, divergencia, reclamo, cumplimiento imperfecto o incumplimiento de este contrato, el club fija como domicilio la ciudad de Guayaquil, República del Ecuador y el jugador en 19950 Country Club Dr., Suite 903 Aventura F1 del RTJ de la FIFA, a la jurisdicción de los órganos de conflicto de la FIFA y/o al arbitraje del TAS/CAS, en forma directa o en apelación”.

Escrito eso el mismo demandante expresamente se excluye de la normatividad que lo habría protegido en su derecho de cobrar lo que le deben en el proceso dentro de la FEF. Por supuesto aquello no le quita a Nahuelpán la opción de buscar otra instancia para cobrar, tales como son la justicia ordinaria ecuatoriana o la misma FIFA. Tarde o temprano Barcelona deberá honrar la deuda, mientras que para el abogado Ramiro Salazar, asesor legal de Nahuelpán, insiste en que se han violentado normativas no solo reglamentarias, sino constitucionales y que la FEF se encargó de transformar la seguridad jurídica en algo endeble.

Publicidad

Dice que se afectó el derecho que tienen los futbolistas en ejecutar sus obligaciones, algo que para mí está en discusión porque para conseguir esa protección legal y constitucional que invoca se deben seguir procedimientos expresos que el jurisconsulto no los advirtió.

Pero como dije al inicio de la columna las connotaciones de este caso no solo deben ser analizadas bajo el marco reglamentario y procesal. Es mucho más y no podemos dejarlo pasar: ¿cómo puede ser que un futbolista que defiende la camiseta, que suda por conseguir el triunfo de su equipo, que grita eufóricamente el gol que convirtió y que besa el escudo de su divisa los domingos solicite al martes siguiente que a su mismo equipo se lo suspenda y que así no pueda jugar y pierda el partido que debía jugar 0-3, como lo señala el reglamento?

Publicidad

La verdad que esa pregunta lo dice todo y se contesta por sí misma. Solo en un código bizarro pudiéramos encontrar que las visiones alternativas pueden darle poder a lo imprudente, pero eso no obvia que pueda traer consigo otro propósito, como lo expresa un exjugador torero Janio Pinto. El brasileño manifiesta que “lo que Nahuelpán quiere es salir del club, por eso tomó esa decisión con su abogado”. ¿Y entonces estamos frente a una maniobra para que el club lo separe y así, además, cobrar lo que falta del contrato? Si llegase a ser así, estamos ante una estrategia maquiavélica.

Pero esto no termina ahí. También son válidas las reflexiones de Janio Pinto cuando en la misma entrevista dice que subsiste la responsabilidad de la institución canaria, ya que genera “un valor adverso para el fútbol ecuatoriano y el propio Barcelona, que tiene tantas deudas”. ¿Qué podemos pensar de un club que tiene tantos problemas económicos y contrata a un jugador así, por ese monto?

Al margen de esta factible presunción, el caso tampoco termina ahí porque es verdad que la impugnación de Barcelona fue por el momento victoriosa y no fue sancionado. Pero bien pudo perderla y regresamos al hecho de que Nahuelpán solicitó que su club pierda los puntos en disputa por moroso y el cuestionamiento de fondo es: ¿cómo queda uno de los preceptos más importantes en los códigos deontológicos en el deporte, que exige lealtad hacia el grupo?

No solo los médicos o los abogados, y otros profesionales deben tener presente el concepto deontológico, que es la parte de la ética que trata los deberes y principios que afectan a una profesión y también los futbolistas deben conocerlo y respetarlo. Con todo respeto, creo que la acción de Nahuelpán rebasa los límites de la ética, que aunque a veces se le quiere modificar sus fronteras, siempre existe cuando el reproche social o el desprestigio superan el ámbito de la subjetividad.

Publicidad

“El fútbol es así”, dijo un filósofo de esquina y a la larga tuvo razón, porque el balompié termina siendo el único escenario donde lo ético corre el riesgo de perder sus límites para dar paso a las normas bizarras. (O)

¿Y entonces estamos frente a una maniobra para que el club lo separe y así además cobrar lo que falta del contrato? Si llegase a ser así, estamos ante una estrategia maquiavélica.