A los 7 años llené mi primer álbum de figuritas (aún no se llamaban Panini). Fue para el Mundial de Chile 1962. Aunque suene muy frívolo, es un recuerdo importante de mi infancia, ya signada por la pasión futbolera. Las tres difíciles eran Pelé, Tobar (un delantero chileno) y Néstor Rossi, Pipo, quien ya fungía como director técnico. Casi me desmayo de alegría cuando compré un sobrecito de figus –cada sobre traía tres– y dos eran de Pipo Rossi. Y la de Pelé la obtuvimos cambiándola por 164 repetidas. Fue una emoción tremenda cuando fuimos con mi papá y mi hermano a canjear el álbum lleno por una pelota número cinco de cuero de esas marrón clarito. ¡La primera de cuero…!

Cincuenta y seis años después acabo de conseguir un álbum completo con las Panini de Rusia 2018. Es más sabroso ir comprando los paquetitos y pegándolas, canjeando las que nos faltan... ¡Y lo haría encantado…!, falta el tiempo. Y cincuenta y seis años después estamos en Rusia para nuestra décima Copa del Mundo, octava para Diario EL UNIVERSO, una relación que, como suele ocurrir, comenzó casualmente y lleva 28 años de cariño y respeto. No presumimos de mundialistas; lejos de eso, nos encantaría vivirlo íntegramente en el living de casa viendo los 64 partidos en televisión 4K. Tampoco lamentamos estar aquí, en el país más grande de la tierra. Bellísimo, por cierto.

Arribamos a Demodedovo, uno de los cinco aeropuertos de Moscú. Enorme. apenas encontramos un cartel alusivo a la Copa Mundial para hacernos una foto y mandarla al diario. A dos días del puntapié inicial, Rusia no parece ser el anfitrión de la gran fiesta que ya palpita en el resto del planeta. No es un país futbolizado. Incluso más: si el equipo nacional quedara eliminado en primera fase, no se alteraría el pulso del país.

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“Acá gusta el hockey sobre hielo, todos los deportes de invierno, en realidad. De fútbol, lo que hablan los chicos en la facultad es del Real Madrid y del FC Barcelona. Y de Lionel Messi, Messi, Messi… De eso saben todo”, relata Heidy Rodríguez, una colombianita menuda, que hace de traductora y guía para la cadena de TV Win Sports. Heidy se fue solita a Rusia a los 17 años, gracias a una beca estatal y hoy, cinco años después, habla perfecto el ruso y está cerca de recibirse de médica. El ruido, el color, el clima de Copa lo van a aportar los visitantes. Para el debut albiceleste de este sábado ante Islandia se anuncia la llegada de 30.000 argentinos que vienen de todo el mundo.

Pero Rusia estará a la altura de lo que se juega y el certamen será precioso. Los mundiales no son la mejor expresión futbolística (hubo muchos feos). Juegan los mejores, sí, pero al no disponer del mismo tiempo de ensayo que los clubes, las selecciones no alcanzan la armonía de los equipos, que tienen a los futbolistas entrenando juntos todo el año.

Armonía es sintonía, ensamble, entendimiento, cerrar los ojos y saber que tal compañero está allá, que el otro va a picar, que fulano va a ir a buscar el centro... Es difícil lograrlo en veinte días de entrenamiento y unos poquitos partidos. Además, a los jugadores los entrena otro técnico en la selección, no el mismo que tienen todos los días en su club. Y no hay dos técnicos que den las mismas indicaciones o usen el mismo esquema.

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No obstante, los mundiales son preciosos, detienen el pulso cotidiano. Unos Juegos Olímpicos, que aglutinan todos los deportes, no le llega a la rodilla a un Mundial de fútbol. La humanidad no registra otro evento que genere más expectativa y entusiasmo. Y, además, están los colores nacionales de por medio, el sentido de pertenencia. Ese barniz es muy fuerte.

Aun asumiendo riesgos, me atrevo a decir sin temor que el de Rusia será el mejor de los mundiales, incluso superior al de Brasil, que fue excelente, por varias razones puntuales:

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1) La ausencia total de especulación. 2) La notable paridad de los equipos. 3) El extraordinario grado de preparación y capacitación que el fútbol ha alcanzado. 4) La mentalidad actual: ahora todos tienen ambiciones grandes, no son solo dos o tres los que anhelan el título, muchos sueñan con él y se ven capaces de lograrlo. 5) La velocidad del juego. 6) Están los mejores equipos y jugadores, no falta nadie. Selección que no está en Rusia 2018 no supo llegar. 7) Los entrenadores, todos muy evolucionados.

Los 736 privilegiados que integrarán las 32 selecciones son de una época posespeculación. Nacieron o se criaron en la cultura de los 3 puntos a la victoria, que comenzó en el Mundial 1994 y es el cambio más revolucionario de la historia de este juego. No vieron el catenaccio ni la era del empate ni cuando los equipos se parapetaban en torno a su arco y cedían toda iniciativa. Durante años se jugó a no perder, hoy impera la búsqueda del triunfo, el fútbol ofensivo. Y no hay dudas de que es el ataque lo que genera espectáculo. Desde luego, hay excepciones puntuales: cuando Panamá enfrente a Inglaterra adoptará una postura conservadora. Tiene lógica: no le queda otra, hay demasiada desigualdad individual. Pero es la excepción, no la regla.

A diferencia del pasado, hay un racimo de equipos con pretensiones: Brasil, España, Alemania en un primer segmento, dictado por la actualidad de cada uno. Argentina, Francia y Bélgica en un segundo; Uruguay, Inglaterra, Portugal, un pasito atrás. México, Colombia, Croacia, Nigeria, Suiza, Polonia pisándoles los talones. Pero todos ahí, juntitos, todos con posibilidades de ganarse entre sí. Y los diecisiete restantes con ganas de lastimar, de trascender, de consagrarse. Lo mejor del mundo estará en Rusia. Lo vamos a vivir todos por igual porque estamos en la era de la comunicación, de la instantaneidad y de la conectividad. (O)

Durante años se jugó a no perder, hoy impera la búsqueda del triunfo, el fútbol ofensivo. Y no hay dudas de que es el ataque lo que genera espectáculo. Es la época posespeculación

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