La relación entre la prensa y los técnicos en el fútbol del mundo tiene una larga historia de cordialidad y también de hostilidad. Este universo de conceptos que es el balompié en estos ámbitos están dos de sus principales precursores activos. El entrenador es responsable de diseñar y construir el desempeño de un equipo y la prensa es importante desde el balcón de la crítica. Su principal atributo consiste en el análisis y crítica de la teoría del fútbol, su aplicación y su desglose, y la identificación de los responsables del resultado deportivo.

En este escenario tan amplio, también entre estos dos actores, es factible que los intereses de cada cual se distorsionen por el choque de los conceptos; entre lo que el uno utiliza y lo que el otro analiza. En ese espacio en que los técnicos son expertos ellos se han encargado en crear un círculo lleno de enigmas, como cuando priorizan los sistemas o las estrategias –que terminan siendo fórmulas tácticas–, postergando la mayoría de las ocasiones en las potencialidades del futbolista. Eso constituye un serio error; los entrenadores, repitiendo ese argumento, nos han querido enmarcar en la discusión entre lo que significa la estrategia y el sistema o táctica para conseguirlo, dejando a un lado lo que en el fútbol debe tener mayor peso: la capacidad técnica, la personalidad y la potencialidad en incorporarse a lo colectivo del futbolista.

La discusión casi siempre se inicia cuando la prensa es ese aparente nudo gordiano, y enfrenta el criterio de los técnicos, quienes sostienen que la materia sobre cómo manejar y hacer jugar a los equipos son de su exclusivo patrimonio.

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No es difícil encontrar en la historia enfrentamientos entre directores técnicos y periodistas. Hay casos famosos como el Helenio Herrera, el maestro del catenaccio, considerado el primer entrenador polémico de la historia. Enfrentó a la prensa para defender un esquema ultradefensivo que le permitió obtener entre los años 50 y 60 tal cantidad de títulos (dos de Europa y del mundo con Inter de Milán en 1964 y 1965, entre otros) que se envalentonó para refutar a la prensa. Él buscaba títulos y los aficionados estaban obligados a sonreír, aunque a la prensa no les agrade el espectáculo de los equipos de Herrera. Y como HH puedo enumerar muchos debatidores conceptuales, expertos en enfrentar a la retórica, como Carlos Bilardo, John Benjamín Toshack, Marcelo Bielsa, Louis van Gaal, Diego Simeone y no puede faltar José Mourinho.

Del portugués tengo anotado un párrafo que lo describe tal cual. La cita que la encontré leyendo la guía filosófica para tiempos de crisis, del libro denominado De Nietzsche a Mourinho, escrito por Santiago Navajas. Dice: “Ya que mientras el vulgo mira la pelota, el sabio mira el espacio”. Aunque a Mourinho lo suelen denominar despectivamente el ‘traductor’, sería mejor que lo denominaran ‘Presocrático’, porque en ocasiones hace caso omiso a la prensa deportiva y se pone a hablar en serio de fútbol, como si fuera un Pitágoras redivivo. En nuestro país también, de vez en cuando, encontramos algunos técnicos convertidos en ‘filósofo’s del balompié, empoderándose de razones, para enfrentar e imponer su criterio.

En el recorrido del fútbol profesional ecuatoriano nos encontramos con entrenadores que de una u otra forma discutieron sus conocimientos con la prensa. Por ejemplo, recordamos al brasileño Otto Vieira, quien se convirtió en el primer técnico del bicampeón del Ecuador, dirigiendo al Barcelona (1970 y 1971. Luego ganó otra corona en 1980). Vieira era famoso por ser muy explícito en dar conferencias en un inentendible español, con un cerrado portugués, cuando la pregunta del periodista incluía una crítica que no le agradaba.

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Por esos años José Gomes Nogueira, otro brasileño, DT de Liga de Quito, creó una seria polémica con la prensa de la Costa, al referirse en los peores términos de los futbolistas de esa zona geográfica, situación que exacerbó el regionalismo. Alguna vez Miguel Ángel Brindisi, en los inicios de los años 90, cuando dirigía a Barcelona, ante una acusación de un reportero de haber hecho cambios inadecuados, que generaron que se perdiera un partido, el argentino sonrió. Le dijo: “Tienes razón, ¿a quién piensas tú que tenía que poner?”. Y el periodista le respondió: “A nadie, profesor. Su equipo estaba funcionando bien”. Brindisi terminó su intervención diciéndole: “Es válida tu apreciación. Transmíteles a los barcelonistas tu idea y diles que lamento no haberla utilizado”.

Cómo no recordar al brasileño Francisco de Souza (Gradym), DT del Barcelona en la década del 60, a quien se lo señalaba como el que implantó el 4-2-4 en el Ecuador. La prensa lo criticó porque alegaba que el futbolista nacional no estaba preparado para tales experimentos. Gradym asumió las críticas y con altura y discusión enriqueció al aficionado del balompié.

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Fernando Paternoster, recordado técnico argentino de una época gloriosa del Emelec, la de los años 60, en sus últimos años, sufrió mucho con las críticas del periodismo por algunos resultados. Pero su don de caballero le permitió enfrentarlas con respeto y tolerancia. Algún personaje cercano a Paternoster me comentó que él prefirió renunciar y alejarse del país, sumamente consternado; luego de pocos meses se conoció la noticia de su fallecimiento en 1967.

Tanto Gradym como Paternoster entendían que la prensa deportiva ocupaba un espacio legítimo y respetado, por ello se convirtieron en personajes muy recordados en el fútbol nacional. En nuestro país también, de vez en cuando, nos hemos encontrado con técnicos convertidos en ‘filósofos’ de la edad moderna, empoderados, adiestrados para denostar a todo aquel integrante de la prensa que se atreva a desconocer o contradecir sus conocimientos del fútbol. Están, por ejemplo, el recordado Benito Floro (exadiestrador de los canarios), quien llegó a nuestro país, como lo dijo él, a transformar el balompié nacional. Por supuesto, no lo consiguió.

El español gozaba de un singular temperamento que le permitía permanentemente chocar con la prensa deportiva. Recuerdo su alocución en una de sus conferencias que sostuvo en el Ecuador. Todo estaba por hacer y que le sorprendía que la prensa ecuatoriana negara todo lo que era sensible al razonamiento. Hubo algunos que hasta lo aplaudieron. La historia nos recuerda que Floro terminó como un buen parlanchín, gran cobrador y mal técnico.

Y sin duda alguna debemos incluir a Gustavo Quinteros, actual DT de la Tri. Un personaje que después de ser aplaudido por su gestión en el Emelec y con un espectacular arranque en las eliminatorias, fue perdiendo la compostura ante las críticas de parte del periodismo, que reclamaba que la Selección emule el rendimiento del 2015.

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Ahí se atrevió, sin escrúpulos, a calificar a parte de la prensa que lo criticaba con estos términos: “No les hago caso a algunos idiotas, detractores de su país”. El periodismo ecuatoriano, además de ponerlo en su sitio con educación y altura, esperó que el argentino hiciera un acto de reflexión y que se disculpara, pero más primó su arrogancia y asumió que su sentencia no debía ser modificada.

Hace pocos días Quinteros, en un estado de tensión y estrés, en vista de que se acercan los días cruciales de las eliminatorias, volvió a su verborragia injuriante al expresar que en el país “cualquiera dice por un micrófono una estupidez”. Por supuesto, esto también dirigido a todos aquellos que critican su trabajo en la Selección. Sin lugar a dudas Quinteros ha engordado su extensa lista de exabruptos. Para él los círculos dialécticos en su relación con la prensa no existen, ni le interesa a Quinteros encontrar espacios de discusión, de debate, mediante una lucha de conceptos, y ni siquiera por la lucha de los sentires.

En honor a la verdad, nunca en el país ha existido un DT que haga del conflicto el común denominador. En fin, siempre recuerdo el principio bíblico que dice “por sus obras los reconocerás” y pienso que podría agregarse y “por lo que dicen también”. (O)