Lo de Barcelona en el estadio Nilton Santos pasa a ser parte de la gran historia del equipo más popular del país. Quedó atrás esa oncena dubitativa que cayó en el último Clásico del Astillero. Su hasta el martes pasado tambaleante estructura defensiva lució sólida y el medio campo estuvo acertado marcando y apoyando. La escuadra oro y grana venció a Botafogo, ubicado en el puesto 37 del ranking mundial de clubes, y lo hizo de visita, con un funcionamiento más solvente que cuando lo hace en el Monumental.

Lo extraño de este Barcelona lleno de actitud y señorío es que no tuvo en la cancha carioca a cinco de sus titulares, sustituidos con ventaja por otros futbolistas. Convengamos en que Marcos Caicedo, Ely Esterilla y Matías Oyola son un notable aporte para el equipo. En la línea defensiva no se notó la ausencia del colombiano Yefferson Mena porque con Xavier Arreaga hay calidad y consistencia. No habrá en el futuro excusa alguna para que el técnico Guillermo Almada envíe al banco al joven zaguero porteño. Pero lo más palpable es lo bien que funciona el medio campo sin Damián Díaz, quien está expulsado por una de sus usuales “travesuras”: le dieron cuatro fechas de suspensión por escupir a un rival. El novísimo compatriota aporta poco en la creación; no es un manejador del equipo, criterio que mantengo desde hace mucho tiempo y que va a contramarcha de la opinión de sus obstinados panegiristas.

El primer gol de Barcelona surgió de un pase en profundidad de Christian Alemán al estilo de un auténtico número 10: una habilitación en profundidad para un alero veloz como José Ayoví. Una maniobra inteligente de este, protegiendo el balón, y un cambio de pierna para derrotar la resistencia del golero Fernández. Después, el error de Fernández y un defensa y la viveza de Jonatan Álvez para aprovecharlo y poner el 0-2. También el aprovechar las ventajas que dan los yerros del adversario es parte del buen funcionamiento de un equipo.

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Barcelona está hoy en octavos de final de la Libertadores. Es el primer equipo en conseguirlo en esta edición. Debió vencer a Botafogo en el partido en Guayaquil, pero los brasileños lo empataron con un penal inocente. Venció de visita a Estudiantes en La Plata con una producción contundente. Muy mal les ha ido a los pinchas, a los que no se puede tomar en serio desde que su presidente, Juan Sebastián Verón, decidió por sí mismo alinearse ante Barcelona después de un retiro de tres campañas y 42 años de edad. También cayó Atlético Nacional, último campeón de la Copa.

El del martes anterior ante Botafogo es el mejor partido que he visto jugar al Ídolo en al menos dos décadas. Ahora vienen las fases más duras, pero si el equipo funciona como en el estadio Nilton Santos, bien puede llegar muy alto.

Me llenó de alegría ver las fotos en que aparecen Nelsinho, Pepe Paes, Gerson Teixeira y Víctor Epanhor acompañando a los jugadores del Astillero. Ellos son parte de la historia del club. En varias épocas, entre todos, le dieron nueve coronas a Barcelona y se identificaron con sus colores. Su visita en Río de Janeiro para alentar a los futbolistas nacionales es una muestra de cuán grande es el recuerdo que guardan de su paso por el Ídolo. Inolvidable Gerson en pareja con un juvenil Miguel Ángel Coronel para conformar la mejor línea media entre 1970 y 1971 cuando fueron bicampeones. ¿Cómo olvidar la magia de Epanhor, bicampeón de 1980 y 1981 cuando era titular de la institución Pepe Tamariz? ¿Cómo olvidar los goles del Jinete Nelsinho –76 en total– cuando parecía surgir del fondo de la tierra, sin ser visto por los defensores? Y Pepe Paes, un jugador total, de enorme clase, que llegó de volante y fue, además, zaguero central y centrodelantero, según lo necesitara el equipo. “Míticos” los ha llamado Diario EL UNIVERSO. Sí, señores, son leyenda y son mito en el alma barcelonesa.

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El 92º aniversario de la fundación de la institución, iluminado por la trascendente victoria ante Botafogo, ha tenido sus nubarrones provocados por una directiva que insiste en aferrarse a la distorsión de la historia, no sabemos con qué intención. Me parece loable el propósito de reconocer a dirigentes y jugadores que marcaron una época. Pero falta a los directivos actuales preguntar a los entendidos en la historia canaria (a Alberto Sánchez Varas, por ejemplo) para no caer en errores groseros como cuando se pretendió homenajear a Agustín Delgado por haber marcado unos cuantos goles, olvidando la saña con que lideró una agresión a sus excompañeros en el estadio Casa Blanca, la cual pudo traer consecuencias fatales.

El presidente de Barcelona, José Francisco Cevallos, descubrió un busto dedicado a Isidro Romero Carbo, extitular torero. Todo resultó lamentable. “Este acto es de agradecimiento a una de las personas que forjó la idolatría del club. Estamos muy orgullosos de rendir homenaje a Isidro Romero”, dijo Cevallos. Otorgarle a Romero la condición de ‘forjador’ de la idolatría es una falsedad. Según la primera acepción de la palabra “forjar” en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, esta significa “dar la primera forma con el martillo a cualquier pieza de metal”. En sentido figurado se atribuye el carácter de ‘forjadores’ –en el caso que nos ocupa– a quienes llevaron a Barcelona a dar los primeros pasos hacia la gloria deportiva. Y la llegada de Barcelona a la idolatría empezó en 1948, cuando Isidro Romero tenía 6 años.

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El texto de la placa es un mamarracho. Por las faltas ortográficas presumimos que encargaron la redacción a un ‘romerista’ de pantalla y micrófono que en 1990, cuando Barcelona llegó a la final de la Libertadores, gritaba a todo pulmón: “¡Gracias, Isidro Romero, por usted Barcelona se ha convertido en ídolo”. Además, se equivocaron con la cantidad de títulos ganados por Barcelona bajo la presidencia de Romero. Este Diario ya lo aclaró: fueron tres, no cuatro.

Luigi Macchiavello, jefe de prensa del club canario, salió con una excusa antológica: “Nos mandaron la placa que no era. En estos días vamos a poner la verdadera”. (O)