Los futboleros van a reclamarme por qué esta columna no se refiere a los 500 goles de Lionel Messi y su victoria –que sacudió la soberbia del Real Madrid en el Santiago Bernabéu con un gol tejido magistralmente y ejecutado por el pequeño genio argentino–. Que no me refiera al partido entre Emelec y River Plate en el que el equipo guayaquileño dominó, pero no pudo evitar una jugada infantil que le costó la derrota. O que no escriba de la confesión del presidente de Conmebol de que los dirigentes tan aplaudidos, alabados y endiosados eran vulgares cacos que se llevaron a sus cuentas personales $ 140 millones, $ 26 millones de ellos transferidos a Nicolás Leoz, expresidente del organismo.

Prefiero purificarme la sangre dedicando mi columna a uno de los soldados desconocidos del deporte ecuatoriano; a alguien que entregó a la natación los mejores años de su vida en una tarea sacrificada que tornó en estrellas a muchos niños que le fueron entregados para que les revele los secretos de la natación: el querido Leonel Espinoza Heredia, maestro de maestros en la enseñanza de los fundamentos de un deporte difícil de transmitir en sus movimientos porque se desarrolla en un medio artificial: el agua.

Los que llegamos en la década de los años 50 a la vieja Piscina Olímpica guardamos inmenso afecto y gratitud a los viejos empleados y trabajadores de ese escenario. Eran jóvenes cuando los conocimos y disfrutamos de su afecto, de sus consejos y de sus bromas. Personajes inolvidables son Félix Rodríguez, a quien sus compañeros llamaban Juan Cumba, personaje de un cacho colorado; también el inolvidable Carlos Miguel Gómez y Flores que se bautizó a sí mismo como El Guapo de la Pampa de los Conejos, por lo que pasó a la historia como El Guapo Gómez, famoso por sus rifas navideñas de “un pavo esponjado” y la venta sabatina de unas hayacas gigantescas, llamadas las Doble Z. Fueron parte de ese personal tan leal y tan divertido Odalia Sánchez, a quien iba a buscar por esos años, Julio Jaramillo, cuando aún no era famoso; Lorenzo García, los hermanos Lara, el famoso Felipito y su “pelota cucarachera”, y algún otro que se me escurre de la memoria.

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Don Félix y el Guapo Gómez eran compadres, pero entre los dos tenían bromas terribles. Cuando algún bañista llegaba y quería alquilar un pantalón para nadar, Gómez lo mandaba a los vestidores con la recomendación de que preguntara por Juan Cumba. Ya se imaginan la respuesta de su interlocutor. Cansado de tanta tomadura de pelo un día don Félix compró seis bombones purgantes y le pidió a un chico bastante tonto, que frecuentaba la piscina, que se los ofreciera al Guapo Gómez. Este moría por el chocolate y aceptó el regalo. Se los comió de un solo toque y al rato los vestidores se llenaron de todos los que sabíamos de la broma, mientras Gómez entraba urgentemente al baño cada dos minutos.

El gran jefe de esa tropa maravillosa era Leonel Espinoza. Había tenido un gran pasado como nadador, especialmente en aguas abiertas en las que se batía con las estrellas de entonces: Francisco Hinostroza, Ismael Franco –conocido como el Cholo de Palmar–, Manuel Moreira, entre otros. Leonel fue triunfador en 1949 de una carrera muy larga, La Aurora-Guayaquil, con más de tres horas y media de recorrido. Triunfó varias veces en la Durán-Guayaquil y esa cercanía a la natación hizo que entrara a la Piscina Olímpica como empleado.

Hombre preocupado por su formación, leía mucho sobre el tratamiento del agua y la mecánica de los filtros y otros aparatos. A poco de entrar ya era un experto. No ha habido en Guayaquil nadie que iguale sus conocimientos. Lo consultaban de todas partes, no solo de la ciudad. Y así fue hasta el día en que se jubiló con más de 40 años de servicio a la Federación Deportiva del Guayas. Pero donde Leonel dejó los más gratos recuerdos fue como instructor de natación, especializado en la enseñanza de niños.

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Los que dejamos la natación para convertirnos en dirigentes, –Andrés Vasconcellos, César Barrezueta y este columnista– emprendimos en 1961 la tarea de formar una escuela de natación federativa y convencimos a Leonel que nos ayudara como instructor. No quiso cobrar nada y respaldó la idea de destinar los fondos de la escuela a la implementación de un gimnasio y un consultorio médico, que funcionaron por muchos años en los bajos de la vieja gradería de José Mascote y Vélez.

Ver a Leonel enseñando era un espectáculo estimulante. Ejercía una especie de influjo mágico sobre los niños. Los que más se resistían, entre gritos, a entrar al agua ingresaban como en un trance hipnótico cuando les hablaba Leonel. Los tomaba en sus brazos y los hacía entrar dócilmente al agua. Al poco tiempo se movían con destreza en la pileta. No conocí, en más de cuatro décadas de ver a Leonel enseñando, un solo alumno que no haya salido nadando.

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Viajó con los entrenadores de la época, Gastón Thoret, Roberto Frydson, Pepe Blum, Pepe Ferretti, Ernesto Ronquillo, a las clínicas de natación en Estados Unidos y perfeccionó sus habilidades al punto de ser uno de los más entendidos en el entrenamiento deportivo. Pero prefirió siempre la tarea más complicada, la que marca el futuro de un deportista: la enseñanza de los fundamentos. Cuando un chico de grandes condiciones pasaba a los entrenadores de alto rendimiento, lo hacía con una pureza de estilo que bastaba verlo en el agua para reconocer: Este es un pupilo de Leonel Espinoza.

Hace unos meses fuimos a visitar a Leonel junto con Roberto Frydson, Xavier Mayorga y otros exalumnos suyos. Ha perdido la visión y ronda los 90 años de vida, pero su mente pasa por un momento de gran lucidez. Nos habló de los secretos que lo hicieron el más grande proveedor de estrellas de la natación. Entre 1960 y el 2000 han sido muy pocos los campeones nacionales e internacionales que no pasaron por sus manos expertas y sabias.

La semana que pasó uno de sus exalumnos, Víctor Salcedo, quien dirige la academia La Joya-Rubí, organizó un festival que llevaba el nombre de Leonel Espinoza y le entregó una placa de gratitud. Escribo todo esto porque es hora de que la Federación Deportiva Nacional del Ecuador, la Federación Deportiva del Guayas y la Federación Ecuatoriana de Natación le rindan un gran homenaje a un maestro que, como Leonel, nunca pasó planilla de honorarios por sus servicios a la natación y al deporte y entregó miles de nadadores. El torneo internacional Ciudad de Guayaquil, que va a celebrarse en julio próximo, podría ser la gran oportunidad de honrarlo, si existe algo de gratitud y sensibilidad en los dirigentes actuales. (O)

Es uno de los soldados desconocidos del deporte ecuatoriano; entregó a la natación los mejores años de su vida en una tarea sacrificada. La FENA, Fedeguayas y Fedenador le deben un homenaje.