A los 10 minutos y 47 segundos de la esperada semifinal en Chicago, Chile ya derrotaba a Colombia 2 a 0. Lo atacaba por aire, mar y tierra. Toda la franja izquierda colombiana era una brecha abierta por donde subían Fuenzalida e Isla, quienes lanzaban granadas sobre el área de Ospina. No es curioso: Chile puede desbordar a cualquier equipo. Lo curioso es que, tras el partido, algunos futbolistas colombianos dijeran: “Chile nos sorprendió en esos primeros minutos”.

¿Cómo puede sorprenderlos un equipo que cuatro días antes había masacrado a México con siete goles a México…? Siete y con exhibición. Colombia estaba advertido, debía tomar todas las prevenciones posibles. Sobre todo porque, cuando juega bien, la Roja es una tromba, ningún otro equipo en Sudamérica alcanza ese nivel de excelencia y agresividad. A veces llega a atacar con 5 y 6 efectivos. Es herencia del bielsismo y del sampaolismo. Es la continuidad que pretende darle ahora Juan Antonio Pizzi. Y no sólo una cuestión de estilo: es de característica y de capacidad de esta excelente generación.

Vale agregar un asunto no menor: un Chile sin Vidal y sin Marcelo Díaz, que para Argentina sería como decir sin Messi y Mascherano. O para Colombia sin Ospina y sin James. O para Ecuador sin Noboa y sin Miler Bolaños. En ese breve lapso de bombardeo, que se extendió exactamente hasta el minuto 14 (luego ya se frenó), Chile causó daños severos en Colombia, no sólo en el resultado, lo dejó confundido, nervioso. A partir de allí la gente de Pekerman jugó acelerada, tensa, pensando más en equilibrar con pierna que con fútbol razonado. Y a Chile pechándolo no le ganan: además de buen fútbol le sobra temperamento.

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La franja izquierda de Colombia (Cardona-Fabra) era muy lenta para detener el vértigo que proponían Isla y Fuenzalida. Pekerman terminó sustituyendo a los dos, pero ya estaba perdida la batalla. Su consuelo es haber caído frente a un equipo excelente, veloz, muy fuerte mentalmente, lleno de buenos jugadores que atacan y hacen goles.

Pekerman se quejó en la conferencia de prensa posterior de un penal no sancionado (de Jara a Torres, que existió y pudo ser el 1-2 para Colombia) y también de la expulsión de Carlos Sánchez por segunda amarilla. Sánchez se ganó de largo la tarjeta roja. Ya en el primer tiempo se arrojó de manera brutal sobre Pablo Hernández, que salió gravemente lesionado por esa acción, y no lo amonestaron. La Roca, como le dicen, sobrepasa siempre el límite físico. No se puede quejar por una tarjeta más o menos.

Luego de alcanzar el 2-0, la Roja se dedicó a mantener y a contener a una Colombia que volvió a carecer de juego. Es un equipo irregular el de Pekerman, una tarde ilusiona, otra decepciona. También le ha llegado, al fútbol colombiano, la hora de demostrar. Se siente una potencia del fútbol, pero debe refrendarlo con un título. Produce buenos jugadores, de técnica y temperamento, aunque algo le impide coronar sus atributos. Ni Ospina pudo hacer nada esta vez.

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James Rodríguez había comenzado bien la Copa, sino como estrella, al menos anotando un par de goles y con positiva participación. Al final se desdibujó por completo y hasta terminó nervioso, tirando una patada fea en los últimos instantes, patada que era de roja tal vez, pero que fue amarilla por tratarse de quien se trata. Esto habla de impotencia. Personal o del equipo. Con Cuadrado no hemos tenido suerte. Llevamos años queriendo desentrañar cuáles son sus virtudes.

En varias selecciones hay que revisar la eficacia de algunos jugadores con cartel, que para la prensa o el público suelen ser intocables, pero en el juego no justifican su inclusión. Sin embargo, pasan años y siguen ahí. El fútbol tiene un sólo prisma para mirarse: desde la EFICACIA. De allí surge el RENDIMIENTO de un atleta. Y a través del rendimiento se alcanza el OBJETIVO. Después está la estética, que son cinco centavos aparte. La elegancia, el túnel, la pisada, el taquito, son valores agregados muy apreciados, siempre que sirvan para generar desequilibrio, para ganar o para establecer una supremacía sicológica sobre el adversario. Sólo así agregan belleza. De lo contrario son perjudiciales. Por eso, cuando se habla del ideal de este deporte, que es ganar y gustar, ganar se menciona primero. Nadie invierte esta ecuación. La palabra “goal” en inglés significa “meta”. Para llegar ahí se juega.

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Colombia es una de esas selecciones que debe hacer una introspección en ciertos nombres, Ecuador y Argentina son otras. Chile, por el contrario, es un modelo de eficacia y rendimiento. Y un paradigma es José Pedro Fuenzalida, carrilero derecho que entró primero por la ausencia de Isla y luego por la de Vidal. Fue figura frente a México y descolló ante Colombia, hizo la jugada del primer gol y marcó el segundo. Se ganó a pulso la convocatoria.

Fue una atractiva semifinal entre dos equipos con muy buen material (sobre todo la Roja). Semifinal que entrará en los libros de historia como el partido que duró 4 horas y diez minutos, por la suspensión temporal al cabo del primer tiempo debido a la alerta meteorológica. ¿El partido más largo en cien años de competencia…? Es muy posible. Dos horas y media esperando que cesaran la lluvia y la tormenta para arrancar la segunda mitad en los que se vieron algunas escenas inesperadas para un torneo de esta envergadura organizado en Estados Unidos. Primero, la casi total falta de información sobre si se reanudaría o no, y luego ver unos 40 trabajadores corriendo el agua del campo hacia los costados con secadores. Todo manual, a la criollla. Uno esperaba ver alguna solución más sofisticada ya que, dicen, en el país de los megaeventos están habituados a lidiar con este tipo de vendavales. No obstante, hay que decir que sacaron adelante el tema, el campo que lucía anegado mejoró y se pudo jugar el tiempo restante. Una suspensión hubiese aparejado una enormidad de problemas logísticos. Además, el juego pudo terminar, y la pelota rodaba. Es bueno tener en cuenta eventualidades como estas para futuras competencias.

Chile hizo un buen Mundial (estuvo a un pelo de eliminar a Brasil en octavos), es el campeón de América y ahora vuelve a la final. Argentina llegó por tercera vez consecutiva a una instancia decisiva. Y fueron los dos mejores equipos del torneo. No hay cómo discutirlos, es la definición perfecta. (O)