Los vientos de tragedia en el deporte ecuatoriano no cesan. No nos reponíamos del dolor por la muerte de Omar Vargas, Mario Saeteros, Félix Lasso, Eduardo García e Ítalo Estupiñán, cuando una llamada nos volvió al luto que parece eterno: falleció Juvenal Sáenz Gil, el gran deportista, dirigente y maestro del Vicente Rocafuerte.

Las jóvenes generaciones saben poco o nada de lo que significó Juvenal Sáenz en el béisbol y en el básquet; la huella que dejó en las selecciones basqueteras vicentinas, guayaquileñas y nacionales; de su fecundo trabajo como dirigente del béisbol y de su paso por la presidencia de la Federación Deportiva del Guayas, de la Federación Deportiva Nacional del Ecuador y la Liga Deportiva Estudiantil; por la Federación Internacional de Béisbol Amateur y por la Confederación Sudamericana de Básquet.

Tuve el honor de tenerlo como profesor en el Vicente Rocafuerte por tres años. Lo veía cada tarde en el viejo local de Liga Deportiva Estudiantil de Luque y Rumichaca desde que llegué al club en 1955. Mi primer interés por la historia del deporte nació allí, oyendo las anécdotas que contaban Miguel Roque Salcedo, Juvenal Sáenz, Jojó y Jijí Barreiro, Honorio Cocoliche Cucalón, Carlos Negrón, el incomparable Manuel Gomita Gómez Villacrés y muchos otros héroes deportivos de la LDE.

Publicidad

Así supe de su gran trayectoria como basquetbolista desde aquel 1935 en que, con 16 años, se enfundó la casaca de Liga en un equipo en que estaban Manuel Chicken Palacios, Víctor Caballito Zevallos, Luis Arosemena, Jorge Plaza, Fidel Miranda, Rubén Jujú Barreiro, Atahualpa Cabrera y Benigno Cruz. En 1937, incorporados ya Gustavo Vargas, Pepe Aguirre y Colón Alvarado, LDE fue campeón por primera vez en el básquet porteño. Pero Juvenal Sáenz no era solo canastero.

Nacido en el muy deportivo barrio del Astillero se entusiasmó desde 1932 por el béisbol. Dos equipos se formaron en un rústico diamante de Chimborazo y Francisco de Marcos, en la esquina de la casa en que vivía Juvenal: Chicago y Yankees. Los del Chicago lo conquistaron para que juegue en la tercera base en los duelos que se formaban en las mañanas de los sábados antes de los partidos de mayores.

En 1938 ocurrieron tres grandes sucesos en la vida de Juvenal Sáenz. En febrero de ese año Ecuador concurrió por primera vez a un Campeonato Sudamericano de Básquet en Lima. Juvenal Sáenz fue la figura más destacada al punto de convertirse en el cuarto mejor anotador del certamen.

Publicidad

La sección Galería Deportiva de este Diario le dedicó una elogiosa nota ilustrada con dibujos de M.A. Gómez, en una de cuyas partes decía: “En Lima Juvenal se hizo apreciar como todo un gran jugador. Todos recordarán a través de las noticias transmitidas por la radio Nacional del Perú que Juvenal era el alma del equipo, el perfecto jugador, de alta calidad y de notables ejecutorias. Pese a ser un debutante en un torneo memorable descolló como todo un viejo canchero. No le amedrentaron los prestigios de sus rivales ni su talla. Con ellos se disputaba valientemente y con mucho éxito la factura colocación de un básquet que muchas veces era de factura superior”.

El poeta Abel Romeo Castillo, el día de su retorno, lo saludó con una bella pieza de la literatura deportiva: Romance al pibe Juvenal Sáenz.

Publicidad

En septiembre de aquel año, en Bogotá, se realizaron los I Juegos Bolivarianos. Juvenal fue uno de los seleccionados que conquistó la medalla de bronce. Finalmente, en diciembre de 1938, formó en la selección de Guayas que se clasificó campeona del Primer Torneo Nacional de Básquet Masculino.

Fue uno de los mejores basquetbolistas de toda la historia. Todavía se recuerda su maravilloso juego, junto con Caballito Zevallos, frente a la selección de Colombia en el coliseo Huancavilca en 1940. Fue campeón nacional y máximo encestador en 1940 en Riobamba. Seleccionado al Campeonato Sudamericano de Chile en 1941 fue otra vez líder de encestadores con 52 puntos. Formó parte con Caballito Zevallos, Carlos Ruiz, Gustavo Vargas, Pepe Aguirre y Rubén Barreiro del equipo de LDE, campeón de 1941, que superó por primera vez, dos veces, la barrera de los 100 puntos.

En béisbol, jugando para Barcelona, fue considerado el mejor tercera base en la primera mitad de los años 40, en un equipo en el que estaban Yeyo Úraga, Víctor Pibe Palacios, Ignacio Moggia, Enrique Valdivieso y otros grandes peloteros.

Su paso por la dirigencia deportiva fue brillante. Fue presidente de la Fedeguayas en tiempos de gloria. Como dirigente del béisbol propició grandes temporadas y cuando este deporte se quedaba sin escenario, emprendió la construcción del estadio Yeyo Úraga. En 1965 se necesitaba un diamante moderno para afrontar el compromiso de los Juegos Bolivarianos que tenían como sede a nuestro país. Don Juve, como lo llamábamos sus alumnos y sus amigos, en aquel entonces ministro de Obras Públicas, obtuvo la ayuda del presidente José María Velasco Ibarra para construir el actual Yeyo Úraga, donde Ecuador, un año después, fue campeón sudamericano.

Publicidad

Por nueve años Sáenz Gil fue tesorero de la Federación Internacional de Béisbol Amateur, funciones que desempeñó con absoluta pulcritud. Con mi colega y amigo Frank Maridueña intercambiábamos recuerdos del paso de Juvenal Sáenz por el deporte. “Con John Mark Reed, Victoriano Arteaga y Vicente Maldonado, don Juve está en la galería de los grandes propulsores de nuestro béisbol”, nos decía Frank.

Y entre los grandes maestros vicentinos también, decimos los que tuvimos la fortuna de recibir sus enseñanzas en tiempos de auténtica grandeza de nuestro colegio que son solo un recuerdo amable hoy. Muchas gracias, querido don Juve, por todos los bellos momentos que entregó al deporte guayaquileño y ecuatoriano, a la Liga Deportiva Estudiantil, a Barcelona, al barrio del Astillero que lo vio nacer y en el que se formó en la cancha de la Escuela Modelo, y al Vicente Rocafuerte cuya enseñanza defendió y cuya cátedra honró con la sabiduría de los viejos maestros. (O)

Dejó una huella en las selecciones basqueteras vicentinas, guayaquileñas y nacionales; tuvo un paso fecundo por Fedeguayas, Fedenador, LDE. Honró la cátedra del Vicente Rocafuerte.