Ricardo Vasconcellos R.
rvasco42@hotmail.com

Justo Cuto Morán fue capitán de Guayas y Ecuador cuando nuestro básquet era temido. Jugó el Mundial de Argentina 1950, cuando se derrotó a Yugoslavia y España.

Nadie me lo contó. Yo lo viví en mis primeras visitas a la cancha de cemento y las graderías de madera del viejo coliseo Huancavilca. La cola para conseguir una entrada para ver los partidos nocturnos que protagonizaban LDE, Ferroviarios, Emelec, Oriente, Everest, Athletic llegaba por Chimborazo desde Calicuchima hasta Gómez Rendón. Éramos en ese entonces la tercera potencia en Sudamérica, no muy lejos de Brasil y Argentina y mejores que Chile, Uruguay, Colombia, Perú y Venezuela.

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Fue una era de grandes jugadores, de grandes equipos, de clásicos inolvidables, de excelentes arbitrajes y de notables dirigentes.

Se jugaba en una rugosa cancha de cemento, con tableros de madera; los jugadores usaban zapatos rústicos. Inexplicablemente, cuando llegó el tiempo de las canchas de fina madera, tableros de vidrio y zapatos modernos, nuestro básquet empezó a descender. Hoy no se sabe si existe.

El básquet guayaquileño fue el mejor del país desde que empezó a practicarse en 1924. Como todos los deportes modernos ingresó por nuestra ciudad y nos tocó enseñarlo al resto del país.

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Fuimos los mejores desde el primer campeonato nacional en 1938 con una generación de cracks entre los que destacaron Christian Bjarner, Juvenal Sáenz, Víctor Caballito Zevallos, Pepe Capobianco, Rubén Barreiro, Severo Sandiford, Carlos Ruiz Proaño y otros grandes. Ellos fueron la simiente de aquella hornada de grandes e incomparables jugadores que surgieron en la década del cuarenta, los que llenaron de triunfos a nuestro básquet a nivel nacional e internacional.

Sáenz, Zevallos y Ruiz alargaron su carrera hasta 1945, pero tras ellos venían empujando los que forjaron la época de oro de este deporte. Como de la nada a la campeonísima Liga Deportiva Estudiantil de los tres cracks nombrados, más Augusto Jijí Barreiro, Miguel Cuchivive Castillo, Humberto Moreira, Pepe Aguirre y Gustavo Vargas le salieron rivales de fuste en el Ferroviarios de Herminio García, Pablo Sandiford, Samuel Cisneros, Álvaro Aparicio y Gonzalo Aparicio, cuya sapiencia le mereció el apodo de el Doctor del Básquet.

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Everest había incorporado a Édgard Andrade, también gran atleta, y a Alfonso Quiñónez Bonito que de trapecista de circo pasó en Milagro a convertirse en excelente jugador. Emelec contaba con Galo Yépez, Gabriel Roldós y Pepe Díaz Granados, mientras el Athletic consolidaba un conjunto inolvidable con Justo Cuto Morán, Quiñónez que pasó de Everest, Fortunato Muñoz, Alfredo Arroyave, Raúl Nene Guerrero, Atilio Ansaldo y Jacobo Bucaram.

Oriente reforzaba sus filas con Carlos Ruiz y Gabriel Loco Peña. De seguro algunos nombres se escapan de la memoria, pero los citados, junto a Miguel Castillo y Víctor Andrade, fueron los grandes actores de esa época de oro.

Cuando Ecuador concurría a los campeonatos sudamericanos su presencia era temida. Usualmente eran alineados como guardias Gonzalo Aparicio y Herminio García, pero a medida que fue avanzando la década se consolidó otra gran pareja: la de Cuto Morán y Alfonso Quiñónez.

Cuto llegó de Vinces, muy joven a estudiar en Guayaquil y en su barrio de Escobedo y 9 de Octubre se juntó con Gil Palito Iturralde y Cocoliso Ycaza y con ellos y otros amigos formaron un equipito llamado Atlántida con el que participaron en las ligas menores del básquet porteño.

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Fue el inicio de uno de los más célebres jugadores que haya tenido nuestro básquet, admirado en Sudamérica. Cuto Morán unía a su enorme capacidad como jugador una personalidad que lo hacía respetable entre sus compañeros y sus rivales. Por ello fue siempre elegido capitán de sus equipos y de las selecciones de Guayas y la de Ecuador.

Con Athletic fue múltiple campeón pero la historia registró para siempre su condición de integrante de aquel equipo de Athletic que en 1949 se paseó invicto por Costa Rica y Colombia del que fue capitán, junto a Justo Morán, Alfonso Quiñónez, Alfredo Arroyave, Atilio Ansaldo, Fortunato Muñoz, Jacobo Bucaram, Gonzalo Aparicio, Álvaro Aparicio, Pablo Sandiford, Samuel Cisneros y Víctor Andrade Zavala. Nunca un equipo nacional cosechó tantos elogios como ese Athletic que nos llenó de orgullo.

Cuto Morán formó parte de una selección histórica: aquella que jugó el Mundial de 1950 en Argentina y que formaron, bajo la dirección de Juvenal Sáenz, Atilio Ansaldo, Pepe Díaz Granados, Fortunato Muñoz, Gabriel Peña, Víctor Andrade, Gonzalo Aparicio, Alfonso Quiñónez, Raúl Guerrero, Rodolfo Arroyo, Justo Morán, Alfredo Arroyave y Pablo Sandiford Amador. Jugó el mismo día que llegó de un largo viaje y perdió estrechamente con Egipto y con Francia, pero venció luego en gran demostración a Yugoslavia 45-40 y a España 54-50. La misma selección hizo luego un meritorio papel en los I Juegos Panamericanos de Argentina.

Tan destacado deportista ha rendido tributo a la vida. Guayaquil y el Ecuador entero tienen con Cuto Morán una crecida deuda por sus virtudes de deportista y sus méritos como caballero y respetable ciudadano. Vinces lo recordará siempre pues es uno de la legión famosa que llenó de orgullo deportivo a la ciudad: Cuto, Fausto Montalván, Jaime Ubilla y Bonifacio Morán.

Morán y otras estrellas integraron el Athletic, que se paseó invicto por Costa Rica y Colombia. Nunca un equipo nacional cosechó tantos elogios en el exterior.