No sabía de la existencia de este grupo, ni de sus demandas. El azar hizo que la compañera del viaje de regreso desde Quito me hablara de un foro en la Universidad Casa Grande de los Deudores de Buena Fe. Me llamó la atención el nombre y quise saber más. Los estudiantes y muchos profesores debimos constatar nuestra ignorancia de realidades que afectan al grupo autodenominado Deudores de Buena Fe.

Cuando hablamos de la banca cerrada, pensamos en todos aquellos que han sido perjudicados porque sus ahorros se esfumaron en el crack económico que el cierre de bancos, la posterior dolarización e hiperinflación provocaron en el país. Y cuando hablamos de los deudores de la banca pensamos en todos aquellos que se vieron beneficiados con créditos vinculados, con garantías inexistentes y con un sistema que protege el capital por encima de las responsabilidades penales que la corrupción esconde.

Personalmente ni siquiera me había planteado el problema de aquellos deudores que hicieron préstamos que les fueron otorgados en función de su honradez, su trabajo y una hoja de vida limpia. Todos los que hicieron préstamos para crear o incrementar sus negocios, para comprar una vivienda o un terreno, para mejorar su producción agrícola; los pequeños deudores, que adquirieron deudas en sucres y luego debían en dólares, primero debían a la banca privada y hoy son deudores del Estado, pues el Banco Central es el que actualmente cobra esas deudas.

Sin ser economista ni entender todas las consecuencias contables de tal realidad, en el foro quedaron muy claros hechos que asombran. Los deudores quieren pagar pero han visto multiplicarse sus deudas hasta por más de cuatro veces, algunos ya han pagado sus créditos pero aún deben más del doble. Porque se capitalizan deuda e intereses, y además aunque quieran pagar no pueden porque deben pagar todo para después entrar a negociar. No tienen en su mayoría recursos para pagar abogados que los defiendan, están en la central de riesgos, con lo que es muy difícil tener acceso a un empleo en la empresa privada, menos aún en el sector público. No tienen posibilidad de becas para estudio ni ellos ni sus hijos, aunque sean excelentes alumnos, y el desgaste de las deudas ha producido roces en matrimonios que han terminado por separarse porque es bien sabido que los problemas económicos pueden corroer las relaciones. Han perdido patrimonio, bienes, capacidad de trabajar y sobre todo el buen nombre. Y quieren pagar pero las condiciones que les ponen se los impide.

Nuestro país marcó hitos en el tratamiento del pago de la deuda externa y logró una negociación histórica cuando era ministra María Elsa Viteri, que planteó el problema no solo desde lo legal sino desde la vigencia y respeto de los derechos humanos.

El señor presidente intervino con éxito en los problemas de los migrantes y la banca en España. Hace falta ahora abordar y dar solución justa a los deudores de buena fe, que han logrado hacer oír su realidad y que esperan un diálogo y un pronunciamiento equitativo para recuperar sus derechos, honrar sus deudas de manera ecuánime y ser tratados como ciudadanos de bien en un país que boga por el buen vivir y las relaciones justas donde el capital no sea el dios al que sacrifican vidas y bienes.