En la memoria de la metrópoli porteña, que está llena de jornadas cívicas relevantes en favor de la patria y de actos ejemplares que dan testimonio de su fe y pujanza armonizada con la riqueza espiritual de sus habitantes, resulta imposible que no estén aquellas acciones fuera de lo común nacidas de su condición de puerto activo, trabajador y alegre.

Sobre esto último se acumulan en el recuerdo varios casos que ocurrieron en distintas épocas del siglo XX. Estos sucesos llamaron la atención del vecindario que se encargó del elogio, la crítica o la condena para algunos, sin descuidar el agregado de sal y picante contra lo s protagonistas y el desenlace de cada acontecimiento en momentos del diálogo que ocupaba largo rato llenos de gracejo y ocurrencia.

Manos a la obra

Publicidad

1.- Un domingo de julio de 1926, la prensa guayaquileña anunciaba sobre la lucha de un campesino de Salitre contra un enorme lagarto, que finalmente fue vencido esa tarde en los terrenos del concurrido American Park, pues el valiente montubio le amarró las fauces al saurio y se llevó el aplauso de los curiosos que seguían la inusual pelea en esta ciudad.

2.- El 17 de mayo de 1930, en el American Park se desarrolló otra pelea: esta vez entre dos tigres africanos, hembra y macho, de mucha corpulencia, ferocidad y fuerza, que eran propiedad de Ezequiel Rodríguez, contra un toro bravío de las ganaderías del Pedregal. La competencia fue anunciada profusamente y concitó el interés del público que asistió en buen número al sector de la plaza de toros del parque porteño. Parece que hubo un empate y se dijo que el toro salió ileso.

3.- La torre morisca del Reloj Público de Guayaquil, edificio emblemático de la ciudad, constantemente fue puesto en venta y “vendido” a gringos, montubios y otros incautos caminantes por parte de aquellos cuenteros y pillos que antaño pululaban el sector del malecón, cuando el ajetreo de los muelles era incesante en el día y buena parte de la noche.

Publicidad

En 1940, un conocido ratero y cuentero de apodo Pata’esoña vendió el Reloj Público a un campesino que desembarcaba de una de las lanchas que solían acoderar en los muelles a la altura de las calles 10 de Agosto y Malecón.

En noviembre de 1978, la policía detuvo a los delincuentes Jalisco y el Paisito cuando trataban de vender la torre morisca del Reloj Público al campesino Fernando Barzola. El negocio lo pactaban en 45 mil sucres, cuando para suerte del embaucado aparecieron los agentes del orden y les dañaron el “negocio” a los falsos propietarios de la edificación.

Publicidad

El famoso y audaz Sigifredo Dante Reyes, alias el Cuentero de Muisne, igualmente vendió el Reloj Público a incautos que cayeron en la trampa de su persuasiva lengua.

4.- En cambio, el 3 de octubre de 1930 se realizó el viaje del pequeño burro ecuatoriano de 65 kilos de peso de nombre Yo También, que salió de Santa Elena a Panamá a bordo de un hidroavión de la compañía Panagra, que fue pilotado por Laurens Claude.