Para el mundo ya no es novedad que en la lejana República de Absurdistán no existe democracia.

Todos los poderes concentrados en una sola persona que es el principio y el fin de una revolución que se adueñó de lo público y amenaza vigorosamente lo privado.

Como resulta evidente, y aunque el máximo líder pretende controlarlo todo, en estos tiempos ya es muy poco lo que controla, pues, con tanto periplo dentro y fuera del país, quienes verdaderamente gobiernan son sus adláteres que han desplegado sus tentáculos en los más jugosos negocios del Estado.

Por debajo de estos, también hay mandos medios que hacen de las suyas en cuanto a corrupción y atropello de derechos, todos ellos bajo el manto protector del supremo, que los libera de cualquier fiscalización o cuestionamiento de los organismos de control y justicia, que ni controlan ni administran justicia.

En definitiva, en esa hermana República campea la anarquía y el abuso de los fondos públicos a vista y paciencia de la ciudadanía que, en unos casos, calla por temor y, en otros, se conforma con las migajas que le caen del mesón donde se sirve el gran banquete.

Pero como nada es completo, a la revolución solamente le falta tomar el control de la prensa independiente que no baja la cabeza, a pesar de todos los atropellos y amenazas que se ciernen en su torno desde el poder.

Esa prensa que les hace pasar la vergüenza de informar a la ciudadanía de las irregularidades de los parientes, amigos, compadres y cortesanos de palacio.

Porque aunque las denuncias de la prensa no consiguen reacción alguna en la administración de justicia ni en los organismos de control, todos ellos al servicio de la regalada gana del supremo, SÍ enlodan y muestran de cuerpo entero frente a la sociedad, a quienes están asegurando el futuro de varias generaciones familiares con cargo al erario público.

Ya entiende el vecino, el compañero de colegio, el pariente lejano, de dónde salen las haciendas, las mansiones, los Mercedes Benz, BMW, Porsche, yates, internados en Suiza y joyas pagadas en efectivo.

Y aunque por ahora, le muestre una sonrisa temerosa e hipócrita cuando lo vea en la calle, en el mall o en el club social, llegará el momento del retorno a la democracia y, entonces, no habrá saludo sino repudio, en el evento no consentido de que el susodicho funcionario se quede en el país y no huya para eludir a la nueva justicia, la que ya no se arrodille ante su patrón.

De modo que los homenajes que ahora pululan en esa agobiada república, a favor de los más cuestionados funcionarios del régimen, solo indignan más a una sociedad que no solo se siente agredida y saqueada, sino además, burlada por el cinismo elevado a política de Estado.

NO hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante. Estamos seguros que más temprano que tarde, llegará la luz de la democracia a Absurdistán.

¡Afortunadamente en Ecuador todo es tan diferente gracias a la revolución ciudadana de manos limpias, mentes brillantes y corazones ardientes!

¿Verdad, amigo lector?