Sergio Pérez
.- Los blues han transitado un largo camino desde su inicios como lamento de esclavos en el siglo XVIII, el único desfogue de la negritud oprimida por el patrón blanco. Con el advenimiento del movimiento hippie, los jóvenes blancos de clase media descubrieron la belleza de esta música y su lugar político en el Movimiento Integracionista Racial también conformado, en gran medida, por la juventud blanca en apoyo a los negros. B.B. King, Albert Collins y John Lee Hooker pasaron de la oscuridad del Chitlin (comida de negro) circuit a la fama y las luces de grandes salas como los Fillmore (East and West) así como la idolatría de la juventud pudiente en la clase media.

Grandes músicos blancos se han especializado en blues como Eric Clapton y la forma folclórica inicial con guitarra de palo rápidamente dio paso a blues eléctricos, todo liderado por el único negro psicodélico, el mítico Jimi Hendrix.

Quito acoge grandes cultores de blues. Guayaquil necesita de ellos. Por eso el concierto de Antonio Vergara, la guitarra eléctrica más psicodélica del Guayas, tocando en White Rabbit (un mini Diva Nicotina), no solamente fue una excepción musical, sino que revistió importancia cultural.

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Intercalando composiciones propias, con música del blusero argentino Papo Napolitano, arrancó con Blues de blues, rockeado y en español, como son todas sus letras. Tren azul de Papo, fue también un blues-rock de mucho ritmo, entrando ya en calor con varios licks, en la guitarra y Nadie me ve (como realmente soy) personalísima letra cantada por su autor puso de manifiesto a una excelente banda desde la formalidad del contrabajista de jazz tocando el bajo, Luis Illescas, hasta la aparente pubertad de Marcos Armijos tocando batería con mucha autoridad. Finalmente un concejal de Quito, miembro de la Ruptura de los 25, y uno de los mejores tocando una harmónica decisiva para un blues-session sin concesiones, resultó sensacional.

Realidad fue más melódico con el lap guitar haciendo un swinging blues antes de ponerse psicodélico. Esta es una variante que Antonio Vergara domina a placer.

Las tonalidades suplicantes, cruciales en Dharma con voz y guitarra, Illescas destacando el bajo y la harmónica virtuosa de Norman, lentamente calculada hizo de esta composición propia lo mejor de la noche hasta ese momento.

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La banda sonó más compacta (tight) que nunca tocando Blues de Guayaquil de Papo y Penetieso blues fue interpretada como country-blues pero, igual, Antonio estuvo fiel a su estilo tremendista que insisto sería la mejor interpretación en algún homenaje a Hendrix. Whiskey malo de Papo, endiablado en armónica, nos ofreció un solo de batería de Marcos Armijos pletórico de una frescura y originalidad difícil de encontrar.

Pero fueron Basofia, dedicada por Antonio “a los sufridores, cortanotas que no te dejan respirar” el blues más contestatario; y Blues por mi guitarra el ritmo de blues más rico, más perfecto, los que redondearon una noche en el Delta del Missisippi sin salir de la Zona Rosa de Guayaquil.

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