Custodiado por la policía se abre paso entre sus seguidores para abordar el carro que lo llevaría a la cárcel. “Seguiré preso, pero nunca me quitarán la dignidad”, decía Henrique Capriles, el 11 de mayo del 2004, cuando presidía la Alcaldía de la ciudad de Baruta, en Venezuela.

Dos años atrás, las cámaras de televisión captaron a Capriles ingresando a la Embajada cubana por una escalera puesta sobre una de las paredes de la sede diplomática. Corría el 12 de abril del 2002 cuando decenas de manifestantes originaron disturbios en las afueras de este cuerpo consular. Querían encontrar a los funcionarios del gobierno de Hugo Chávez, a quien un día antes la oposición le obligó a dejar el poder, el cual retomó horas después.

Capriles fue a la Embajada como mediador, según sus allegados. En el lugar pidió revisar la sede para constatar que funcionarios de Chávez no estuviesen ahí refugiados. Por esos hechos, el 16 de marzo del 2004 se le emite una orden de captura.

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Estuvo preso cuatro meses. Salió el 6 de septiembre del 2004. Le reabrieron el juicio en tres ocasiones, pero en ninguna lo encontraron culpable.

“La cárcel cuando es injusta pesa doble (...). Ahí afiancé mis principios, mis valores”, expresa constantemente en sus recorridos por Venezuela, como parte de su campaña por ganar las elecciones presidenciales, el próximo 7 de octubre para el periodo 2013 - 2019.

Henrique Capriles Radonski, de 40 años, es el principal contrincante del mandatario Hugo Chávez, quien lleva trece años en el poder y que dice estar seguro de su tercera reelección.

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Capriles Radonski, el representante de la oposición venezolana, ganó las primarias en febrero pasado con 1’913.190 votos de 3’059.024 sufragantes.

Su vida política empezó en 1998, cuando tenía 25 años. Ahí fue elegido diputado para el congreso de la República. Luego fue nombrado, por consenso, presidente de la Cámara de Diputados y vicepresidente del Parlamento. Según él, fue el más joven en ejercer ambos cargos en la vida democrática de su país.

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Pero sus funciones legislativas duraron poco porque en 1999 la Asamblea Constituyente disolvió al Congreso Nacional.

De profesión abogado, estudió en la Universidad Católica Andrés Bello. Ahí se especializó en Derecho Económico. Realizó cursos en Italia, en los Países Bajos y en Estados Unidos.

En el año 2000 participa en la fundación del partido político Primero Justicia, el cual lo llevó a la candidatura presidencial. En ese mismo año gana la Alcaldía de la ciudad que lo vio crecer, Baruta, con el 63% de votos. La población le da su confianza para seguir en el cargo, en el 2004, cuando es reelecto.

En este segundo periodo es cuando pasa cuatro meses en prisión. Se autodefine progresista, cristiano, católico y mariano (devoto de la Virgen María). Lleva en el cuello una artesanía con esta imagen religiosa, según la biografía que él expone en videos sobre sí, en la página de internet http://www.hayuncamino.com.

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Después de su paso por Baruta se postuló para la Gobernación del estado de Miranda, el segundo más poblado de Venezuela, con unos 3’000.000 de habitantes, que en ese tiempo estaba al mando de Diosdado Cabello, uno de los líderes chavistas y fundadores del plan de la llamada Revolución Bolivariana.

Derrotarlo era casi imposible, indicaban los análisis políticos de la época. Pero Capriles empezó a recorrer los sectores más abandonados de Miranda en busca del apoyo de su gente. Iba de puerta en puerta.

“Fue como construir una escuela, ladrillo por ladrillo”, reitera ahora en sus entrevistas a diferentes medios de comunicación. Eso ayudó a Capriles a quitarle el ‘poder’ a Cabello, brazo derecho de Chávez.

Desde ahí le decían el Flaco, apodo vigente hasta la actualidad y que le ha servido a Hugo Chávez para ironizar en sus discursos sobre sus rivales.

“Majunche” que significa mediocre y “majabola” son los adjetivos descalificativos favoritos del mandatario venezolano cuando se refiere a Capriles, quien de niño soñaba con ser beisbolista profesional, igual que Hugo Chávez.

Capriles, cuyas iniciales son las mismas que las del presidente de Venezuela, es conocido por ser un gobernador “de calle” .

Esto porque viaja en moto para evitar el caos vehicular de Caracas, su ciudad natal, justifica. Viste pantalones deportivos y gorra. Dice disfrutar del contacto directo con la población.

En algunas ocasiones denunció que el gobierno nacional le quitaba poderes locales, como las competencias en vialidad, educación y salud. También expresó que le mermaron las rentas al estado de Miranda, un territorio vinculado a la ciudad capital, Caracas.

En octubre del 2009, siendo gobernador de Miranda, es denunciado por miembros del partido de Chávez por presunta estafa a la nación (evasión de impuestos). La demanda fue admitida por la Contraloría General de la República.

El candidato de la oposición de Venezuela proviene de un hogar vinculado con el sector empresarial y productivo. Sus familiares han estado ligados con el periodismo, con el deporte y con el espectáculo. Incluso sus parientes maternos tienen una cadena de cines.

Por sus vínculos con los empresarios ha sido tildado por el chavismo de ‘fascista’, ‘corrupto’ y ‘burgués’.

Lleva el nombre de su padre, Henrique Capriles García, descendiente de una familia de judíos sefardíes de Curazao. Su madre, Mónica Radonski Bochenek, tiene también raíces judías y ruso-polaca. La señora llegó a Venezuela tras huir con sus padres y parientes de la persecución que vivieron durante el holocausto de la Segunda Guerra Mundial, reseña la biografía oficial del ahora líder de la oposición del país petrolero.

En sus recorridos por el país habla de replicar los proyectos de educación, salud, vivienda, empleo y seguridad que ha implementado en el estado de Miranda. Siempre destaca el trabajo de su equipo.

Las tarimas en las que saluda a su público, que son de madera a diferencia de las metálicas y grandes de Chávez, insiste en la unión de la nación; y en “hacer” en vez de “prometer”. Evita criticar abiertamente a su oponente, a quien ha desafiado a un debate público.

Aunque en los últimos días, como el 3 de septiembre pasado, ha mencionado que de ganar la Presidencia no regalará los casi 7.000 millones de dólares anuales que, afirma, entrega el gobierno de Chávez a otros países, como Ecuador.

“En este país no se va a regalar en el futuro ni una gota de petróleo, aquí hay muchos problemas que resolver”, agregó Capriles en una presentación de su plan de viviendas. Ahí prometió realizar 22.000 obras de infraestructura en sus primeros 100 días de gestión.

Capriles también ha asegurado que Venezuela volverá a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), de la que se retiró definitivamente el año pasado. Y que no permitirá el paso de guerrilleros, paramilitares y secuestradores en su territorio.

Mientras que Hugo Chávez expone reiteradamente que ganar los comicios presidenciales “es una necesidad” nacional y mundial, porque “una derrota de la Revolución Bolivariana sería una derrota” para el “mundo nuevo que está naciendo”.

El Flaco realiza agotadoras giras por ciudades y pueblos adentrados que, dice, han sido olvidados por la Revolución Bolivariana. En julio, en su primer mes de campaña, recorrió más de 113 localidades. En su cuenta en Twitter (@hcapriles) expone los sitios que visita a diario. El viernes, por ejemplo, estuvo en Sucre, San José, Casanay, Cariaco y San Antonio del Golfo.

El Comando Venezuela, el equipo de campaña de la oposición, recauda fondos con actos proselitistas y donaciones, comenta su jefe nacional, Armando Briquet. Hacen ferias de fin de semana o colectas callejeras. También aceptan transferencias bancarias y depósitos. Otra estrategia es vender comida y ropa usada. Uno de estos actos se realizó en Petare, una de las mayores favelas de América, en donde Chávez estuvo años atrás.

Venezuela no tiene una ley de financiamiento público para las elecciones ni un tope máximo para las propagandas.

Capriles considera que las mujeres son su mayor debilidad. A ellas les dirige la mayoría de sus mensajes, siempre con un halago y destacando sus jefaturas en el hogar. No está casado. Tampoco tiene hijos. Eso ha hecho que sus opositores pongan en duda su preferencia sexual.