Es el árbol sagrado. El que representa la vida para los indígenas de la selva. El de raíces gruesas y fuertes. El imponente, que sobresale ante las otras familias de arbustos. Para observarlo completo hay que mirar hacia el cielo. Ahí se aprecia cómo sus grandes ramas y sus hojas dan sombra a las especies de su alrededor.

Es una ceiba gigante. Los nativos y guardaparques de Cuyabeno, en Ecuador, creen que tiene más de 150 años. Así les han contado sus abuelos y bisabuelos. Quienes visitan la zona quedan perplejos por su belleza.

“Me recuerda a la imagen de Tarzán (película) cuando saltaba por las ramas”, dice Stefany Olaya, una joven ambientalista colombiana. Fue la especie que la cautivó al mediodía del jueves 19 de julio, en las lagunas de Cuyabeno, en la provincia de Sucumbíos. Mas no la única.

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Ella pudo bañarse en la Laguna Grande, la más visitada de Cuyabeno, observar delfines, ver diversidad de plantas e insectos al recorrer los senderos de uno de los sitios de alojamiento de Cuyabeno y visitar comunidades indígenas.

Esto es parte del turismo de Cuyabeno, la actividad que predomina en esta reserva de 603.380 hectáreas, según el Plan de Manejo de 1993.

Aquí se estima que viven el 64% de los mamíferos y el 54% de los anfibios de la Amazonía del país. Estudios científicos señalan que hay más de 12.000 especies de plantas en la reserva, de acuerdo con los muestreos realizados en varias hectáreas.

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Pero, pese a sus bondades naturales, la reserva está amenazada aún por la extracción clandestina de madera en veda, como el cedro, y de especies como monos, guacamayas, dantas, venados, guantas, entre otras, que a veces son ofertadas en distintos cantones de la provincia de Sucumbíos.

“Se han hecho campañas en la ciudad (en Tarapoa, adonde se llega antes de ir a las lagunas de Cuyabeno por el río). Pero en otras, como en Lago Agrio (por ejemplo), hay restaurantes que siguen vendiendo carnes de guanta y venado, y no sabemos de dónde sacan los animales”, comenta Luis Cedeño, uno de los guardaparques.

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En uno de los decomisos de junio encontraron a una guacamaya de colores llamativos con el ala destrozada por una bala, lo que le impedía volar.