Llegar desde Cuyabeno, en Sucumbíos, en el lado ecuatoriano, hasta el campamento de Güeppí, en el lado peruano, toma más de siete horas en lancha. Las aguas verde oscuro (a causa de la vegetación), del río Lagartococha, que comparten ambos países, reciben a sus visitantes.

De un lado, el territorio es ecuatoriano y del otro, peruano. Los tucanes, monos y aves muestran su belleza posándose sobre un sinnúmero de plantas y árboles, sin saber de fronteras.

Es la selva viva, que atrae también a quienes intentan traficar con las especies de la naturaleza. Güeppí es uno de los sitios mejor protegidos de Perú, según los biólogos y técnicos del programa trinacional, pero, asimismo, es el más amenazado con la posibilidad de la explotación petrolera y de otros minerales presentes en el subsuelo. Esto porque aún no tiene categoría de parque nacional o de reserva, que impide la extracción dentro de su área.

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No es la única amenaza. Camilo Ortega, biólogo y técnico del Programa Trinacional, asegura que la tala ilegal de madera y la caza de algunas especies de peces impactan al ecosistema, al generar un descenso de ejemplares con varias funciones específicas para el ambiente.

Un ejemplo es el pez llamado arahuana, cuyo nombre científico es Osteoglossum bicirrhosum. Su cuerpo, con colores llamativos, es largo y aplanado. Tiene un par de bigotes vistosos, que salen de su mandíbula. Esto hace que en países como China crean que es la encarnación del dragón, un signo de prosperidad para los asiáticos. Allá lo llaman el pez dragón.

Y es codiciado en el exterior para ser exhibido en acuarios.

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Por esa razón capturan a las crías. “Este pez tiene una particularidad: sus crías se esconden y se protegen siempre en la boca de la madre. Si a la madre la molestan, esta jamás abre la boca. Por eso la matan, para sacar a las crías. Pero esto es terrible porque acaban con las hembras, que son las reproductoras”, dice el científico Fernando Trujillo.

Pese a que se trabaja en un programa de cultivo de este pez, su caza no cesa.