El Solitario George, que pesaba unos 400 kilos, era el centro de atención y la figura de Galápagos. Era el imán turístico; su imagen estaba en campañas promocionales, en camisetas y en documentales.

En su corral aparecía parsimonioso, como con recelo. Salía desde los arbustos y se ubicaba en una pileta que hacía una especie de platea, en el centro de su morada. Ahí, a veces, levantaba la cabeza para reiterar su dominio. Los turistas se apuraban a fotografiarlo, algunos incluso gritaban o aplaudían de emoción.

George motivó a la Estación Científica Charles Darwin y al Parque Nacional Galápagos (PNG), con apoyo de especialistas de diversos países, a iniciar un proyecto de rescate de las tortugas. Se estima que en el archipiélago existían cientos de miles de ejemplares hasta el siglo XVIII. Luego fueron aniquilados por el hombre.

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Los constantes intentos de los cuidadores por hacerlo reproducir, que al final resultaron vanos, no desmotivaban a continuar en la búsqueda de la preservación. Algunos directores se inspiraron en George para la realización de documentales y escritores hicieron libros. Es el caso de la ecuatoriana Verónica Coello Game, quien publicó en marzo del 2010 el texto infantil Se busca novia para Solitario George.

Fausto Llerena, su cuidador, anticipó en el 2003: “Tengo un sentimiento especial por George. Aquí me esfuerzo por salvar a poblaciones de tortugas, pero al perderlo a él perderemos una generación y eso apena. Cuando él muera, muchos llorarían, porque es un ídolo”.