Un secreto a voces, una realidad dolorosa que se sabía, pero que ahora fue más evidente; un divorcio entre el nivel primario, medio y superior, una crónica de una muerte anunciada... Son frases de docentes de colegios privados y públicos, catedráticos y padres de familia que reflexionan sobre la calidad de la educación y las bajas notas obtenidas por los bachilleres en el Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (SNNA) de ingreso a las universidades del país.

Un plan piloto, en el que participan cinco instituciones superiores a nivel nacional, que captaron una inscripción on-line de 57.292 aspirantes. Solo 45.133 se presentaron a la prueba de aptitud el 18 de febrero pasado. El 30,58% (13.972) no pasó y no logró cupo; y 19.763 debieron decidir entre dar el examen de exoneración (para pasar directo a la carrera) o hacer el curso de nivelación que se inicia desde hoy. Pero solo el 10% logró esa exoneración.

En la Universidad de Guayaquil, según informaron sus autoridades, de los 7.453 aspirantes que aceptaron dar la prueba de exoneración (19 de marzo), solo dos jóvenes obtuvieron un cupo directo en la carrera de Medicina. La Senescyt, que dirige el proceso, ha solicitado ahora que este dato sea oficializado por la institución. En la U Estatal de Milagro no aprobó ninguno y en la Técnica de Babahoyo, de los más de 1.500 aspirantes, se exoneró a 10.

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Para el vicerrector académico del Liceo Cristiano, Francisco Cañola, era obvio que los jóvenes obtuvieran estos resultados en las pruebas porque no hay una articulación entre el nivel secundario y el superior. “Nunca las universidades buscaron el espacio de acercamiento con el nivel secundario, sino más bien algunos colegios buscaron conocer las materias del pre y de primer año para con ese material cambiar los contenidos”.

Según Cañola, los actuales cambios –que van a requerir de un proceso–, deben dirigirse también a las facultades de Filosofía y a los institutos pedagógicos, para aplicar nuevas herramientas metodológicas. Los maestros “antes eran formados según la idea de cada universidad o instituto y no hay un perfil definido del docente”.

El rector (e) del colegio fiscal Francisco de Orellana, Joffre Díaz López, señala que esto refleja la inapropiada formación de los estudiantes y que hay que reconocerla para tomar los ajustes necesarios. “No otorgarles a los chicos el 90% a la parte cognitiva sino a la forma cómo lo aplica. No solo debe ser memoria, sino un procesamiento intelectual y eso lo da la práctica”, destaca Díaz, con una experiencia docente de 36 años.

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Reflexiona que hoy no se trata de buscar culpables sino de reunirse y establecer estándares. El Ministerio de Educación anunció como parte del Plan Decenal de Educación el implementar un sistema nacional de evaluación y rendición de cuentas del sistema educativo.

El rector de la Universidad Católica de Guayaquil, Mauro Toscanini, dice que los bachilleres cuando llegan a la universidad razonan de una manera mecánica porque están acostumbrados a memorizar la materia, cuando debe primar el pensamiento crítico. Es ahí que a las instituciones de educación superior les toca cambiar esa metodología de estudio.

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Un cambio que también deben hacer los colegios es que ante los resultados se tienen que interrogar ¿cuál es la calidad real de los colegios?, los chicos que no aprueban, ¿de qué colegios vienen? “Se debe ir al fondo”, enfatiza.

El subsecretario de la Senescyt, Augusto Espinoza, expresa que el sistema educativo está desfasado. “No es un problema de bachillerato sino de una gran cantidad de universidades que tienen un nivel de calidad bajo... El SNNA está regresando a ver al bachillerato y evidenciando las mayores falencias”.

Manuel Murrieta, director de Desarrollo de la Universidad Espíritu Santo (UEES), dice que ante los resultados de las pruebas de aptitud se pueden generan varias hipótesis: por un lado, hay un desfase porque las pruebas de entrada a la universidad eran de conocimiento, un desfase entre lo que la universidad espera de los estudiantes y lo que los colegios están formando; o hay un desfase entre lo que es el programa y lo que aprenden los jóvenes.

“Una cosa es lo que declaro que enseño, otra lo que enseño y otra lo que el alumno aprende”, indica Murrieta al expresar que para lograr esa alineación en el programa se deben tener maestros mejor capacitados.

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Añade que las aptitudes son procesos de pensamiento que se desarrollan desde la infancia temprana y no se puede ver este problema como solo de la universidad o del colegio, sino de distintas perspectivas que van desde la estructura familiar donde empiezan a verse las primeras brechas.