Ni siquiera podríamos imaginarnos, lógicamente en otros tiempos, la celebración efectuada por el presidente de la República y su séquito en la ciudad de Quito –ante un aparente triunfo por la marcha de los grupos indígenas– en donde también hubo circo, comida, buses pagados por el Estado, etcétera; sin tomar en cuenta que esas agrupaciones indígenas son también ecuatorianas y que su deber como presidente de esta sufrida República era escucharlos y dialogar con ellos, y no actuar como si fuera un partido de fútbol en que se celebró el triunfo de un equipo ganador.
Ya nos hizo quedar mal más de una vez diciendo que en el ámbito internacional los que habían apoyado la tesis de Diario EL UNIVERSO ni siquiera conocían el Ecuador como República (quizás ahora sí con el envío de droga a Italia), y llamando Anita, a una entrevistadora en España sin siquiera conocerla, lo cual no fue del agrado de la entrevistadora.
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Triste destino de este país y de los que en él habitamos.
La palabra procaz, el revanchismo y la falta de honestidad son las pautas que nos gobiernan y que sabemos no tienen capacidad de rectificar.
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Como la ciudad de Guayaquil es uno de sus principales objetivos, no quieren dejarnos progresar y ni siquiera reconocer el monumento a la memoria de ese gran hombre que tanto queremos los ciudadanos guayaquileños, como es el ingeniero León Febres-Cordero Ribadeneyra.
Lo único que entonces nos falta en estos momentos es que también culpen a la prensa guayaquileña de todas las inundaciones y los problemas, que son incapaces de resolver.
Édgar Diminich M.,
ingeniero civil, Guayaquil