¿El movimiento estudiantil surge contra este Gobierno porque es de derecha?
También hubo movilizaciones antes, aunque no tan fuertes, pero ahora nos encontramos en un estado de mayor acumulación de distintos procesos de movimientos sociales, de discusiones políticas tanto en el mundo de la educación como en otros sectores. Este año encontramos mejores condiciones para levantarnos, justamente, porque se venían reformas profundas a la educación, supuestamente, las cuales no eran más que un perfeccionamiento del modelo. Dado el estado de la crisis de la educación dijimos no, aquí hay que hacer cambios, y cuando se levantó el movimiento nos dimos cuenta de que había un descontento generalizado.

Durante los gobiernos de la Concertación ese modelo que se cuestiona estuvo vigente.
En Chile, después de la dictadura militar, se instaura a la fuerza una determinada Constitución política, se instaura el Estado neoliberal, y después, con la vuelta a la democracia, la concertación se dedicó a administrar y profundizar ese modelo, no lo cambió; entonces, hay mucha desconfianza respecto del rol que jugó la concertación que se autodenominaba de centroizquierda o izquierda abiertamente y que abogaba por la recuperación de la democracia, pero quedó en un estado de transición que nunca tuvo término y nunca se abocó, realmente, a hacer un cambio constitucional que permitiera que la sociedad en su conjunto se viese representada en esa Constitución.

¿Cómo lograr que estas movilizaciones deriven en cambios? Desde el poder se las descalifica.
Los gobiernos reaccionarios, más abiertamente de derecha, usan estrategias de comunicación y aparatos de represión intentando dividir al movimiento, tergiversar sus demandas, ningunearlo, desprestigiarlo o marginarlo del debate. No es algo nuevo. Por eso creemos que los movimientos no deben quedarse en la protesta, sino asumir un rol más proactivo.

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Más del 70% de chilenos aprueban las demandas del movimiento, pero más del 50% desaprueban los métodos.
Se ha puesto mucho énfasis en que las marchas acarrean violencia y destrozos, por lo que pasa al final: los robos, las agresiones de encapuchados. Eso ha calado en la opinión pública y ha condicionado también el respaldo de la gente en cuanto a las formas de las movilizaciones, no hacia las demandas. Por tanto, el desafío está en recalcar que eso que pasa en las calles muchas veces deviene de una violencia estructural de la sociedad, el lumpen proviene de eso. Y también de la represión que nosotros vivimos. Aquí se tortura constantemente en las manifestaciones. Es una consecuencia.