Las cifras del VII Censo de Población y VI de Vivienda realizado el año anterior nos da a conocer que el 6,8% de los ecuatorianos que tienen entre quince y más años no saben leer, ni escribir, es decir 984.878 personas.

Entre los alfabetizadores están los estudiantes de segundo año de bachillerato, que lo hacen como parte del programa de participación estudiantil que deben cumplir para graduarse. Los adultos que acuden a alfabetizarse son divididos en cuatro grupos. El grupo uno corresponde a los que no saben leer ni escribir, los grupos dos, tres y cuatro son considerados de postalfabetización y ayudan a terminar la primaria.

El programa tiene algunas dificultades, entre ellas la deserción, que se produce porque muchos de los inscritos son personas subempleadas o desempleadas, que al conseguir trabajo, se retiran de las clases para no perder la oportunidad laboral.

La participación de los estudiantes de bachillerato en este programa es muy enriquecedora para las partes, para los adultos que buscan terminar la primaria, porque el conocimiento les permite desenvolverse mejor en la vida social; para los jóvenes alfabetizadores porque los acerca a un aspecto de la realidad nacional que para algunos resultaba insospechado. Les permite, además, desarrollar el sentido de solidaridad y entender que en una comunidad somos responsables los unos de los otros.

En una entrevista realizada por este diario a algunos de los jóvenes maestros, ellos destacan los aspectos positivos de la experiencia: “He aprendido a tener paciencia y asumir esa responsabilidad de que estoy enseñando y debo prepararme para las clases y no improvisar con mis alumnos”. “Se aprende mutuamente, son personas que a pesar de sus problemas tienen ganas de superarse”.

Pero no es la primera campaña de alfabetización, hace muchos años que con distintas características y con más o menos éxito se realizan en el país, y a pesar de que en el 2009 se anunció que el analfabetismo sería ese año de apenas del 2,7%, la declaración debió rectificarse porque, lo cierto es que no logramos alcanzar el país alfabetizado que deseamos.

No es difícil entenderlo. Podemos realizar campañas alfabetizadoras e incluso con éxito, pero si no logramos que todos los niños vayan a la escuela y disminuir la deserción, ellos serán los analfabetos de los próximos años.

El tema es de enorme interés nacional, mientras más educada sea la población mayor es la capacidad de desarrollo del país, pues habrá más mano de obra calificada y más personas con capacidad de emprendimiento y de incorporarse activamente a la economía.

Pero, además, a mayor educación, más y mejor democracia, porque mayor será la capacidad de decodificar los mensajes y, por lo tanto, de protegerse de la demagogia que tanto daño hace a nuestros países. Será también mayor la capacidad de exigencia de planes y programas a los candidatos a las funciones públicas antes de darles su voto y la comprensión de la necesidad de participar activamente en la vida cívica y política del país.

La educación básica para todos debe ser un programa nacional que supere las diferencias ideológicas y los cambios de gobierno. Un país sin analfabetos debe ser la meta de todos.