BARCELONA, España

Que la edición de libros en Ecuador es de buen nivel no es necesario demostrarlo. Otro asunto, y grave, es su difusión y circulación. Esto explica que en los últimos años los escritores ecuatorianos publiquen cada vez más con editoriales de Perú, Colombia, Argentina, México o España. La noticia es buena, con los matices del caso. Estos libros se venden y, mal que bien, son asequibles para un público internacional. Pero ¿qué ocurre con las ediciones realizadas por instituciones ecuatorianas?

Doy un ejemplo reciente. Se acaba de publicar en la colección de Estudios Literarios y Culturales del Centro Cultural Benjamín Carrión el libro de uno de los más destacados críticos ecuatorianos, Wilfrido Corral, titulado Cartografía occidental de la novela hispanoamericana. Corral publicó en 2005 con la editorial Columbia University Press, en coautoría con Daphne Patai, una antología de la crítica de las últimas décadas, Theory’s Empire, que fue declarado el libro de crítica del año por The Times Literary Supplement. Esta obra se puede adquirir a través de Amazon.com. ¿Qué ocurrirá ahora con el nuevo libro de Corral editado en Quito? Pues que el libro difícilmente será asequible en librerías porque los mecanismos burocráticos bloquean la venta y convierten el libro en una pieza de donación. En resumen, el libro pasará inadvertido en librerías y, sobre todo, será inhallable.

El Centro Cultural Benjamín Carrión ha realizado un esfuerzo sobresaliente para la cultura y el pensamiento ecuatoriano, así mismo la Municipalidad de Guayaquil con notables colecciones de literatura –hasta lo que conozco estas colecciones solo se pueden comprar en una ventanilla del Municipio. Pero a pesar de ser obras bien editadas y relevantes, su existencia real es prácticamente nula. Más de una vez me han dado ejemplares de obras que he entregado a críticos y escritores europeos que se sorprenden por la calidad de tales libros pero al encontrarse con esas trabas de adquisición el diálogo no continúa ni se abren frentes de lecturas independientes y de propia iniciativa. Así las publicaciones ecuatorianas carecen de una condición editorial básica: su disponibilidad.

Hay más casos en distintas áreas y entidades. Deberían tomarse medidas efectivas y reales, destrabando el laberinto burocrático, para que estos libros se puedan vender. Regalar libros en ferias o eventos culturales parece positivo a primera vista, pero a la larga es una forma de minusvalorarlos y termina anulando la dinámica real de los libros, su libre circulación y venta, incluido el acceso a un público internacional, lo que tanto se reclama para la proyección de la cultura ecuatoriana. El Ministerio de Cultura y los respectivos municipios podrían colaborar entre sí y aplicar un criterio de sentido común para abrir y no cerrar esta proyección. Es necesaria menos demagogia de escaparate. Las ferias de libros no son suficientes porque son puntuales. Hay que pasar a regulaciones editoriales sostenidas y creativas. Caso contrario se restringirá la difusión internacional a los criterios editoriales extranjeros y los autores seguirán buscando otros espacios, con la correspondiente pérdida de expectativa por las publicaciones nacionales. Son medidas de sentido común, pero ya sabemos que esto es lo menos común cuando se maneja una retórica de lo gratuito.