EFE
LOS ÁNGELES, EE.UU..- El príncipe Alberto II de Mónaco, que mañana se casará por el civil y el sábado el eclesiástico con Charlene Wittstock, se enamoró de la sudafricana por su sentido del humor, simplicidad y forma de ser tan natural. Así lo asegura el prometido en una entrevista publicada en el nuevo número de la edición estadounidense de la revista Vogue, de la que la prensa estadounidense ha hecho eco.

"Para mí, Charlene no puede estar más guapa que cuando luce natural, sin maquillaje y con el pelo recogido", añadió el monarca monegasco.

Durante la charla con la pareja se describe cómo el príncipe conoció a la que será su esposa, cuando esta lucía un traje de baño. La exnadadora, que representó a Sudáfrica en los Juegos Olímpicos del 2000, tomaba parte en un evento en Mónaco cuando llamó la atención del príncipe, hace diez años.

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"Fue increíblemente halagador", recordó ella. "Después de verme nadar, Alberto pidió permiso a mis agentes para una cita. Pasamos toda la tarde charlando y riendo", agregó.

Pero no fue hasta pasados cinco años, en diciembre del 2005, cuando los dos se reencontraron. "Me pidió salir oficialmente en el día de Año Nuevo. Nuestra primera aparición pública fue en los juegos (Olímpicos de Invierno) de Turín, en febrero del 2006", comentó la novia, de 33 años.

El deporte es el nexo de unión entre Alberto y su novia, pues él es también un destacado deportista, considerado, a sus 53 años, como uno de los solteros más codiciados de la realeza europea. Su vida ha sido seguida con lupa por la prensa rosa, que le dio fama de mujeriego.

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"Me he encontrado bien en esta soltería prolongada que me ha dado una cierta libertad, pero tranquilícense, me casaré", aseguró el monarca a fines del 2005. Fue en abril pasado, al anunciar su compromiso con Wittstock, que él cumplió con lo dicho hace seis años.

Alberto II es el segundo hijo del príncipe Rainiero III y de la estrella de Hollywood Grace Kelly, convertida en princesa tras su boda, en 1956, y que murió en un trágico accidente el 14 de septiembre de 1982.

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En abril del 2005, tras la muerte de su padre, Alberto asumió las riendas del principado. Se ha mostrado siempre como un hombre de apariencia sencilla, moderno, tranquilo, a la escucha de los otros, más accesible y menos "autócrata" que el fallecido Rainiero.

Alberto II reivindica al mismo tiempo una "ética" y una "honestidad" que a sus ojos son indispensables para gobernar correctamente el principado.