WASHINGTON |

Como les anuncié con anticipación, el martes intervine aquí, en Washington, en el foro sobre libertad de expresión que organizó la NED (National Endowment for Democracy).

Comencé citando el discurso que hace setenta años pronunció Franklin Roosevelt, el 6 de enero de 1941, en medio del miedo de la Segunda Guerra Mundial, cuando enunció las cuatro libertades sobre las cuales debería levantarse el mundo al cabo de la contienda bélica: libertad de palabra, de culto, de trabajo y libertad para no tener miedo.

Le conté al auditorio que en mi país la libertad de expresión aún sobrevive, a pesar de todo lo que se hace para matarla; que la libertad de culto y de trabajo, con muchas restricciones siguen vivas; pero que en cambio hemos perdido el derecho a no temer, a dormir en paz.

Los ecuatorianos de hoy tenemos miedo; la inmensa mayoría, a que un sicario le dispare, lo secuestre o le arrebate sus bienes; pero otros, además, a que el régimen nos acuse de algún crimen terrible y con ese pretexto nos arrastre a la cárcel.

Hay miedo entre los policías de que los involucren en los acontecimientos del 30 de septiembre. Para eso, informó el ministro José Serrano que dispone de nuevas “pruebas” del “golpe de Estado”, para que ningún uniformado se solidarice con Rolando Tapia y sus compañeros, injustamente condenados.

Temen los periodistas que los tilden de corruptos; para eso acusaron a Jeanette Hinostroza de cobrar dinero por cada entrevista a Galo Lara, para que ningún medio vuelva a invitarlo. (Veremos si alguno se atreve).

Tienen miedo los izquierdistas de que los acusen de “hacerle el juego a la derecha”. Así consiguen que Alberto Acosta, la Conaie, Gustavo Larrea y el MPD se aíslen voluntariamente y no busquen la unidad contra la dictadura.

Ahora han inventado una nueva lista del miedo: la de los “agentes” de la CIA. Primero la incluyeron a Lourdes Tibán; luego a César Ricaurte y a mí. ¿Qué pretenden con eso? Que no busquemos solidaridad internacional. Que no vengamos a Washington, ni vayamos a Brasil, a Chile o a Europa, a contarle al mundo de nuestro miedo. Si nos quedamos en nuestro país somos “corruptos” y nos mandarán a la cárcel. Si salimos a denunciar a la dictadura, somos “agentes de la CIA” y acabaremos en la cárcel. Grandes opciones las que nos dejan.

Pero las peores dictaduras son las más torpes. El martes, luego de la conferencia en la NED, la embajada ecuatoriana en Washington emitió un comunicado para quejarse de que no los invitaron al evento, insinuando que la NED es enemiga de la Revolución Correísta. No se tomaron la molestia de constatar que la invitación era abierta, y que habría una instancia para que los asistentes pidan la palabra. O lo sabían, y prefirieron no asistir. (No sería la primera vez: Rolando Panchana, Aminta Buenaño y Fernando Alvarado, entre otros, alguna vez recibieron la invitación a debatir conmigo y no acudieron).

Pero les salió el tiro por la culata. Gracias a ese comunicado, recibí ese mismo día la invitación de la revista Time y el canal de televisión de la Voz de las Américas para conocer mi versión de lo que ocurre en Ecuador. Es lo que yo buscaba al venir a Washington. Así que seguiré viajando, a cualquier rincón donde haya oídos que quieran escuchar la historia del temor que propagan en mi país los agentes del miedo de Rafael Correa Delgado.