Estamos rodeados de ranas. En el día, en la noche, en todo el territorio nacional, en el agua, en la tierra, en los árboles y en las lluvias, ahí están. Los machos, solos o en grupos, respiran profundo y croan, croan y croan... son serenatas de conquista, mientras las hembras agudizan sus oídos para reconocer el canto de su especie, es un momento para encontrar a su pareja de ocasión.

Cinco nuevos cantos se oficializaron en el amplio repertorio anfibio del país, registrados y descritos por investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), dentro del proyecto Inventario y caracterización genética y morfológica de la diversidad de anfibios, reptiles y aves de los Andes del Ecuador, que emprendió en noviembre del 2008, financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt) y ejecutado por el Museo de Zoología de la PUCE.

El proyecto tiene tres años de duración y en la primera fase, la exploración de campo, ejecutada en 30 puntos antes no explorados de los Andes ecuatorianos y otras áreas consideradas abundantes en fauna anfibia, desde febrero del 2009 hasta marzo del 2010, se identificaron cerca de 30 posibles nuevas ranas.

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Con el apoyo de expertos de la Universidad de Kansas, Estados Unidos, y estudios genéticos especializados se confirmó, hasta ahora, la presencia de cinco ranas antes desconocidas, y continúan explorando en el ADN de otros pequeños en busca de más.

En nombres comunes, las nuevas integrantes son las ranas arborícola, termitera, nodriza, bullanguera y diminuta, esta última además identificada como el vertebrado más pequeño del país, con 13 milímetros de longitud, en promedio.

La arborícola mide de cuatro a seis centímetros de largo, no existe mayor diferencia de tamaño entre macho y hembra, tiene patas largas y cuerpo estilizado que le permite saltar de árbol en árbol para alcanzar grillos y mariposas, sus alimentos favoritos, y ojos grandes que amplían su campo de visión en sus paseos nocturnos.

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La termitera, una nueva variedad, se la identifica por su canto. Y como su nombre lo indica, come termitas, además de hormigas y otros insectos pequeños, en relación con sus 3,3 centímetros (cm) de longitud. Vive entre la hojarasca del bosque y su color café la ayuda a camuflarse y escapar de los depredadores. Pero esta especie protege a sus crías desde su nacimiento. Los biólogos denominan “abrazo nupcial” al acto sexual de las ranas, el macho sobre la hembra, durante el cual esta especie tiene un comportamiento particular. Mientras la mayoría de ranas deposita sus huevos en hojas o agua, esta hembra pone sus huevos durante la copulación, en tanto que el macho mueve sus patas traseras convirtiendo la yema de los huevos en una especie de ‘rompope’, y dentro de esta capa están los renacuajos. El abrazo nupcial termina, la rana se va y el macho queda al cuidado de los huevos, estos eclosionan y el padre lleva a los recién nacidos al charco más cercano.

Las bullangueras realizan el mismo rito reproductivo. Su principal diferencia está en el canto y las serenatas. Estas ranas, que pueden llegar a medir hasta 3 cm, habitan principalmente en el Bosque Petrificado de Puyango, entre El Oro y Loja, y según Santiago Ron, especializado en biología evolutiva y parte del proyecto de la PUCE, las bullangueras se reúnen en grupos, que pueden alcanzar hasta los cien individuos, para empezar su serenata, y precisamente por este don bullicioso no son muy queridas por las personas con quienes comparten espacio, ya que también habitan en las ciudades.

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La nodriza del Yasuní es de color café verdoso y si se la mira de muy cerca parece que tuviera ojos sobre su espalda, pero no lo son, estos puntos son sus renacuajos. Su nombre proviene de esta característica. Después de la serenata y el abrazo nupcial llegan las crías. La hembra se va, pero el macho espera hasta que aparecen los renacuajos, que ágilmente trepan hasta la espalda del padre. Este los lleva a un charco y se va a preparar el siguiente canto.

Se la encontró a lo largo de los arroyos rocosos del Parque Nacional Yasuní. Mónica Páez, encargada de la descripción de la nodriza del Yasuní, explica que cada individuo, que llega a medir hasta 2,5 cm, se apropia de un área donde no acepta compartir con otro de su especie.

Si las nuevas se colocan por orden de estatura, de grande a pequeña, definitivamente la rana diminuta del Cóndor estaría al final de la fila. Juan Guayasamín, director del proyecto de la PUCE y encargado de la descripción de esta especie, explica que mientras observaban las hojas del bosque enano de la Reserva Ecológica Cordillera del Cóndor, se encontraron con una especie diminuta, pensaron que era una rana juvenil, pero de pronto llegó otra de la misma especie y presenciaron un abrazo nupcial en miniatura. Era una nueva especie, y se lo comprobó con estudios genéticos, donde además confirmaron que su esqueleto y demás órganos estaban completamente formados.

La segunda sorpresa que se llevaron los biólogos fue al encontrar sus nidos. A diferencia de la mayoría de las ranas, estas no ponen numerosos huevos, máximo cinco por cada nido, y de estos no nacen renacuajos, sino ranitas ya formadas, que no pasan de los 10 milímetros.

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Con estas cinco nuevas ranas Ecuador sigue en primer lugar como país con mayor número de especies anfibias por kilómetro cuadrado, con 479 descritas formalmente, cifra superada solo por Colombia y Brasil, de acuerdo con publicaciones de Luis Coloma, director del proyecto de la PUCE, autor de varios libros sobre anfibios.

Con el estudio genético de las otras especies encontradas se plantea también establecer las relaciones de parentesco entre ellas y armar un árbol genealógico anfibio, donde ningún canto se repite.

Arlequín, ranas termómetro
Las ranas arlequín son nombradas así por su diversidad de colores. Los científicos dicen que en la década del ochenta era muy común ver a numerosos grupos de ranas de este tipo, pero que en los últimos años su población se ha visto drásticamente reducida. Luis Coloma, estudioso de la especie, la describe como indicadora del cambio climático, pues esta rana respira a través de la piel y el mínimo cambio la afecta. Junto con su equipo de investigación prepara un informe sobre el estado actual de la especie y las implicaciones climáticas.