Viajemos por la caprichosa rugosidad de nuestra serranía; dejemos atrás, la inclemencia del invierno tropical que desnuda irresponsabilidades y la falta de un trabajo planificado y efectivo de muchos gobiernos, incluido el actual. Con mi esposa vamos en busca de un tónico familiar, queremos forzar la historia; buscamos vivencias de algo más de treinta años atrás.

Sábado 27 de febrero; sobre cuatro ruedas leemos nuestra hoja de ruta: Guayaquil-El Triunfo-Pallatanga-Riobamba-Colta-Columbe-San Bartolo. El tramo Guayaquil-El Triunfo-Bucay es un regalo para la vista, un gracias a la vida. Conozco a un amigo que los fines de semana no tiene placer más embriagante que viajar de El Triunfo a Bucay y viceversa: excelente vía, pujanza de platanales, guaduales exuberantes, plantas exóticas, un túnel ecológico antes del Chanchán, verdor a manos llenas. Bucay tiene muchos encantos y sabe cómo tratar a quienes lo visitan, ya sea por El Triunfo o por Milagro.

Las carreteras Loja-Cuenca, Cuenca-Molleturo-Puerto Inca y Bucay-Pallatanga-Balbanera son tres milagros de la “revolución ciudadana”, son vías que están por concluirse, pero que desde ya marcan un hito importante en la vialidad del país; se dice que durarán al menos treinta años, así lo esperamos.

La Bucay-Pallatanga-Riobamba, en el pasado, fue un desafío a la muerte, un riesgo inevitable. Todo ha cambiado; sumando varios retazos, quedan 10 kilómetros inconclusos. El viaje es una experiencia única y totalmente nueva. No encontramos neblina, esta vez; el invierno ha agigantado el verdor; el carro se desliza raudo sobre cemento, no se siente el ascenso y un gracias a Dios sale espontáneo; la señalización pondrá un broche de oro a este servicio al que los ecuatorianos teníamos derecho desde hace mucho.

Ya en Chimborazo, luego de algunas escaramuzas por caminos vecinales, llegamos a San Bartolo, caserío cercano a Columbe. Un día maravilloso. La sequía de las laderas de San Luis contrasta con el verdor de grandes haciendas en parte repartidas o vendidas a sus trabajadores. “Las lluvias se han alejado”, nos dicen, sin embargo, “Diosito mantiene verdes las siembras”. Jamás vi una tierra tan negra y tan fecunda. Nelson, nieto de Judith y Francisco, antiguos dueños de parte de San Bartolo, recuerda emocionado sus vacaciones en el campo, su contacto adolescente con los indígenas del sector y también su labor de cobranza de haberes pendientes a favor de sus abuelos. La familia de “patrón Nelsito” comparte recuerdos tonificantes y aplaude a quienes se anticiparon en el tiempo entregando sus tierras a sus colaboradores.

Amigas y amigos: viajen por Pallatanga a Riobamba, Alausí o Ambato. Visiten la iglesia de Balbanera, junto al lago de Colta; me cuentan después, será algo inolvidable; aprovechen de la sequía en la Sierra.

Señor Presidente, si las vías unen a los pueblos, ¿por qué la maledicencia amenaza separarnos?