Hace unos 40 años, Manabí, provincia donde nací, sufrió una sequía tanto o más severa que la actual. La población campesina emigró masivamente ante la pérdida de sus cosechas y la muerte de sus animales; los campos se resquebrajaron y los vientos barrieron la superficie saturando de arcilla seca todo el medio ambiente.

Ante la grave situación, el Gobierno nacional pidió en ese tiempo ayuda a Israel, país con  larga experiencia en la explotación y manejo de recursos hídricos, para afrontar el problema. Llegaron los israelitas e hicieron las evaluaciones y recomendaciones pertinentes; pero como luego comenzó a llover, entiendo que el estudio se archivó en la percha del olvido.

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Esa dramática sequía que asoló a mi provincia; el conocimiento de la perfección con que Israel maneja sus recursos naturales (entre ellos el agua); y el ofrecimiento del Gobierno de Israel al Ecuador de un curso internacional de “explotación de aguas subterráneas”; movieron mi voluntad de conseguir esa beca, que finalmente la  obtuve.

El curso se llevó a cabo en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde una tarde en la biblioteca de su Facultad de Geología, mientras yo buscaba unos libros como apoyo para desarrollar una práctica de campo que me había sido asignada, me encontré con el informe de los trabajos exploratorios que, sobre agua subterránea en Manabí, había desarrollado el grupo de expertos israelitas.

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Allí se detallan los estudios hidrogeológicos, los resultados de la geofísica aplicada, se establecen las zonas donde se encontró agua subterránea, la profundidad a la que esta fluye, y se sugiere dar el paso final: perforar pozos de pruebas para obtener los parámetros de los acuíferos; es decir, porosidad, capacidad de flujo, ratas máximas de bombeo, recargas, etcétera. Entiendo que el ente gubernamental nacional que en ese tiempo manejaba los recursos hidráulicos (el Inerhi o Instituto Ecuatoriano de Recursos Hídricos) tiene ese informe. Si no es así, estoy seguro de que el Gobierno de Israel puede suministrarlo.

Solo falta un paso (perforar pozos de prueba para bombearlos) pero es el decisivo y fundamental, pues toda la información obtenida antes de eso solo nos indica que hay agua pero no sabemos si el coeficiente de transmisión del suelo es el necesario para permitir el flujo del líquido; si la producción que el pozo entregue es la apetecible para ensancharlo, instalar una bomba sumergible, y finalmente explotarlo.

Pero, ¡hay que obtener el informe y perforar pozos de prueba en las zonas donde se ha detectado agua!

Raúl Ávila Moreno,
ingeniero, Guayaquil