Por Navidad un enorme abrazo a todos. Debemos mirarnos y agradecer, lo poco o mucho que tenemos, porque vivir es en sí mismo ya un enorme regalo. Pedir perdón y perdonar. Mirar el mundo no solo desde nuestra corta mirada, sino desde el corazón de los que no tienen, sufren, han caído en la desesperanza porque todos somos un mismo sujeto de una misma aventura. Y soñar… Soñar con una forma diferente de liderazgo (que hoy no tenemos y pocas veces hemos tenido en el pasado).

Que no gobierne para alardear y resolver sus necesidades, visiones o frustraciones, sino servir.

Que no crea en el poder como la plataforma salvadora de la vida de otros, sino un apoyo para que cada uno encuentre las oportunidades y posibilidades para salir adelante con su propio esfuerzo.

Con una ideología clara, porque su ausencia es ausencia de ideas y senderos. Pero no encerrarse en ella, porque la sociedad es tan diversa como el arco iris, y el líder solo puede ser un procesador de visiones, jamás el que impone. Oír, discutir, unir, sin nunca  traicionar ideales.

Que no convierta a la solidaridad en dádiva sin futuro, ni al esfuerzo colectivo en un pozo sin fin que alimenta a un ogro anónimo.

Que no sonría cuando un alcalde dice “señor Presidente, este pueblo es suyo”, sino que se avergüence de haber convertido al poder en un acto de sumisión.

Que no esté pensando en la manera de reelegirse, sino llegar, cumplir y retirarse humildemente con el deber cumplido.

Llenarse de humildad cristiana. No querer ser el centro de cada festejo en cada pueblo, sino un espectador que simplemente se divierte cuando los demás se alegran.

Que no crea en la majestad del poder, porque el poder es un servicio, jamás un acto de majestuosa soberbia.

Un lector crítico de la prensa, para escuchar otras voces más allá de los esbirros que abarrotan sus pasillos, aceptando que los comunicadores con todos sus defectos dicen más verdades que los ojos propios cegados por la vanidad.

Que recorra y pueda recorrer las calles sin estridencias ni mil protecciones.
Que en lugar de correr tras cada evento, y ser el centro de cada noticia, ponga pausa en sus actos, pensamientos y decisiones, porque meditar, oír, cernir y discernir es parte de la sabiduría de decidir con pausa pero sin temor.

Que admita sus limitaciones y errores, y no encuentre en cada paso falso la culpa en manos ajenas.

Que no crea que la democracia es sumar votos sino voluntades, y que el totalitarismo es juntar en una sola mano el poder ejecutivo, legislativo, judicial y de comunicación.

Que no encierre a la gente en sus propias debilidades o levante a los amigos contra los adversarios, porque el líder es el que une y eleva la humildad, la moral y la valentía.

Que esté consciente de que cuanto menos poder tiene el poder, y más cumple en silencio, más valor tienen los ciudadanos.

…algún día, en alguna Navidad, en algún sueño.