Permítanme, amigas y amigos de este Diario “corrupto”, entregarles un compendio de elementos útiles de reflexión. No soy dueño de la verdad, nunca lo fui y creo que solamente Dios, que es Verdad, la posee en grado sumo; la deidad no presupone aprendizajes. Dios es o no es. Un Dios no se hace, sencillamente es y, por ser, existe.

Doy paso a mis digresiones y afirmaciones, en uso de mi derecho para expresarme acorde con mis convicciones, por ustedes conocidas. Contar con un espacio para ingresar por unos minutos a su hogar u oficina, es un privilegio.

-La paz es el resultado del respeto irrestricto al derecho de los demás. La paz no se decreta, se la construye. Todos los habitantes de un determinado territorio somos constructores, innatos y sin previo contrato, de la paz. Nadie deja de ser corresponsable de una paz resquebrajada: por acción o por omisión, todos construimos o destruimos la paz. Una de las razones de ser de la autoridad es buscar la vigencia de la justicia como el mejor camino hacia la paz. Vale recordarlo.

-Me cuentan que nuestro presidente, Rafael Correa, “relata refero”, se proclama un católico ferviente, más amigo de la Teología de la Liberación que de la doctrina católica “universalmente aceptada”, es decir, quiere una Iglesia más a su imagen conceptual que aquella que se vincula con los mil millones y pico de católicos que poblamos el universo. Qué hacer, me preguntan. Nada, amigas y amigos. La libertad conlleva opciones y estas arrastran riesgos y responsabilidades.

-“Gobernar es estar pendiente de los ciudadanos”, nos recuerda Federico María Sanfeliú. Qué triste que vivamos estos días en un país intencionalmente dividido para conseguir réditos políticos y “sociales”,  conducido por quienes no conocen otra fuente de la verdad y la razón que aquella que se anida en sus cabezas; triste, porque no existe un gobernante preocupado de todos los ciudadanos sino solamente de una parte de ellos; triste porque se saca a relucir en toda tribuna el odio, la animadversión, el enojo y el repudio a quienes piensan de manera diferente, a quienes con su trabajo han logrado su bienestar familiar, a quienes no son los que aplauden semanalmente al líder de la revolución ciudadana. Esta Navidad nos encuentra más separados que nunca, con odios que empiezan a germinar, con recelos que se agigantan, con suspicacias nocivas e innecesarias.

Ecuador ha cambiado su comportamiento frente a las instituciones de gobierno, no busca derrocarlas pero sí empieza a exigir cambios radicales de actitudes; quiere legisladores con personalidad que busquen el bien común y den respetabilidad a la Asamblea Nacional; quiere una Ley General de Educación y una Ley de Educación Superior que recojan las necesidades nacionales y las engloben en las instancias internacionales; exige una Ley de Comunicación que respete la libertad de expresión; exige que las funciones del Estado no sean dependencias del Ejecutivo; que el Presidente de la República no sea capataz ni mandamás, solo Presidente. ¿Es mucho pedir?