El viaje a Madrid suele ser agotador, si además previamente hay que recorrer los subterráneos del aeropuerto y someterse a los controles de droga donde los policías hacen abrir maletas al azar y escanean al pasajero, que llamado por los altoparlantes, luce aterrado preguntándose qué pasa, cuando es la primera vez que le ocurre. Una vez presencié los ladridos espeluznantes de un perro que quería rasgar una maleta con sus patas. Ni hablar que esta fue abierta con navaja y el pasajero sometido a múltiples controles para comprobar que el buen olfato del perro había descubierto comida para canes que el pasajero llevaba de regalo a la mascota que lo esperaba…

Participé en el festival de ideas VivAmérica organizado por Casa América, durante varios días, en Madrid. Un clima cálido a pesar del otoño resplandecía en la capital española donde los migrantes hablan como en secreto de sus problemas para encontrar trabajo. En momentos que celebramos otro aniversario del llamado “Encuentro de culturas”, que más bien fue un desencuentro, los unos pensando que llegaban a la India, los otros creyendo que los visitaban dioses y todos los acontecimientos posteriores de lo que no hay mucho que enorgullecerse, la capital española se convirtió en un hervidero de propuestas, conferencias, cine, teatro, bailes y cultura en todas sus formas. Un equipo excelente permitía que todo se llevara a cabo casi sin contratiempos.

En el festival se reunían arte, ponencias, diálogos, música y marcha, en diferentes espacios y ciudades. Solo al regreso y alertada por la voces cada vez más propositivas de los indígenas en nuestro país, creí descubrir que ellos no fueron ponentes, o muy poco, en los temas de discusión abierta del festival de ideas. Sí actores increíbles en el arte.

Los acontecimientos recientes en nuestro país muestran que todavía no consideramos a las nacionalidades originarias como sujetos plenos en la construcción democrática. Con propuestas propias que tienen que ser dialogadas, cuestionadas, aceptadas o no y escuchadas como posibles soluciones a los múltiples problemas sociales y económicos que aquejan al país y al mundo.

Entre las ponencias llamó mucho mi atención la de Carlos Fernando Chamorro –hijo del legendario Pedro Joaquín Chamorro que fue asesinado por la dictadura de Anastacio Somoza– y que simboliza la defensa de la libertad de prensa en Nicaragua.

Entre las ideas que rescato de su alocución está el señalar que la prensa ejerce un contrapeso al poder en democracia en el momento en que muchos gobiernos, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, proponen la refundación de sus países y que se manifiesta además en una tendencia a la concentración del poder sin intermediarios, sin contrapesos. Lo curioso que esto lo ejercen tanto Michelletti en el golpe de Estado hondureño, como en el extremo opuesto Cuba donde la libertad de prensa es una quimera.

Chamorro señaló varias tareas como prioritarias para la prensa:

1. No ceder a las intimidaciones ni caer en la autocensura.

2. Ejercer la fiscalización de manera clara, no solo de los poderes públicos sino también de los poderes privados.

3. Y quizás lo más importante: los periodistas son actores democráticos, se necesitan mutuamente con los poderes políticos, no son jueces, no son contralores. Su función es investigar lo que otros ocultan, que se rinda cuentas, y contar también las buenas historias.

Y ejercer el periodismo con pasión por el oficio e indignación por los abusos de poder.