El mundo de la moda en Pakistán tiene su atalaya en la metrópolis de Karachi, donde una élite reducida y privilegiada hace frente a los tabúes de una sociedad islámica conservadora.
Una horas antes de que una ciudad poblada de mujeres con burka declarara el inicio del mes de ayuno y abstinencias del Ramadán, en Karachi cientos de personas asistían a un desfile seguido de fiesta nocturna en la que no faltó de nada.
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Karachi es el escenario por excelencia de desfiles de alta costura como el registrado el pasado viernes. Este marcó el debut de la joven diseñadora Sanam Agha de la mano de uno de los gurús de la moda en el país, el estilista Tariq Amin.
La pasarela tuvo lugar en Clifton, donde vive la clase alta de Karachi, que constantemente llega en lujosos automóviles al lugar, que tiene piscina y una sala vip y donde la gente aclara su garganta con margaritas.
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La élite vive sumergida en un mundo muy alejado de la realidad de un país pobre, subdesarrollado y azotado por el auge del terrorismo islámico, pero consciente de que su privilegiado acceso a buena educación debe aportar dinamismo a la sociedad. “Aquí estamos influenciados por Vogue y Bollywood, pero hacemos una interpretación oriental para no herir sensibilidades”, explica Amin.