Era natural que los judíos, cuando Jesús les prometió que les daría de comer su santo cuerpo y de beber su santa sangre, no entendieran absolutamente nada. Como también es natural que sin la fe, después de 20 siglos, haya hombres y mujeres que tampoco acepten el misterio de la Eucaristía.
Se trata de un Misterio estricto, no apoyado en la evidencia de las cosas, sino en la autoridad de Dios. Pero del que sí se puede, una vez que ha sido revelado, mostrar su credibilidad.