Antes, digamos que hace un par de meses, ver el programa del presidente Rafael Correa me producía una mezcla de vergüenza y humillación por el país que tenemos. Ahora solo me produce pena.

Lo veo allí, con el rostro desencajado, enojándose con sus asistentes (sin una migaja de consideración para gente que lo da todo por él), tragándose el sapo del “círculo rosa” y procurando fabricar alguna noticia (como la de “me voy a Honduras”) que distraiga la atención del escándalo de Fabricio Correa y sus 80 millones.

Me da pena. Pero también rabia. Porque nos demostró ya que no reaccionará ante el cúmulo de fracasos que se está formando a su alrededor.

Cuando a uno le dan una paliza, lo mínimo es sacar alguna lección. ¿Por qué me denigran tanto por mi hermano, Teleamazonas, la libertad de expresión y los docentes? ¿Es todo un complot, o tengo yo algo de culpa?

Menos aún se decidirá a enfrentar los problemas del país, que no son dónde y cómo viven los pelucones, o dónde sirven los patacones más ricos o averiguar si Carlos Vera se pinta la barba o no.

Hace menos de un año: “Petróleo a 140 dólares y quizás llegue a 200”. Wao. Los ecuatorianos nos hicimos ricos. Hace menos de seis meses: “Petróleo a 30 dólares, y sigue bajando”. Wao. Nos hicimos… polvo. Pero ahora el petróleo no está ni muy caro ni muy barato. No es la gloria, pero debería ser suficiente para vivir, para dormir un poco más tranquilos, y para pensar en el futuro… si el Presidente tuviese ganas de hacerlo.

Pero Correa se come su propio cuento. Sus amigos y colaboradores le festejan tanto sus vulgaridades que hace rato perdió el sentido de la realidad.
Revolución Ciudadana. Acaba de renunciar Manuela Gallegos (entre tantos otros que defeccionan estos días). Esta señora era la encargada de movilizar al pueblo detrás del ideario socialista estalinista. Pero llegó a la conclusión, según le dijo a  Vistazo  (en lenguaje muy diplomático por cierto), que no hay revolución, que el pueblo no participa y que renunció para buscar otra trinchera. No hay revolución, lo reconocen los mismos revolucionarios.

Proyecto nacional. Un poco antes renunció Susana Cabeza de Vaca, ex ministra coordinadora de la Producción, una de las pocas que propusieron algo parecido a un proyecto de país (con el que no coincido, pero al que reconozco como un proyecto respetable). Y se fue –según dijo con términos más diplomáticos aún– porque nadie escuchó con un mínimo de entusiasmo sus ideas.

Así que habría que comenzar desde el principio. ¿Pero se lo imaginan a Correa dejándose entrevistar por Jorge Ortiz y Carlos Vera, por ejemplo? Esa sí sería una señal de cambio radical. Nos indicaría que sí podemos tener presidentes que no ponen su propia vanidad por delante.

Luego Correa podría continuar con una propuesta económica, social y política que le dé espacio a todos, que respete las libertades, y que sí, le imponga renunciamientos a los que más pueden, pero no para repartir migajas a cambio de votos, o para dejar a familiares y amigos que gocen hasta más no poder, sino para invertir en un Ecuador progresista.

¿Es mucho pedir? Para la dinastía Correa, sí.