Lo de Honduras fue un golpe de Estado, llevado por militares en contubernio con poderosas élites políticas, empresariales y religiosas. Que quisieron disfrazarle después con un símil de normalidad constitucional es otra cosa, pero la careta poco a poco se ha caído con las medidas de represión y silenciamiento a toda voz disidente. La comunidad internacional se ha movido rápidamente y la condena ha sido unánime, de hecho la OEA por primera vez dio un ultimátum desde que se acordó la Carta democrática.

El consenso en torno a esta condena ha sido general: los presidentes de la ALBA, el Banco Mundial, la Unión Europa, el presidente Obama, los parlamentos han tomado medidas, además de la condena. Esto es un gran avance, respecto a episodios similares en el pasado reciente.

¿Pero tiene otro país o un grupo de países derecho a intervenir cuando se rompe el orden democrático?

Quisiera señalar claramente que la democracia y sus instituciones: elecciones, independencia de los poderes, respeto a los derechos humanos, pluralidad de los partidos políticos y subordinación de todas las instituciones del Estado, incluyendo las fuerzas armadas a la autoridad civil, hacen parte de las obligaciones internacionales y muy especialmente de aquellas de las Américas. La Carta Democrática Interamericana crea justamente esas obligaciones y suspende a cualquier Estado que se aleje de ellas.

En algunos casos se ha considerado que la democracia es una institución occidental, creada por la civilización greco-romana y por lo tanto, algo que realmente no atañe a aquellos países que no vienen de esa tradición. La presión por sistemas democráticos sería una imposición de los países ricos de Occidente. ¿Es eso así?  Me gustaría remitir al lector a un muy interesante libro del premio Nobel de Economía Amartya Sen: Identidad y Violencia. Él destaca que si bien la práctica de elegir gobiernos por medio de votos tuvo su más antigua experiencia en Grecia y desde allí se extendió a Roma, los europeos fueron pobres seguidores durante buena parte de su historia. Hubo experiencias mucho más ricas en países como Irán, India o Japón. En el siglo séptimo Japón tenía una Constitución, que llamaba al respeto de las diferencias de criterio: “No nos resintamos cuando otros difieren de nosotros. Porque todos los hombres tienen corazones y cada corazón tiene su inclinación”. Finalmente cita varias veces a Mandela, cuya demanda por democracia no provino de una imposición occidental, sino de viejas tradiciones de las aldeas africanas. La democracia es, a no dudarlo, uno de los mejores patrimonios compartidos de la humanidad.

Esta y sus instituciones no pueden vulnerarse cada vez que a un jefezote militar o a unos cuantos políticos se les ocurre que la autoridad legítima no les sirve o que se ha alejado de lo que ellos consideran adecuado. La comunidad internacional tiene derecho a reaccionar con fuerza y exigir que se vuelva al régimen democrático. ¡Qué bien que lo hicimos en este caso!
Dos pensamientos finales. Lo de Honduras es como un espejo del tipo de experiencias políticas que hicimos como país entre 1997 y el 2005. En ese entonces nos salimos con ello, espero que nunca más lo hagamos. Segundo, no me gustó que el presidente Correa se pierda entre uno más del “Grupo de Chávez”, perdimos ante la opinión pública internacional, visibilidad como país con voz propia.