La suerte está echada. No hay espacio para un vuelva luego. El plan de evaluación y capacitación de los maestros ecuatorianos pudo haberse hecho de manera diferente, pero esto ya es historia. Del análisis del camino avanzado nacen reflexiones y sugerencias que pueden servir para continuar con la discusión de este tema.

-La terquedad a nada conduce. Los tercos renuncian al pensamiento: al creerse dueños de la verdad niegan al adversario la posibilidad de poseer su verdad o parte de ella. Los tercos ocupan siempre orillas opuestas. Desde allí se gritan, pero no se escuchan. No se les ocurre tender un puente y si lo hacen no lo cruzan para conversar con su adversario.

-La firmeza y arrojo para emprender batallas impostergables no encubren, necesariamente, una actitud terca. Cuando se han buscado consensos, cuando se ultimaron todas las posibilidades de entendimiento, entonces la firmeza y la valentía para ejecutar decisiones son inevitables y necesarias.

-El Ecuador entero, incluida una respetabilísima mayoría de maestros, aplaude la decisión de emprender una evaluación a quienes trabajan como educadores de párvulos, niños y jóvenes. Las grandes concentraciones no legitiman actitudes ni acciones, tampoco otorgan avales, más bien las deslegitiman.

-Se está construyendo –en círculos de pedagogos ilustrados y conscientes– un consenso que bien puede ser una solución que evite una “masacre motivacional”; los mandatarios de hoy son efímeros, como efímeros son los sueños de todo amo circunstancial, tanto de la UNE-MPD como de Carondelet. La propuesta se asienta sobre cuatro pilares; es menester estudiarla, entenderla, aceptarla o quizá mejorarla para ejecutarla. Estos son los  pilares:

1. La evaluación de los actores de la educación es necesaria e indispensable; siendo los maestros parte esencial del proceso educativo, su evaluación es pertinente y justificada; lo dicho no excluye a todos los integrantes del sistema nacional educativo, aspecto que debe reglamentarse.

2. Es conveniente comenzar con una evaluación general como instrumento necesario para delinear el plan de capacitación del magisterio. Esta evaluación debe ser obligatoria para todos los maestros, sin premios ni castigos; debe ejecutarla el Ministerio de Educación.

3. Mientras se capacita a los maestros (un año), debe crearse una entidad técnica, con autonomía e independencia suficientes y garantizadas por la ley, para evaluar a los maestros.

4. Las evaluaciones periódicas (cada cinco años) servirán para ratificar la permanencia de los maestros al servicio del Estado, en caso de aprobarlas; de no aprobarlas, luego de un segundo intento, los maestros deberán ser separados de sus funciones por haber demostrado incapacidad o negligencia.

El Gobierno debe abstenerse de difundir conceptos errados; lo proyectado no puede ni debe presentarse como realizado. Ni la educación ni la salud son de todos, por obra y gracia del marketing político. “Confiamos en que un día la educación y la salud sí serán de todos; esperamos que así sea”, este es un lenguaje honesto.

La mentira procrea decepciones. Las confrontaciones que rechazan entendimientos y no admiten “terceras vías”, a más de ser estériles, rompen el tejido social.