Existen conceptos que engendran actitudes frente a la vida; ideas que parten a los humanos en dos grandes ejércitos: los que optan por el triunfo y aquellos que no ven más allá de sus propias narices y viven empalagados por un narcisismo pueril que les impide volar o al menos sobrevolar sus horizontes  limitados. No sé si los siguientes renglones pertenecen a Carlos Slim o se los atribuye;  en  todo  caso  fueron redactados en torno a una conocida conferencia sobre el ‘Éxito’:

“Un triunfador es parte de la solución; un perdedor es parte del problema. Un triunfador dice: ‘Debe haber una forma mejor de hacerlo...’; un perdedor dice: ‘Esta es la forma en que siempre lo hemos hecho. No hay otra…’. Cuando un triunfador comete un error, dice: ‘Me equivoqué, fue mi culpa’, y aprende la lección; cuando un perdedor comete un error, dice: ‘No fue culpa mía’ y responsabiliza a los otros. Un triunfador dice: ‘Soy bueno, pero puedo mejorar’. Un perdedor dice: ‘No soy tan malo como otros’. Un triunfador sabe escuchar, comprende y responde. Un perdedor interrumpe y no espera que llegue su momento de hablar. Un triunfador respeta a aquellos que saben más y se preocupa en aprender algo de ellos. Un perdedor se resiste a todos los que saben más y solo se fija en sus defectos.

“Un triunfador consigue ‘ver el bosque en su totalidad’. Un perdedor se fija solo ‘en el árbol que le toca plantar’. Un triunfador se siente responsable por algo más que por su propio trabajo. Un perdedor no se compromete y siempre dice: ‘Hago mi trabajo y ya es bastante’.  Un triunfador trabaja mucho y dedica más tiempo para sí mismo. Un perdedor está siempre ‘muy ocupado’ o ‘muy cansado’ y no tiene tiempo para los suyos. No importa qué tan fuertes sean tus creencias.  Si no usas tu sabiduría para crear cambios positivos sigues siendo parte del  problema,  no  de  la  solución”.

Las elecciones del 26 de abril tienen ya sus resultados. Un proceso inédito, la carencia de autoridades que acaten  normas electorales y la falta  de autoridades que exijan su cumplimiento  convirtieron al proceso electoral último en un atropello  a la  democracia. La historia dirá su última verdad.

Nuevamente tenemos a ganadores y a perdedores. Vale la pena que todos coincidamos en lo que debe ser el comportamiento que Ecuador requiere de su gente para los próximos cuatro años. Es urgente una planificación responsable que haga realidad los eslóganes de campaña. Si “la educación ya es de todos” y la salud también, que en realidad lo sean; que las metas y los propósitos se los difunda como tales y que solamente los hechos se los publicite como verdaderas conquistas.

Bien por los que triunfaron, el pueblo ha visto en ellos a sus salvadores.   Un poco de humildad les ayudará a no torcer sus ofertas ni desviar sus compromisos; vale recordar que existen perdedores que son auténticos triunfadores y también lo contrario. Triunfadores y perdedores estamos uncidos inexorablemente al carro de nuestra historia.