El amor es lámpara que movemos creando sombras. Amar es confundir tiempo y espacio, caminar más allá del bien o del mal. El amor en sí no existe, solo puede nacer si uno atrapa el cable positivo, lo hace cómplice del negativo, pone a dos seres en contacto, logra el cortocircuito, es sentir un no sé qué venido de no se sabe dónde, pudiendo terminar no se sabe cómo. Es la unión jamás perfecta de dos seres imperfectos. El amor estalla en juegos delirantes, se enciende en fiestas salvajes, baila hasta caer exhausto en un rincón, embarrado de tristeza. Amar es cuando usted siente ganas de que alguien tenga ganas de usted, cuando se queda sin hablar porque el teléfono quema sus manos, chamusca su corazón, cuando la voz se vuelve granizo.

Se prende la fogata, las llamas suben imparables hasta el cielo aunque sepamos que es utopía, sueño irrealizable. Entonces hay que alejarse, enrumbarse hacia caminos absurdos que no llevan a ninguna parte. Hay amores que se quedan penando, errando, vagabundeando, vagamundeando, tanteando, buscando a ciegas la caprichosa felicidad. Otros cambian de polo, se tornan resentimiento, desquite. No hay odio más grande que aquel nacido en un corazón que se descarriló por amor y hace responsable al ser amado del eventual volcamiento.

Amé locamente a personas a las que nunca encontré. Pasé al lado de ellas como lo hacen dos trenes que van en direcciones opuestas. El pañuelo que agité a la hora del fugaz encuentro fue el mismo que enjugó lágrimas. El espacio está lleno de romances inexistentes. Jorge Luis Borges dice: “Estar enamorado es crear una religión cuyo Dios es falible”. Somos anarquistas, terroristas del fervor. El amor se convierte en bomba casera mal hecha, que puede saltar como resorte a la cara de quien la creó. De pronto el silencio logra detener el tiempo. Amé a Antígona como Carlos Eduardo Jaramillo amó a Nefertiti, Sonia Manzano a Ofelia, porque todos tenemos a “una demente flotando en nuestros ojos dormidos”. El amor “carga su cama de faquir a lomo de bestia”. Somos a la vez púas, espinas, sedales, pétalos, clavos, astillas de cristal.

“Todos queremos ser dioses pero solo a Jesucristo le salió”. De repente el amor encuentra su cauce, se desliza, corre, se alegra, se torna música, convierte a seres de carne y huesos en sueños vivientes, vuelve diosas a mujeres aparentemente simples, nos hace capaces de sencillas hazañas como puede volver malévolos a quienes considerábamos como ángeles. Hay mujeres capaces de encandelillarnos con cinco minutos de magia, luego nos dejan mirando el cielo vacío donde se apagaron de golpe las estrellas.

El amor que buscamos es otro. Es paz como ha de ser el silencio del posible Dios, es intimidad redescubierta. El amor aúlla, gime, se queja, tira de su cadena pero al final cierra los ojos, sigue soñando mientras una mano acaricia su cabeza hasta enloquecerlo. Amar es desafiar a la vida, a la muerte, al mundo entero. Amé a personas que nunca se enteraron. Jamás me arrepentiré. El sufrimiento es impuesto al valor agregado de un momento feliz.