Los cambios no son inventos de hoy; su necesidad y urgencia siempre estuvieron presentes en la agenda de la humanidad. La serpiente propuso a Eva un cambio de vida en el Edén: comer del árbol del bien y del mal en franco desafío con el mandato de Jehová. Eva y Adán corrieron el riesgo y aquí estamos los herederos de ese reto. Desde entonces, los encantadores de serpientes pululan en las comarcas. Los cantos de sirena hoy se promocionan en cada esquina. Esperanzas, ilusiones y cambios de vida se venden a granel. Todo a bajo costo y a costa de aquellos que más tienen.

Se pretende compartir la riqueza y universalizar la pobreza. Hablar de cambios es comprensible y racional. Ejecutar los cambios necesarios en una sociedad es un imperativo. Hacer los cambios irracionalmente y conducir a sus protagonistas hacia el despeñadero es irresponsabilidad de quienes abusan del poder. Cuando una sociedad se entrega ciegamente, en cuerpo y alma, a sus líderes, comete la más grande torpeza; se arrepentirá demasiado tarde cuando el agua le llegue al cuello; no es una aseveración más, la historia de la humanidad está llena de estas penosas constataciones.

Hemos entrado en una etapa en la que con el correr de los meses –quizá años– examinaremos comportamientos y modificaremos conductas; lo haremos, estemos seguros; que nos va a costar “sudor y lágrimas”, puede que sea verdad. Estamos, otra vez, frente al imperativo de cambios indispensables.

Les invito a leer y meditar sobre el texto que transcribo a continuación; difúndanlo, discútanlo, úsenlo como una saludable vacuna personal:

“No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.

“Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

El genio produce genialidades. Albert Einstein es el autor de las líneas entre comillas. Las escribió hace muchos años: la sociedad siempre estuvo y estará ahíta de crisis. Toda crisis es un riesgo y una oportunidad.