Las canciones melancólicas de las Hermanas Mendoza Sangurima, más conocidas como Las Alondras del Guayas, sonaron ayer con insistencia en el velatorio de Maruja, ex  integrante del desaparecido dúo, quien falleció el domingo pasado a las 15:30 en la ciudadela Las Acacias, donde residía.

Entre quienes velaban sus restos en la sala Exclusiva 1 del cementerio general estaban su hija Rosalinda Rodríguez, una de sus once nietos y el locutor Voltaire Maquilón. Muy acongojada, su primogénita (tuvo cinco hijos, uno fallecido) dijo que su mamá, de 86 años, tuvo problemas de salud a partir de 1997, porque era hipertensa, y desde hace unos días se sintió muy mal y el sábado pasado entró en  coma.

Mientras sonaba la canción Sí, pero calla, recordó que la artista era una mujer muy alegre que amaba la vida y a las personas, y que la música lo era todo para ella. “Era fanática de los Hermanos Montecel, Fresia Saavedra, entre otros cantantes nacionales. Siempre escuchaba sus discos”.

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La Alondra, quien hasta 1992 perteneció a ese dúo que se disolvió con la muerte de su hermana Amelia, será sepultada hoy a las 17:00 en el cementerio general, en el cuerpo de bóvedas de Sayce (Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos). A las 15:00 se celebrará una misa de cuerpo presente y a lo largo del camino hasta la que será su tumba se cantarán los temas de Las Alondras del Guayas.  

Maruja Mendoza nació en Guayaquil el 14 de mayo de 1922, y desde 1935 empezó a cantar profesionalmente con su hermana, después de debutar en la radio La voz del alma. Se casó en dos ocasiones: con Luis Rodríguez Yaquerque (peruano), con quien procreó a Rosalinda y a Luis Antonio; y con Marcos Castañeda, con quien tuvo a Jorge (fallecido), Enrique y Marcos. A lo largo de su carrera grabó más de 300 temas de los autores  ecuatorianos Carlos Rubira Infante, Carlos Solís Morán, Carlos Silva Pareja, Nicasio Safadi, y otros.

Entre sus canciones más conocidas están Siempre te he de amar, Cómo no he de llorar, La oración del olvido, y Sí, pero calla, que fueron grabadas en discos de acetato y actualmente se escuchan en CD.

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Su hija Rosalinda Rodríguez dijo que su madre vivió del canto, de sus presentaciones, con lo que ganaba las educó. En 1967, el gobierno de José María Velasco Ibarra le asignó una pensión vitalicia de 250.000 sucres (moneda de aquel entonces) y  hasta su muerte recibía  $ 400.

Se espera que hoy la acompañen hasta la que será su tumba sus cuatro hijos (hasta el cierre de esta edición esperaban que llegara Luis, quien está radicado en Estados Unidos). Así también, fanáticos y artistas.

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Maruja Mendoza fue muy amiga de las también cantantes Fresia Saavedra, Lilián Suárez, las Hermanas Reyes Rodríguez, e Hilda Murillo.