Hay dos imágenes del 2008 que difícilmente olvidaré; la de Bernard Madoff, el hombre que le estafó al mundo 50 mil millones de dólares, sonriendo a la cámara; y la del periodista iraquí enojado que le lanzó sus dos zapatos a George Bush. Ambos personajes tienen el mismo significado para mí: la derecha pasó de moda en el mundo, al menos por un rato; tocó fondo incluso en pleno corazón del capitalismo mundial.

Hago estas reflexiones para responderme a mí mismo una pregunta que me ronda desde hace un par de días: ¿Hay espacio para la derecha ecuatoriana luego de la muerte de León Febres-Cordero? Mi respuesta es que sí, pero que no ocurrirá sin un profundo relevo de dirigentes.

Hay un grupo de jóvenes quiteños, por ejemplo, muy entusiastas, que propugnan un modelo político de derecha y que se hacen llamar Democracia Popular. Pequeño detalle: no tomaron en cuenta que la sucretización de la deuda externa privada fue una lección de economía que ningún ecuatoriano jamás olvidará, así que será una misión imposible construir un partido cargando con semejante cruz.

Lo mismo podría decirse del Partido Social Cristiano. Jaime Nebot quiso mantenerlo a flote pero no lo consiguió. No comprendió que con Febres-Cordero, el PSC desaparecería. Los que surjan para defender el libre mercado en Guayaquil tendrán que buscarse otro ropaje.

Aclaremos que no es un asunto de formas sino de contenidos programáticos. Se le ha criticado a la izquierda su nostalgia por los años sesenta y se le ha pedido que modifique su discurso totalitario arcaico. Pero la vieja derecha sigue atada, en cambio, a su ideología de los años ochenta y noventa, cuando Ronald Reagan era popular y Barak Obama, el hombre del cambio en Norteamérica, ni siquiera existía.

Consideremos las implicaciones de la crisis económica mundial, que empujará al mundo entero y al Ecuador hacia el proteccionismo. La derecha más seria tiene razón cuando nos advierte que ese sería el peor remedio posible. La Gran Depresión de los años treinta fue tan grave y prolongada precisamente porque las potencias no pudieron establecer acuerdos y buscaron salvarse cada una por su cuenta. Pero sería un error igualmente gravísimo si nos aferrásemos ciegamente al libre mercado. Si las tendencias proteccionistas se imponen, y si Estados Unidos decide defenderse de la competencia china o europea, el Ecuador tendrá que seguir su ejemplo. Por un buen tiempo al menos no habrá cómo ser absolutamente liberal en economía, y si la derecha no lo entiende, no le auguro ningún futuro.

Luego está el compromiso con la democracia. Todavía escucho a muchos jóvenes derechistas que alaban la contribución de Augusto Pinochet al modelo chileno, o que justifican el intento de golpe contra Hugo Chávez, o que están enamorados de Álvaro Uribe. No comprendo cómo pueden ser liberales y alabar a dictadores o aspirantes a dictadores.

Así pues, hará falta un relevo radical en la derecha no solo de figuras sino de concepciones. ¿Será posible que ocurra? No lo sé, pero el mundo es así, nos obliga a cambiar. El pasado queda atrás y el presente pide paso. Las jóvenes generaciones deberían asumirlo de una vez.