WASHINGTON
BBC MUNDO.COM.- Cada año, aproximadamente 8.000 inmigrantes latinoamericanos regresan muertos desde Estados Unidos a sus respectivos países de origen.

La repatriación de cadáveres es un fenómeno que  aumenta con la inmigración y también se está convirtiendo en un buen negocio.

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Funerarias, compañías de seguros, empresas de tarjetas telefónicas y hasta las gobernaciones de algunos estados mexicanos han tratado de elaborar diferentes alternativas para hacer frente a la realidad de que algunos de los millones de inmigrantes que viven en Estados Unidos van a morir.

Y muchos de ellos, por  razones afectivas, pero también por su religión y hasta por razones culturales, prefieren que cuando eso ocurra los lleven a su lugar de origen, a sus familiares, para que los entierren.

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El problema se presenta cuando los familiares de la persona fallecida tienen que hacerle frente al gasto de trasladar el cuerpo desde el lugar de la muerte hasta el sitio donde lo van a enterrar.

“Todo el proceso puede costar entre 5.000 y 10.000 dólares, dependiendo del país y de la temporada”, expresó José Luis Ontañón, supervisor de Grupo SEP, una empresa que vende certificados de repatriación, una especie de seguro que permite cubrir esos gastos.

Un proceso que, en medio del dolor de la pérdida, incluye el levantamiento del cadáver, el embalsamamiento, la compra del ataúd, los trámites consulares y de Aduana, el transporte aéreo y el traslado hasta el lugar del entierro.

Burocracia y dolor
Familiares de algunos mexicanos que han muerto de este lado de la frontera se quejan de que a veces pueden pasar días, y hasta semanas, antes de recibir el cuerpo.

“Tardó cuatro días en cruzar la frontera y ocho para que me lo trajeran de regreso”, se quejaba ante un periodista del diario mexicano La Jornada la mamá de Manuel Peralta, originario del estado de Guerrero, que murió asesinado en una calle de Orlando, en Florida.

Sin contar con que las personas que se hacen cargo de las etapas iniciales del traslado en Estados Unidos ni siquiera son familiares del fallecido y tienen dificultades con el idioma.

A todo esto se suma ahora el hecho de que con la crisis financiera, los familiares de los fallecidos han dejado de recibir dinero y no pueden afrontar el gasto, como tampoco pueden hacer los conocidos o amigos que los muertos tienen acá.

Las empresas del sector se niegan a dar cifras de sus ingresos por este concepto, pero las autoridades consulares mexicanas calculan que en diez años el negocio ha facturado 7,5 millones de dólares solo en el área de Nueva York.

Religión y otras razones
Entre las razones que mueven a la gente a optar por este servicio, en lugar de otras alternativas como la cremación, está la antigua norma de la religión católica –predominante en países latinoamericanos– que decía que los restos se deben mantener intactos en espera de la resurrección de los cuerpos y las almas. “También se hace así para que los familiares que reciben el cuerpo sepan que, efectivamente, se trata de su ser querido”, explica Ontañón.

Lo cierto es que este “mercado” ha hecho que surjan ofertas para que los inmigrantes puedan hacerle frente a la posibilidad de la muerte en una tierra lejana. La compañía SEP, por ejemplo, ofrece el certificado de repatriación, que cubre esa eventualidad por uno, tres o cinco años.

Otras empresas han comenzado a sacar tarjetas, similares a las que los propios inmigrantes utilizan para llamar por teléfono, que por 10.00 dólares cubren hasta 1.000 dólares de los gastos de repatriación. Se pueden acumular hasta cinco tarjetas por servicio.

Además, algunas gobernaciones en México han comenzado a hacer convenios con funerarias en EE.UU. para repatriar a los fallecidos y hasta el gobierno federal ha empezado a ocuparse del asunto. Después de todo, los que mueren en ese país son parte de esa fuerza de trabajo que el año pasado mandó más de 2.300 millones de dólares en remesas a México.